Un atemporal Lenny Kravitz sacude al Palacio de los Deportes
Ciudad de México, 15 de diciembre del 2024.-. «Somos energía, somos amor. Significan tanto para mí. Los amo…», dijo en español anoche en el Palacio de los Deportes Lenny Kravitz durante un electrizante ritual acústico. Siguió en nuestro idioma: «Comencemos está celebración.» Y acto seguido sonó I Belong To You, dulce pieza de invocación sexual. Lo anterior se enlazó luego de que sonaran los primeros guitarrazos de Are You Gonna Go May Way, uno de sus mayores éxitos y una profecía de rock macizo, que comenzó su rito con el que selló su nexo con México, más aún que hablaba en castellano en el recinto de cobre, donde el artista devino nigromante cuyos hechizos de rock old school hipnotizaron al respetable.
El nuevo brujo presentó, junto con una poderosa banda, una selección de fórmulas y pócimas sonoras materializadas en sus canciones que, a lo largo de 35 años han sido responsables del embrujamiento voluntario de quizá dos generaciones. La calidad no tiene caducidad y el señor de botas picudas se ha convertido en un atemporal, en un prestidigitador de un rock con esencia única. El pretexto reciente del músico compositor, productor, actor y empresario para encontrarse con los mexicanos, no ha sido demostrar que es un artista a ras de piso que puede darse caminar por las ruidosas calles de CDMX, y tomarse fotos en changarros cualquier tipo; tampoco que viene a brillar su propia marca de sotol, ese destilado de mezcal. O presumir que tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
No, Kravitz ha venido a alimentar a su ser interior con el amor de sus parroquianos conmocionados por un rock puro, claro, sencillo y de intensidad. Más aún, cuando es un artista que conecta, que le habla a sus fans y se baja del escenario, cómo anoche, para sentirlos. Y a mostrar esa vena roquera de la vieja escuela que lo erigió desde los años 90 como una figura de constante lustre, con rolas sin tiempo que resuenan. Don paseador capitalino tomó pretexto de presentar su reciente encanto: el disco Blue Electric Light, cuyo alumbramiento, en el pasado marzo cuando vino a México a presentarlo, sirvió para que confesara que hoy día de siente como “si acabara de empezar después de 35 años de carrera”. Tal parece que así es, luego de la respuesta incondicional del público que vio en él a un artista auténtico. Un creativo cuya organicidad le hace hablar espanish para crear aún más un puente ancho con sus feligreses. Entre piezas, Lenny observaba a su publico. Les decía que los amaba y se arrodillaba. Caminaba sin hablar y ellos, como uno solo, gritaban a altos decibeles.
Anoche, el músico de 60 años “novio” de muchas, hechizó dejando secuelas del embrujo cuyas fórmulas fueron hechas con acordes, riffs, batacazos y golpeteos de un bajo incesante y su peculiar voz con huella sex appeal que derritió a muchas. Kravitz y compañeros (muy aplaudidos cuando los presentó) explotaron desde un inicio con guitarrazos esenciales y violentos golpes a la batería. Parecía que Jas Kayser quería destrozar los bombos y platillos de su instrumento. Lo hizo todo el concierto. Mientras que el guitarrista Craig Ross rascaba con rencor su lira. Kravitz inyectó su cadencia psicodélica con Minister of Rock ‘n Roll, sin dejar de lado el funk cachondo de TK421, rola cuya anécdota es que aparece en las películas Boogie Nights, como término para una mejora del estéreo, y en Star Wars como la designación de un soldado imperial. Foto tomada de X @LennyKravitz En el recorrido sonoro religioso, viajó por el pop sublime y fino de I’m a Believer, que parece haber se compuesto en el piano transparente que el músico tiene en su departamento de Nueva York. Se soltó los dreadlocks (rastas) con I Belong to You, flamante seducción de interiores.
Pero también entregó la bonita It Ain’t Over ‘Til It’s Over. No olvidó sus hits como Again, Fly Again y el cover de American Woman, y Let Love Rule, para cerrar su parada en la ciudad que, parece que pate él se ha hecho habitual. Ni modo, los chilangos seguirán «sufriendo» la gentrificacion de un «enamorado de México», con personajes como el señor rastudo sexy, que dijeron algunos en el concierto, sí «lo hacemos mexicano». Con un concierto casi intimista, Lenny deja precedente para nuevos devotos de su religión como el niño Daniel, quien a los años hizo de todo para que su papá, hijo de otro roquero, lo llevara al concierto que «nunca olvidaré», compartió el roquero.
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