Colaboraciones

Paso a Desnivel | David Cárdenas Rosas | Un poema de Elías Nandino…

Realizó el juramento hipocrático.

Y ejerció con sapiencia y bondad el noble ejercicio de la medicina.

Su paso por distintos nosocomios ha quedado grabado en el ánimo de colegas y particularmente de pacientes.

Pero su vocación lo llevó a escribir los sonetos más impactantes en la historia de la poesía en México.

Y coronó con frases únicas su vida propia, titulada una vida no-velada.

Elías Nandino, nació, porque estaba obligado a hacerlo y, la luz lo vio a él por vez primera en Jalisco.

Se podría hablar durante mucho tiempo sobre su biografía, pero su poesía en este momento resulta un bálsamo, así que sin más preámbulo uno de los tantos y bellos poemas de Elías Nandino.

Nocturno Alquimia de mis sueños.

Yo te amo como se ama a una estrella:

puedo atreverme a contemplar tu albor,

a sentir tu pureza luminosa,

a escalar con mis ansias

la altura en que te asomas;

pero nunca a tocarte

ni a sembrar mis caricias

en la fulgente piel de tu misterio.

Yo sé dónde apareces diariamente,

conozco el sitio exacto

y la hora precisa

en que tu rostro enciende su hermosura.

Aprendí de memoria

tu órbita celeste,

el instante glorioso

en que brillas más cerca de mis ojos

y también el momento

en que huyendo me robas tu semblante.

Yo sé que soy tu dueño en la distancia

que al descubrirte me gané el derecho

de salir cada noche

a mirar tu expresiva luz errante,

tu joven brillantez inmaculada,

sin tener ni la mínima esperanza

de estrechar tu verdad entre mis brazos.

Te inventé con la alquimia de mis sueños

te vestí de imposible,

en tus pupilas inicié un poema

y en lo más alto entronicé tu imagen.

Con barro de mi angustia te di forma

igual a la de un ángel que no existe.

Cuando llega la noche

y te encuentro rielando en el espacio:

yo te aspiro y te gozo,

platico desde lejos con tu nimbo

sin pronunciar tu nombre.

Sin esperar tampoco que desciendas

ni que el roce de mi tacto te defina:

porque anhelo que ignoren mis sentidos

que eres de carne y hueso,

que tu cuerpo es mortal,

y que hasta el nítido esplendor que irradias,

carece de luz propia.

¡Sigue alumbrando allá! ¡Brilla unos días!

Pronto la muerte bajará mis párpados

y tú, al instante, quedarás a oscuras.

… Son varios los testimonios que existen sobre la existencia y vida de Elías Nandino, el tiempo destinado a la lectura de su obra, es un tiempo que se conjuga con el ansia del que se fuga a cada instante… es un tiempo inmediato e imperecedero.

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