Paso a Desnivel | Por: David Cárdenas Rosas | Agustín de Iturbide no es motivo de loas.
Agustín era criollo, buen jinete y comprometido soldado realista.
En 1810 se opuso con las armas a la insurrección de Miguel Hidalgo, y derrotó a los insurgentes.
Sin embargo María Ignacia Rodríguez de Velasco, lo convenció para dejar de lado al ejército realista y sumarse a la causa indpendentista.
Entonces, formuló el Plan de Iguala, se amistó con Vicente Guerrero, las cartas entre ambos en 1820 así lo atestiguan y juntos lograron la independencia de la Nueva España.
El plan contenía un programa político cuyos objetivos se basaban en tres principios: la independencia de México, la igualdad de derechos para españoles y criollos y, la supremacía de la Iglesia Católica. Las tres garantías.
El 27 de septiembre de 1821, Iturbide y Guerrero entraron triunfantes, a la ciudad de México, donde fue aclamado como un héroe y, al día siguiente, proclamó la independencia.
El documento que concretó la separación se llama “Acta de Independencia del Imperio Mexicano”.
En julio de 1822, el pueblo de México vitoreó su nombre, y el Congreso, eligió a Iturbide como emperador y los diputados redactaron el juramento que debía prestar el Agustín I.
Durante los diez meses que duró su reinado, las negativas medidas encaminadas a resolver los problemas financieros debilitaron su trono. Muy pronto el emperador se enfrentó a una conspiración. Entonces Iturbide, disolvió el Congreso y nombró una Junta Nacional Instituyente que actuaba por completo a su servicio. Tenía mayoría.
En marzo de 1823, Iturbide abdicó al trono. Se exilió en Europa y un año después volvió a México, no tenía los datos de que el Congreso mexicano lo había declarado traidor. Por lo tanto fue detenido a su llegada, y el forjador de la independencia de México fue fusilado.
Más tarde, siendo presidente Anastasio Bustamante, sus restos fueron inhumados en la Capilla de San Felipe de Jesús de la catedral de México.
Y aunque controversial su figura, el país que hoy es México no hubiera sido posible sin el papel de Iturbide.
Sin embargo, para Agustín de Iturbide no hay “vivas” ni loas la noche del 15 de septiembre.
Y menos ahora que la historia se escribe por decreto.
Mencionar su nombre en la historia de nuestra nación, y sobre todo darle el valor a su acción de independenzar a México de España es políticamente incorrecto.
Así que este año en el que se conmemorán los 200 años de la consumación dela independencia su nombre no aparecerá en los discursos. Está fuera de la historia oficial de México.
Pero la independencia existe.