Ciudad de México, 17 de mayo del 2022.- Los pastos marinos proveen diversos beneficios. Sirven de hábitat y refugio para una alta cantidad de especies; retienen sedimentos, protegiendo las zonas costeras; además, las praderas saludables contribuyen a mejorar la calidad del agua y regular el impacto de los gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono. Sin embargo, estas formas biológicas también se encuentran entre algunos de los ecosistemas más amenazados del mundo.
Científicos del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, unidad Mérida, realizaron un estudio publicado en la revista PeerJ, en el que analizan la capacidad de los pastos marinos para captar el dióxido de carbono y almacenarlo como carbono azul (carbono orgánico de los ecosistemas marino-costeros). “Si bien se tienen estimaciones globales de cuánto se capta por estos hábitats, hace falta generar información sobre su papel ante el fenómeno del cambio climático de forma local”, señaló Tania Cecilia Cota Lucero, autora principal del estudio.
La investigadora agregó: “La meta es contar con mapas precisos de su extensión a escala nacional, regional y sobre todo local. Estamos recogiendo, sistematizando y organizando información de diversas fuentes con el objetivo de crear una base de datos robusta que ayude a identificar su estado de conservación”.
A partir de esa información también se apunta a desarrollar estrategias para mitigar la contaminación generada por los gases de efecto invernadero. De modo que se diseña una nueva línea de investigación que proponga acciones para proteger dichos ecosistemas. Primero se enlistan las especies en riesgo en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-Semarnat-2010, para que sean vigilados, como se hace con manglares o arrecifes de coral, y así los pastos marinos sean tomados en cuenta por la sociedad y la comunidad científica al momento de buscar su conservación y la restauración de los que ya presentan daños.
Grupo de angiospermas
Los pastos marinos son especies del grupo de las angiospermas (plantas con flores) que evolucionaron hace 100 millones de años. Cuentan con un sistema de rizomas (tallos horizontales subterráneos) que se extienden por los sedimentos, permitiendo a sus raíces absorber nutrientes, así como la capacidad de expandirse cubriendo grandes extensiones de terreno submarino. Retienen el carbono 35 veces más rápido que los bosques tropicales por su capacidad de almacenarlo en el sedimento, donde permanece por miles de años contribuyendo a la mitigación del impacto climático.
A escala mundial, estos organismos almacenan carbono en su sedimento de 100 a 300 toneladas por hectárea; sin embargo, esa cantidad varía localmente debido a diversos factores. Así como los manglares, la contribución de los pastos marinos al carbono azul en un sitio varía, por ello para los científicos los estudios locales son del mayor interés.
Para evitar el sesgo en las estimaciones de la cantidad de carbono almacenado, así como las fuentes de las que lo obtiene (el carbono externo, llamado alóctono, también logra ser captado ya que los organismos, además, atrapan materia orgánica procedente de otros ecosistemas, como los manglares), es necesario medir con herramientas tecnológicas robustas su extensión y orígenes, además de acompañarlas de trabajo de campo para determinar los isótopos estables, complementando con información acerca de la calidad de agua e indicadores de su salud.
“Empezamos a investigar la contribución que tienen los pastos marinos en la Reserva de la Biosfera de los Petenes, Campeche; la zona se caracteriza por contar con ese ecosistema en buen estado de conservación y presenta una extensión continua de casi 150 mil hectáreas. Esto ayuda a visibilizar la importancia de la conservación de los pastos marinos, el sitio y su contribución a las estrategias de mitigación en México”, destacó Tania Cecilia Cota Lucero.
Con información de: https://www.jornada.com.mx/
