En aumento, males mentales por la violencia y la falta de oportunidades
Una de cada tres personas en México sufrirá algún trastorno mental a lo largo de la vida, los que han aumentado en la década reciente, debido a la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades.
El efecto está a la vista en los suicidios, principalmente de hombres de 15 a 34 años, quienes no tuvieron oportunidades de educación y empleo. Representan más de la mitad de los 6 mil sujetos que cada año se quitan la vida y es un sector al que no se le ha prestado atención en salud mental, afirmó María Elena Medina Mora, directora del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM)
Otro gran pendiente es el de las personas que buscan a sus familiares desaparecidos. Requieren apoyo para enfrentar el daño emocional, la depresión que les impide tomar decisiones. Faltan los recursos económicos para ir a donde están y no esperar a que vengan a los servicios de salud. Y esto, es adicional a la investigación de los casos para conocer la verdad, advirtió.
Aunque no hay estadísticas nacionales sobre la situación de la salud mental en el país, pues la encuesta más reciente se realizó en 2003, se ha obtenido información mediante encuestas como la de adicciones, en la que se incorporaron preguntas sobre trastorno mental y otros estudios en poblaciones específicas.
Medina Mora señaló que cuando se habla de trastornos siquiátricos se piensa en los niños, las mujeres y los adultos mayores, donde se han concentrado los esfuerzos para el desarrollo de modelos de atención; pero existe una necesidad grande de voltear a ver a los hombres jóvenes que se involucran más en adicciones, están expuestos a más episodios de violencia, tienen más estrés y de hecho, es el sector donde se está reduciendo la esperanza de vida.
Entre los factores de que más de la mitad de quienes se quitan la vida sean varones jóvenes se debe, entre otros, a que les cuesta más trabajo que a las mujeres reconocer que tienen un problema. No expresan tristeza profunda, más bien se vuelven intolerantes, recurren al abuso de sustancias: alcohol o drogas ilícitas.
Desafíos en salud mental
El próximo 21 de octubre concluye el segundo periodo de cinco años de Medina Mora como directora del INPRFM. En vísperas de que se publique la convocatoria para iniciar el proceso de selección de su sucesor, comentó los desafíos que persisten en materia de salud mental. Uno de ellos es la brecha terrible que hay entre la demanda de atención y la oferta de servicios. Hay mucha gente que necesita ayuda y no la recibe o la tiene muy tarde, sostuvo.
Otro reto está en las limitantes, principalmente económicas, para llegar a las comunidades con los modelos de atención desarrollados por los investigadores sociales, 17 en el INPRFM, los cuales han probado ser eficaces para el control de los padecimientos. Hay varios más, cuya aplicación está pendiente.
Nos hemos quedado cortos en el financiamiento de los esquemas que funcionan para atender los temas más relevantes, como el diseñado para rehabilitar enfermos crónicos que se encuentran asilados en hospitales siquiátricos.
El propósito fue identificar a las personas con más posibilidades de salir, darles las habilidades para alguna actividad remunerada y pasarlos a otro lugar. Con la ayuda de sicólogos podrían reincorporarse a la sociedad, pero se acabó el dinero.
Lo que falta es dar el paso a la comunidad, generar modelos autosustentables, opciones de empleo y hogares protegidos para aquellos que no podrían regresar con sus familias. Lo mismo ocurre con el modelo de atención a familiares de personas desaparecidas. El INPRFM lo ha llevado y probado en zonas de conflicto en Guerrero. El grupo de expertos acompaña a las madres y otros familiares que buscan cuerpos en las fosas.
Se trata, explicó la directora, de hablar de las heridas, de los desaparecidos, y tratar que las personas aun con el dolor, recuperen su vida.
Otra parte del modelo son los duelos sin cuerpo. Se les ayuda con programas sencillos. En México sabemos lo que funciona, insistió Medina, lo que falta son los recursos para llevarlos a las comunidades.
Por Ángeles Cruz Martínez | La Jornada