‘Tomorrowland’: los problemas de la utopía
El cineasta Brad Bird es un gran director de acción. Basta ver “Mission: Impossible – Ghost Protocol” (2011), quizá la única entrega de la franquicia que puede compararse con la primera y tensa obra de Brian de Palma, para darnos cuenta de sus grandes habilidades para mantenernos al filo del asiento con escenas emocionantes de gran espectacularidad. Esto, claro, sin mencionar sus excelentes obras familiares con gran fuerza emotiva en las animaciones de Pixar, pues eso está casi ausente de su más reciente obra, “Tomorrowland”, donde lo que más podemos destacar son algunas escenas de acción. Los momentos mejor logrados de esta cinta nos hacen pensar en el excelente potencial que tenía y en el gran director de acción que nos hubiera podido llevar al límite de la adrenalina, de no ser porque la historia simplemente no funciona como debería.
La trama, inspirada en una sección del parque de diversiones de Disneyland, cuenta sobre un lugar creado por las mentes más brillantes de la historia, donde todos los problemas de la sociedad han desaparecido, los avances tecnológicos han llegado a insospechadas alturas y todo es felicidad. Lamentablemente, se trata de un lugar ubicado en otra dimensión, mientras que en el planeta Tierra normal, los minutos están contados y el mundo pronto llegará a su inevitable extinción. Esto hasta que aparece Casey Newton (Britt Robertson), una niña “muy especial”, extremadamente optimista, fanática de todo lo que tenga que ver con la ciencia y viajes al espacio. Ella deberá unirse con un señor amargado llamado Frank Walker (George Clooney), para descubrir qué pasa en Tomorrowland y por qué los persiguen un montón de robots asesinos.
De todo lo antes mencionado, ¿cuál es la única parte que no suena nada bien? Exacto, esa que dice “inspirada en una sección del parque de diversiones de Disneyland”, y ese es uno de los grandes problemas (si no es que el único) de esta película y más adelante veremos por qué. La historia parece una trama de ciencia ficción entretenida, que se presta para giros ingeniosos y visualmente atractivos, pero sin perder su corazón humano, todos aspectos que un director como Brad Bird debería ser capaz de sacar adelante con creces. Tiene habilidad para la acción como demostró en su colaboración a “Mission: Impossible”, además de experiencia con emotivas tramas de “Ratatouille” (2007) y, quizá la mejor combinación de ambos aspectos: “The Incredibles” (2004), donde la acción, la trama divertida e ingeniosa y el corazón, están en el lugar correcto. No era nada exagerado esperar algo semejante en “Tomorrowland” y sin duda era lo que tenía qué haber sido.
¿Por qué no funciona?, ¿no tiene todos los ingredientes?, ¿Brad Bird no es lo suficientemente bueno como para levantar esta historia? Por más de una razón, si lo pensamos bien, parece que es el enorme dedo de Walt Disney pisando a cada momento, lo que nos desvía de lo que “Tomorrowland” necesitaba ser. Para empezar, no es ninguna sorpresa que se trata de un comercial de Disneyland, así lo dicen descaradamente en el título de la película y sabemos que los creadores de Mickey Mouse están detrás de esta producción. Una película familiar, amistosa, cuyo principal objetivo es resaltar las ideas que tuvo Walt Disney para crear esa sección de su parque de diversiones, que con el tiempo se ha visto reducida a ser una de las más aburridas y caducas del lugar. Es decir, un mundo donde el futuro de la humanidad es brillante, lleno de avances tecnológicos que nos ayuden a que la sociedad alcance su tan ansiada utopía, un contexto que lucha contra el de un apocalipsis, un fin de las cosas como las conocemos, provocado por la insensatez de los humanos y su capacidad para destruir todo, en lugar de arreglar los problemas que hay en el planeta Tierra.
Así chocan los personajes de Britt Robertson y George Clooney. La joven vivaz que mira siempre hacia adelante, siempre buscando soluciones para todas las cosas, contra el viejo decepcionado de la vida que sabe que el mundo se va a acabar en algún momento y que no hay nada qué hacer al respecto. Todo ello para culminar en el final esperado, donde además se acentúa el mensaje naturalmente involucrando al espectador. Si podemos superar la cursileria del final de esta cinta, apartando de nuestros ojos toda la miel que nos empapa desde la pantalla, veremos que hay un mensaje implícito por invitar a todos los niños y a sus padres, a asistir al Tomorrowland de la vida real, ese por el que deberán emprender un viaje a alguno de sus parques temáticos en el mundo, donde tendrán que gastar muchos dólares para sentirse parte de “los soñadores” que pueden cambiar el mundo. “Los soñadores” que creó Walt Disney y que son los verdaderos protagonistas de la película.
Pero el final no es la única parte que no funciona. Debemos pensar que estamos ante un obra para toda la familia, que no podemos esperar algo con demasiada seriedad, sin embargo, el discurso de optimista-pesimista, nos taladra tan seguido, tan intensamente, que se vuelve un poco tedioso y demasiado plano. Claro, no habría porque esperar demasiada profundidad, pero sus intenciones parecen plenamente infantiles, producto de un argumento poco trabajado que en realidad no necesitaba tanto énfasis. Es por eso que los mejores momentos de la película son aquellos cuando nos olvidamos por un momento de la moraleja y entramos en acción. Lo mejor son esas escenas donde Brad Bird nos demuestra sus grandes capacidades para hacernos sentir parte de un mundo trepidante, donde las explosiones, los robots, los aditamentos tecnológicos ingeniosos y las persecuciones nos llenan de adrenalina. Dan ganas que estas escenas duren más, pero, lamentablemente, ocupan un espacio muy limitado de la película.
Cuesta trabajo querer verdaderamente a los personajes. El mensaje está muy bien, es lindo y deja una buena lección en todos los niños que vayan a ver la película, pero pierde mucho peso cuando nos damos cuenta que se trata de algo tan poco pensado. En su afán por meternos en la cabeza la idea de que podemos cambiar al mundo (literalmente), la cinta llega a un punto donde se nos explica todo lo que sucede y la respuesta dejará insatisfecho a más de uno. De nuevo, no hay porque esperar un explicación científica muy elaborada, pero la que nos brindan en el filme, no tiene mucho sentido que digamos. Es aquí donde comienzan aparecer huecos argumentales del tamaño de una puerta interdimensional. La razón del pesimismo del personaje de George Clooney, además de algo inapropiada, es mucho menos compleja de lo que imaginábamos y las motivaciones detrás del antagonista simplemente no tienen lógica.
Tal vez hace falta pensar mucho menos, estar conscientes todo el tiempo de la mano de Disney, de su cualidad infantil y dejar de pensar tanto en el prometedor cineasta que es Brad Bird. La película al menos no es aburrida, tiene momentos visualmente interesantes y las actuaciones, sobre todo la del siempre carismático George Clooney, son buenas. Es una experiencia un tanto decepcionante, pero, si ponemos nuestro esfuerzo en ello, tal vez esta historia sea más disfrutable de lo que aparenta.
El dato
– Director: Brad Bird
– Elenco: George Clooney, Britt Robertson, Hugh Laurie, Raffey Cassidy, Thomas Robinson.
– Género: Aventuras
– Clasificación: B
– Duración: 130 minutos
– Calificación: 6.8
Con información de: VANGUARDIA