El retorno de Francia de los sonidos ancestrales: grabaciones históricas devuelven la memoria musical a los pueblos indígenas de Bolivia
Francia, 28 de diciembre del 2024.- La zampoña, hecha con tubos de caña y de origen prehispánico, es el principal instrumento musical de la nación Chacobo, ubicada en la región del Beni, en la parte selvática de Bolivia. El sonido hueco producido por los hasta 23 tubos que puede llegar a tener se usa para cantos de caza o rituales curativos. “Uno sopla y el color de su cuerpo queda como el de la luna”, dice un nativo que alterna entre español y la lengua chacobo en una grabación de 1994 realizada por el etnomusicólogo Jean-Michel Beaudet.
Es uno de los 157 audios que el Centro de Investigación de Etnomusicología (CREM) de Francia entregó el pasado 25 de noviembre en copias digitales al Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB). Además del pueblo Chacobo, el conjunto contempla registros sonoros de otras comunidades del Amazonas boliviano, como los Takana y Moxos, así como de los valles, como los Jalq’a, Llamero y Yampara. Las grabaciones fueron hechas entre 1903 y 2001, y en ellas se puede escuchar la lluvia y las cigarras de la selva, el sonido de los ríos, y conversaciones en quechua, chacobo, takana o español sobre los instrumentos, pero sobre todo música, al menos 500 piezas, muchas de ellas perdidas en la actualidad.
“Motiva que esto pueda servir de memoria para los pueblos originarios, porque mucha de esta música ya no existe. Las nuevas generaciones se interesarán en el patrimonio que no tuvieron. Por eso es importante que estén en Bolivia y no en París, disponibles para los hijos y nietos de los que tocaron”, explica a este periódico la chilena Rosalía Martínez, investigadora honoraria del CREM y una de las autoras de las grabaciones.
La música de estos pueblos no es escrita, sino que se transmite de forma oral, a través de prácticas generalmente rituales. La realización cada vez menos frecuente de estos ritos se ha llevado consigo los sonidos ancestrales. “Han ido desapareciendo por las transformaciones actuales de las vidas comunitarias, como la inmigración o la valoración de la integración a la sociedad nacional, dejando de lado su propia cultura. En Bolivia existe un abandono de una identidad distinta, porque la vida en la comunidad, para mucha gente, ya no tiene sentido”, explica Martínez. Sin embargo, advierte que en este proceso de pérdida de identidad también aparecen jóvenes que quieren reencontrarse con sus raíces.
La música como resistencia Por ello, el ABNB prioriza entregar copias gratuitas a las comunidades que lo soliciten y a los descendientes de los intérpretes de las canciones que figuran en el informe realizado por el CREM. “No imaginábamos la repercusión que estamos teniendo. Ya hemos recibido varias solicitudes de pueblos indígenas, como los yamparás, o del ayllu [forma de comunidad social] de Tarabuco”, cuenta el jefe de la unidad de Archivo del ABNB, Gabriel Rivera. El material puede ser consultado en la institución con fines investigativos, pero su uso o reproducción con fines comerciales está prohibido. “Hay que respetar el contrato ético entre grabador y músico. No todas las comunidades quieren que su música se difunda”, argumenta Rivera. “Hacemos que los mismos miembros de la comunidad se formen como investigadores: les damos talleres de paleografía para que estudien los textos coloniales de sus abuelos”
Las grabaciones llegan a tener hasta 35 minutos de duración, las más largas, y poco más de un minuto las más cortas. Registran sonidos ambientales, instrumentos afinándose y la melodía de instrumentos típicos vallunos (charangos, quenas, erkes, pututus, sicuris, pinquillos) y amazónicos (tambores, sivivire y otras flautas de pan). En algunos de ellos hay acompañamiento de voces, individuales o en coro, que cantan una melodía aguda, lastimera, casi interrumpida por el llanto. Predominan composiciones improvisadas, que reflejan el sentir del momento. “¿Cómo se llama esta música?”, se escucha que pregunta una de las investigadoras en las grabaciones. “No tiene nombre, natural no más es”, le responde en español un originario de Jalq’a, ubicado en la región de Chuquisaca, en el centro-sur del país.
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