Ecologia

Frailecillo

06 de marzo 2016.- El lindo frailecillo atlántico tal vez te parezca el menos indicado para vivir en mar abierto. Pero las apariencias engañan.

Para empezar, sus plumas negras, blancas y anaranjadas son impermeables, y las diminutas aves pasan periodos épicos en el océano, donde sus crías cabalgan las olas durante dos años completos antes de poner una patita en tierra firme. Y ahora, en un estudio publicado el 11 de febrero pasado, un equipo de científicos que les siguió el rastro nos revela cómo pasan el invierno estos supervivientes.

A pesar de su resistencia, los frailecillos están en riesgo debido al cambio ambiental, de modo que una forma de ayudar a protegerlos era localizar su fuente de alimento invernal.

Los frailecillos atlánticos (Fratercula arctica) están adaptados a vivir eminentemente en el agua. Incluso beben agua de mar y expulsan el exceso de sal por unas glándulas de sus fosas nasales, informa Steve Kress, fundador del Proyecto Frailecillo en la Sociedad Nacional Audubon.

“Si no fuera porque tienen que poner un huevo, es posible que los frailecillos ni siquiera salieran a la costa”, dice Kress.

No obstante todo lo que hemos averiguado sobre el frailecillo atlántico en los últimos 40 años, un aspecto de su vida sigue siendo un misterio. ¿En dónde pasan el invierno?

El invierno sobre las olas

Cada agosto, durante cuatro décadas, Kress ha observado que los frailecillos de Maine se adentran en el mar y vuelven hasta el siguiente abril. ¿Adónde iban las aves cuando abandonaban la costa? Nadie lo sabía.

En 2009, Kress hizo intentos de colocar geolocalizadores en las aves de apenas 500 gramos, que son miembros de la familia de las alcas.

“Pero la primera generación de dispositivos era demasiado grande, y los frailecillos no se comportaban normalmente en tierra firme”, señala Kress.

Por fin, el equipo colocó dispositivos nuevos y más compactos en 19 aves, las cuales regresaron a la costa de Maine la primavera pasada.

Ahora saben que los frailecillos realizaron una migración en dos etapas. Primero al norte, hasta el Golfo de San Lorenzo, en Canadá, donde abundan los peces; de allí siguieron al sureste y pasaron el resto del invierno en mar abierto, a unos 320 kilómetros frente al Cabo Cod. Esa zona, conocida como “cañones de coral”, es una cordillera submarina que se extiende frente a Nueva Inglaterra y es hogar de una gran biodiversidad.

Tony Diamond investiga a los frailecillos desde hace 22 años, y también ha intentado rastrear las migraciones de estas aves. La población de Diamond anida en la Isla Machias Seal de Nueva Brunswick y al parecer, sigue una ruta más aleatoria. Un ave viajó al Golfo de San Lorenzo, mientras que otras ocho llegaron al Golfo de Maine e incluso más al sur, aventurándose hasta el Cabo Hatteras, en Carolina del Norte.

“En efecto, los resultados son sorprendentes –comenta Diamond, quien es profesor de investigaciones en Ecología de Fauna, en la Universidad de Nueva Brunswick-. Por otra parte, ¡no teníamos expectativas claras para hacer comparaciones!”.

Proteger un oasis en mar abierto

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha clasificado al frailecillo atlántico como una especie vulnerable de extinción, en parte porque el cambio climático está afectando sus presas.

De hecho, Kress dice que se ha demostrado que dos alimentos favoritos del ave –el arenque y la merluza blanca- son sensibles a los cambios de temperatura de la superficie del mar.

Es por ello que los terrenos invernales del frailecillo adquieren aun mayor importancia. Los nutrientes que emergen a la superficie a lo largo de la cordillera submarina, sostienen a un ecosistema vital que incluye corales del tamaño de árboles pequeños, bancos de fletán y bacalao, manadas de ballenas, y por supuesto, aves marinas que se alimentan en la superficie.

Algunos argumentan que incluir a los frailecillos en ese listado es una razón más para proteger el área como un monumento marino nacional en este lado del Atlántico. De lo contrario, el frágil ecosistema podría verse amenazado por el dragado, la minería submarina, y la perforación petrolera.

“Lo más importante es que tenemos la oportunidad de proteger estas áreas, ahora que sabemos dónde están”, dice Kress.

Con información de: NATIONAL GEOGRAPHIC
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