Paso a Desnivel | David Cárdenas Rosas | Lindoro Cajiga, el asesino de Melchor Ocampo.
Era un bandido que sentía rencor por la gente de holgada posición económica.
Con tal sentimiento inició su vida de asaltante.
Asaltaba y si alguien se oponía, le daba muerte.
Las historias cuentan que cuando lo veían por las calles montado en su caballo “todos se escondían”.
Lindoro se convirtió en el enemigo mortal de hacendados y asaltante feroz de viajeros.
Encabezaba un grupo organizado de bandoleros desalmados como él.
Su diámetro de operaciones estaba en el Estado de México.
Eran los tiempos de la Reforma.
Siendo un reconocido bandolero, su apego a la violencia y las armas, en poco tiempo se colocó al lado de Leonardo Márquez y, uno de los capítulos más detestables y violentos de su vida, fue el haber apresado y dado muerte a Melchor Ocampo.
Ocampo vivía retirado de la vida política y estaba dedicado al campo.
El 1 de junio de 1861 el abogado se hallaba en su hacienda de Pomoca, en Michoacán.
Ahí llegó Cajiga y lo tomó prisionero.
A caballo, luego de varios días llegaron a Tepeji del Río y lo fusilaron en la Hacienda de Caltengo. Su cadáver fue colgado de un árbol.
Leandro Valle decidió buscar a Lindoro Cajiga para vengar la muerte del ex ministro y fue en su búsqueda.
Leandro Valle se enfrentó a Leonardo Márquez, Valle fue derrotado y capturado por Cajiga, este le dio muerte, fusilándolo por la espalda.
Así Lindoro Cajiga, además de su carrera de criminal, aumentó a su biografía la muerte de dos mexicanos de bien.
La muerte de Melchor Ocampo estuvo acompañada por la historia de que Leonardo Márquez había dado la orden de que Lindoro Cajiga aprehendiera al ex ministro Ocampo. No fue así, Márquez nunca dio la orden.
Leonardo Márquez, años más adelante desde la Habana, señaló que ni él ni nadie ordenó a aprehender a don Melchor Ocampo, “Este acto fue exclusivo de Lindoro Cajiga: acto que juzgó como su deber, pues consideraba a Don Melchor, como a uno de los más notables del bando contrario. Y juró –Márquez- por su honor, que nunca ordenó la aprehensión de Ocampo, ni le mandó fusilar, ni tuvo intervención en esta desgracia; ni siquiera tuvo noticia de lo sucedido sino después de los hechos. “Estoy -escribió- pronto a responder de mis actos en todo momento; pero ni debo, ni puedo, ni quiero responder de actos ajenos.»
¿Qué pasó entonces?
El equívoco fue, que sí se dio la orden de fusilar a un prisionero de apellido Ugalde, pero el ayudante militar solo dijo que había la orden de fusilar al detenido, y el único que estaba en la prisión era Melchor Ocampo…
Cajiga orquestó todo.