Murió el boxeador Israel Vázquez
Ciudad de México, 04 de diciembre del 2024.- Murió Israel Vázquez (1977-2024), peleador que será recordado por la entrega y coraje que desbordó en una de las tetralogías más violentas y apasionadas del boxeo mexicano. Tres de esos combates han sido reconocidos como duelos históricos en el llamado deporte más cruel; la revista Sports Illustrated los eligió entre los mejores 10 de todos los tiempos.
En sólo un año, de 2007 a 2008, sostuvieron tres peleas en las que pagaron el tributo de agotar sus carreras; la última y cuarta de ellas ocurrió en 2010 y fue más una despedida que otro episodio de una rivalidad que ya no tenía mucho que ofrecer. Ya retirado padeció de esclerosis sistémica, enfermedad crónico-degenerativa que afecta al sistema muscular, y su salud se deterioró de manera gradual con la persistencia imparable de un reloj de arena. Hace unas semanas le fue diagnosticado un tipo de cáncer en estado muy avanzado que lo consumió de forma agresiva hasta cobrarle la vida. Verdugo y víctima Aquellas batallas ante Rafael Márquez terminaron por estragar la condición física de Vázquez, pero jamás minaron su amabilidad extrema que contrastaba de manera radical con esas imágenes sanguinarias de sus combates más memorables.
Él encarnó al caballero gentil abajo del cuadrilátero y arriba fue verdugo y víctima en partes iguales, pero siempre con una ética virtuosa sobre su oficio. Nadie pensó que durante esa tetralogía contra Márquez se agotaba la vida profesional y la salud de este par de boxeadores íntegros como pocos. Israel perdió un ojo como consecuencia de esas peleas. Rafa necesitó tres cirugías oculares para recuperarse. Israel es un hombre que ejemplificó la entrega absoluta y el respeto a su profesión, tanto que estuvo dispuesto a poner en riesgo su salud, perdió un ojo, pero nun-ca se arrepintió de lo que vivió conmigo, reconoce para La Jornada Rafael Márquez, su amigo en la vida y némesis en el cuadrilátero. La biografía de uno está profunda-mente ligada a su adversario como las ramas de una enredadera.
Lo que hicimos juntos nos liga para siempre, no sólo porque dimos verdaderas batallas que aún hoy se recuerdan en el mundo; sino porque tuvimos consecuencias graves de este deporte cruel, pero siempre estuvimos orgullosos de nuestro trabajo. Nunca peleamos con odio entre nosotros, sólo cumplíamos con nuestro oficio, agrega Márquez. Rafa recuerda sobre todo un episodio durante el cuarto y último combate en 2010. En plena pelea, vio cómo el ojo de Israel estaba demasiado lastimado. Márquez sabía que su rival ya padecía algunos problemas por los combates que sostuvieron de marzo de 2007 a marzo de 2008. No quería hacerle más daño y se las arregló para decirle en corto: –Carnal, tu ojo está muy mal; pon un guante en la lona para que se acabe la pelea. –No importa, güey, tú sigue peleando–, respondió Vázquez. Al final de aquella refriega, el rostro de Israel lucía un par de ojos cerrados como dos enormes masas amoratadas, Rafael también tenía deformada la cara por la inflamación de los golpes. Sin embargo, estaba felices, sonreían como un par de amigos que se gradúan en la misma generación.
Falleció a los 46 años tras perder una dura pelea contra el cáncer. Arriba, tras derrotar a Rafael Márquez en 1º de marzo de 2008, en California. Foto Ap En una entrevista con este diario en 2019, Vázquez definió su credo de pugilista respetuoso de su trabajo y con la ceremonia de quien sabe que eligió un oficio peligroso, pero también con un halo de misticismo. Un boxeador de pura sangre busca llegar al punto más alto del valor y del orgullo. No se detiene a pensar si eso le dejará una secuela. Yo, por ejemplo, si volviera a nacer y pudiera escoger entre varios caminos, elegiría el mismo que recorrí, que todo ocurriera igual con todo y sus consecuencias. Volvería a hacerlo sin dudarlo, dijo sin alardes de víctima. Y en marzo de 2023, volvió a relatar para este diario: A pesar de todo, no cambiaría lo que hicimos Rafa y yo ni por toda la fama del mundo. Uno quisiera más dinero siempre, pero nosotros tenemos el reconocimiento de llevar el boxeo mexicano a sus niveles más altos de valor y entrega. Tantos años después de aquella serie, nos siguen recordando en México y Estados Unidos. Pienso que quien boxea sólo por dinero no alcanza eso que conseguimos nosotros, enfatizó en aquella charla un boxeador que puede ser descrito sin exageración como un pura sangre.
En el libro Del boxeo, la escritora estadunidense Joyce Carol Oates reflexiona sobre el sacrificio que lleva implícito este deporte. Una exigencia de la que siempre estuvo consciente Israel Vázquez y por esa razón no quiso mirarse como un héroe trágico que dejó todo en un puñado de combates inolvidables. Si el boxeo es un deporte, es el más trágico de todos, pues consume, más que cualquier otra actividad humana, la mismísima excelencia que saca a relucir: su drama es justamente esta consumición. Consumirse librando la pelea más grande de la carrera es iniciar, por necesidad, la curva del descenso, propone la autora y resume: Contrariamente a las nociones estereotipadas, el boxeo tiene que ver primordialmente con ser herido, no con herir. El presidente del Consejo Mundial de Boxeo, Mauricio Sulaimán, se detiene un momento para pensar cómo describir a un persona-je como Vázquez, peleador que se ofrendó a sí mismo en aras de sublimar su oficio. El boxeo es el único deporte donde el atleta tiene un sentido del orgullo muy superior al de cualquier otra actividad; por eso perder o retirarse de un combate nunca es una opción y están dispuestos a dejar la vida misma arriba del ring. Por eso tratamos que cuando se apagan las luces de sus carreras, los protagonistas no caigan en el olvido, comentó Sulaimán. Israel fue un guerrero que entregó todo en el ring.
Dejó su carrera en esas tres peleas, al igual que Márquez, que fueron consecutivas, algo fuera de lo común. Por eso hoy son recordados entre lo mejor en la historia de este deporte. Cuando los signos de la esclerosis se hicieron evidentes, Vázquez mantuvo el decoro de un hombre satisfecho consigo mismo, sin remordimientos por lo que tuvo que pagar. Así trataba de explicar una lógica incompresible para quien nunca estuvo en un lugar parecido y para quien el sufrimiento no pasa por el deterioro del cuerpo. Lo que hice fue muy caro para mi salud, pero para hacer historia tienes que tomar riesgos; en mi caso los asumí, sabía que Rafael Márquez era un peleador muy duro y aun así elegí ese camino y ahora soy recordado por eso. Fue mi modo de subir al cuadrilátero, de ejercer mi oficio y de eso estoy orgulloso, dijo hace unos años sin arrepentimiento. Ese bien puede ser su epitafio.
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