Ecoescuelas: Niños oaxaqueños de las Lagunas de Chacahua aprenden a proteger su paraíso.
- Organizaciones impulsan, desde 2016, el proyecto con primarias de esta Área Natural Protegida para inculcar el cuidado de su paraíso
Y donde se podría pensar que el cuidado del ambiente es el eje que rige la vida comunitaria. Pero no, también cuidar el paraíso es algo que se aprende.
Eso es lo que hace Yael Mejía, un niño de 10 años que vive rodadeado de esta naturaleza: “Hemos aprendido a hacer huertos, a sembrar, a hacer mazapanes, quesos y a dibujar”, dice montado sobre una balsa construída con artículos reciclables, en cuya elaboración participó junto con sus compañeros de escuela y profesores.
No es el único. En otros áreas de la escuela Ignacio Zaragozaubicada en La Pastoría del Bravo, agencia municipal de Villa de Tututepec en la región Costa de Oaxaca, niños y niñas aprenden a reciclar papel, a elaborar bolsas y dulces, y hasta a sembrar legumbres.
Son 75 alumnos de seis primarias que participan en un campamento que forma parte de un proyecto de la asociación civil Ayuda en Acción, que busca impulsar el desarrollo humano mientras les inculcan conocimientos para el cuidado de su entorno. El nombre no podría ser otro que el de Ecoescuelas.
“También aprendimos de los contenedores de basura y del medio ambiente. Me ha gustado más nutrición infantil”, continúa Yael sobre su experiencia en el campamento.
Estrategia contra la violencia
Las Ecoescuelas son un proyecto que surgió hace tres años y que actualmente se desarrolla con 418 estudiantes de seis primarias, todas ubicadas dentro del Parque Nacional Lagunas de Chacahua. Con ellas se busca sembrar autoestima en los niños y niñas, confianza en sí mismos, innovación y, sobre todo, el amor al cuidado del medio ambiente.
En el desarrollo de este programa con visión ecológica también participa el Fondo Oaxaqueño para la Conservación de la Naturaleza, asociación civil dedicada a la preservación del medio ambiente y los recursos naturales, y que trabaja en la línea costera, lo mismo con el rescate de nidos de tortugas que con proyectos sustentables de turismo comunitario.
En realidad, el nacimiento de las Ecoescuelas es un traje hecho a la medida. Se creó como una forma de impulsar a menores de edad que se desenvuelven en un contexto de violencia, baja autoestima y en el que, por sus condiciones económicas, algunos son obligados a trabajar desde niños para contribuir a los ingresos familiares.
El antecedente del proyecto data de hace cuatro años, cuando miembros de Ayuda en Acción se propusieron trabajar conniños afrodescendientes de las comunidades enclavadas en las Lagunas de Chacahua, Área Natural Protegida escondida en el litoral oaxaqueño.
El primer paso fue un diagnóstico. Encontraron una baja autoestima en los niños, desbalance emocional y social, y una violencia tan normalizada que incluso eran incapaces de detectarla. Los estudios previos abarcaron el conocimiento del entorno social, incluidas autoridades, padres de familia y profesores, entre otros.
“[Encontramos] niños muy golpeados, que son insultados, que son llamados ‘burros’ y que viene, lamentablemente, de la madre, que ellos ven como la figura más poderosa en su casa. La figura del padre no existe, a pesar de que está, no hace presencia”, dice Lidia García Espinoza, integrante de Ayuda en Acción y coordinadora del proyecto Ecoescuelas en la Costa de Oaxaca.
El diagnóstico sicopedagógico reveló tres problemas graves: baja autoestima en niños, balance emocional y ajuste social. “Nos dimos cuenta que la violencia es normal para ellos, no la saben detectar y sí es un foco rojo. Hay tanta violencia familiar, verbal, física y emocional que para ellos es hasta normal esa parte”, completa.
Tras la realización del diagnóstico, se encontró también que la escuela no es algo “importante” para los padres de familia. Al ser originarios de comunidades que viven de la visita de turistas, le dan más importancia a mandar al niño como “mano de obra barata”, porque que trabajan también para proveer en casa.
“En las vacaciones siempre entran 15 días después o se van 15 días antes por el turismo, porque piensan que así es la vida; crecen con esa idea. Los padres dicen ‘me sirves más mesereando, vendiendo cacahuates, que yendo a la escuela’. Entonces, los niños, aunque les guste la escuela y aprender, saben que son necesitados por sus padres para trabajar”, explica Lidia.
La coordinadora del proyecto dice que luego de conocer el entorno de los niños, comenzaron a trabajar “con la persona” y a realizar actividades para fomentar el desarrollo humano con los alumnos, los padres y los profesores.
“Al principio, se llamaba Niños y Niñas Construyendo en la Costa Oaxaqueña, pero cuando vimos que era importante introducirles la cuestión ambiental y el trabajo con la naturaleza, anclamos lo que ahora se llama Ecoescuelas, porque tenemos tres ejes: vínculos solidarios, dimensiones educativa y acciones de confianza”, explica.
Salir del paraíso
Por ello, las Ecoescuelas quedaron definidas como talleres complementarios a los planes educativos de los profesores, que no implican mayor trabajo para ellos, sino que funcionen como “laboratorios” para mejorar los contenidos de los planes de estudios.
Uno de los talleres es el de Medio Ambiente, en el que aprenden a reciclar y reutilizar PET o plástico en artículos que puedan ser útiles para sus actividades cotidianas. Otro es Mi Tiendita, en el cual les enseñan a elaborar artesanías con materiales que nacen en la región.
Un tercer taller es el Laboratorio de Nutrición Infantil, en que los niños aprenden sobre su alimentación y salud, pero además a elaboran alimentos más sanos a partir de cacahuates, tamarindo y otros productos nativos de las lagunas. Todo lo que elaboran es para autoconsumo, pero incluso lo pueden comercializar. En el taller de Eco Huertos les enseñan a sembrar sus propios alimentos, por ejemplo, hortalizas.
“Estos laboratorios son la parte de innovación, por lo social. No es un área muy grande, son comunidades que están lejanas, son parte del parque nacional. Son lagunas, son islas y para que los niños salgan a conocer estas actividades o este tipo de enseñanzas, les cuesta muy caro. Un niño para salir de su isla requiere 500 pesos mínimo, sólo para entrar y salir. Siendo hijos con cuatro o cinco hermanos, para los padres esdifícil financiarlo”, dice Lidia sobre la labor que realizan, la cual define como “acercar este tipo de talleres a sus escuelas”.
Los próximos guardianes
Todo el trabajo con los 418 niños de las seis escuelas de las Lagunas de Chacahua se realiza durante un año y culmina con el campamento en el que Yael elaboró una lancha con materiales reciclados.
En este tercer año consecutivo del campamento, además de los talleres, se realiza una actividad en la que los alumnos recorren estaciones y en cada una deben responder preguntas sobre medio ambiente para poder avanzar a la siguiente, hasta que finalmente llegan a la etapa de probar la balsa.
“Una cosa es importante, no trabajamos para generar competencia entre los niños, nuestros valores son de justicia, trabajo en equipo, confianza, porque esos valores no existían aquí: ‘me pegas, te regreso el golpe’, era su forma de comunicarse y piensan que está bien herir a los demás”, precisa Lidia García.
Agrega que, incluso, como parte del enfoque de desarrollo humano, se les dan clases de yoga y próximamente se entregará una certificación a los profesores de Educación Física que los avale en esta disciplina.
“Nuestro objetivo es impulsar a niños innovadores, creativos, pero sobre todo, felices. Y que amen a la madre tierra, que sepan qué tan importante es para sobrevivir. Son las generaciones futuras”, finaliza la coordinadora de las Ecoescuelas, donde se forman los próximos protectores del paraíso.
Con información de: https://oaxaca.eluniversal.com.mx