Un Día de Elecciones Históricas en México | Por: Gabriela Arbeu
Hoy, 2 de junio, me desperté con la determinación de ser puntual en estas elecciones históricas. Llegué minutos antes de las ocho de la mañana, esperando ejercer mi voto temprano y así tener el resto del día libre para otras actividades. Sin embargo, lo que viví en la casilla fue una muestra de los desafíos que aún enfrentamos en nuestra democracia.
A las ocho en punto, hora oficial de apertura de las casillas, la mayoría de ellas aún no estaban instaladas. Esperé pacientemente, observando cómo el reloj avanzaba sin señales de actividad; a las 8:35, todavía no había casillas instaladas, y la frustración comenzaba a hacerse evidente entre los votantes.
Finalmente, a las 9:30, nuestra casilla abrió; la razón del retraso fue la falta de tres representantes de casilla, quienes no se habían presentado. Para resolver la situación, se pidió a las personas en la fila si estaban dispuestas a ayudar, y fue gracias a su colaboración que finalmente pudimos comenzar a votar, a quienes agradezco profundamente por decidir dar un paso adelante para que el proceso pudiera continuar.
Mientras esperaba, fui testigo de un comportamiento que me dejó una mezcla de tristeza y decepción. Vi cómo personas de entre 40 y 50 años se negaron a permitir que adultos mayores, de aproximadamente 75 años, entraran directo sin hacer la larga fila. Estos adultos mayores, con movilidad reducida, claramente hacían un gran esfuerzo para llegar desde sus autos hasta la entrada del lugar. Creo firmemente que, si está en nuestras posibilidades, deberíamos dar prioridad a los adultos mayores para evitarles tanto esfuerzo; su presencia en las urnas, a pesar de las dificultades, es un testimonio de su compromiso con la democracia.
La molestia entre los votantes era comprensible, especialmente entre aquellos que habían llegado puntualmente antes de las ocho. Sin embargo, no me pareció apropiado que algunas personas comenzaran a gritarle al personal de ahí, pues los trabajadores electorales estaban haciendo lo mejor que podían dadas las circunstancias, y los gritos solo añadieron tensión al ambiente.
Desafortunadamente, no todos pudieron esperar. Algunas personas, cansadas de la demora, decidieron retirarse de la fila; escuché sus quejas mientras se iban, diciendo que este tipo de retrasos son la razón por la cual muchas personas no van a votar. Es lamentable que estos problemas logísticos puedan desanimar a los ciudadanos a ejercer su derecho al voto, algo tan crucial para nuestra democracia.
A pesar de los desafíos y las frustraciones, logré votar. Sin embargo, este día de elecciones me dejó reflexionando sobre la importancia de mejorar nuestros procesos electorales y, sobre todo, sobre la necesidad de tener más empatía y paciencia entre nosotros como ciudadanos. Hoy, más que nunca, es vital que participemos activamente en la construcción de una democracia justa y accesible para todos.