Hay que remontarse a abril del año pasado para dar con una variación positiva del Emae, un indicador adelantado cuya curva suele ir en paralelo a la del PIB. Desde entonces, la economía argentina inició una senda de caída libre, impulsada por la pérdida del valor del peso y una política oficial de control de la inflación muy restrictiva, sustentada en tasas de interés altísimas (de hasta el 70%) y emisión de moneda cero. El corsé monetario permitió finalmente doblegar la caída de la divisa nacional, que lleva más de dos meses estable frente al dólar, pero a costa de una economía en recesión, más desempleo (10,1%), menos consumo (-13,5%) y más pobreza (32%). Las cifras de crecimiento de mayo han dado, al menos, un poco de oxígeno a Macri, ávido de buenas noticias que poder vender en la recién iniciada campaña electoral.
La recuperación de la actividad debe todo al sector agropecuario, que subió un 49,5% con respecto a mayo del año pasado. 2018 fue un año de sequía y el agro sufrió un derrumbe de producción que terminó por contagiar al resto de las actividades y golpeo con dureza el ingreso de divisas por exportaciones. Como contrapartida, este año la cosecha ha sido récord. Al resto de los sectores, en cambio, no le ha ido bien. Según las mediciones de la oficina estadística argentina —el Indec— para el mes de mayo, la industria cayó un 6,5%, el comercio minorista un 11,4% y la construcción un 3,1%.
El ingreso de los dólares del agro más la ayuda del FMI, que ha aportado 57.000 millones de dólares para sostener a la economía argentina, permitieron a Macri mantener los indicadores a raya. El viento de cola externo también ayudó, con los mercados emergentes aspirando dólares necesitados de mejores tasas de interés que en Estados Unidos. Argentina es un mercado de alto riesgo, pero sus tasas pueden convencer incluso a los más prudentes. Las Leliqs, las letras que utiliza el banco central para absorber pesos que pueden ir al dólar, pagaron el miércoles un 59% de interés.
Mayo puede ser el punto de inflexión para la economía argentina y los resultados electorales dependerán de que así sea. Pero el desagregado por sectores es una alarma para el Gobierno. Si el crecimiento depende solo de las buenas noticias en el campo, costará a Macri que la sensación de bienestar se traslade a la calle, donde están los votos. El presidente tiene poco para mostrar del pasado económico y por ello ha centrado su campaña en el futuro. Su discurso gira en torno al eje democracia–populismo, con el kirchnerismo como álter ego de todos los males. Pero necesita que la economía le sonría y la ayude a mantener en alto el humor social, golpeado por la crisis.
Los últimos sondeos dan a la candidatura de Macri entre tres y cuatro puntos por debajo de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner, pero con una tendencia a achicar la brecha a medida que el dólar se mantiene en calma y la inflación a raya, alrededor del 3% mensual. El 11 de agosto será la prueba de fuego: ese día los partidos celebran primarias abiertas y obligatorias, pero como los candidatos ya están elegidos la jornada será un sondeo a gran escala que dibujará la campaña de la primera vuelta de octubre. Un empate entre el presidente y Fernández en las primarias mantendrá la economía estable, pero una derrota del mandatario puede provocar una estampida de inversiones y nuevas turbulencias. Otra crisis no hará más que aumentar las opciones de Fernández y Kirchner.
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