Diablos Rojos barren a Sultanes de Monterrey
Ciudad de México, 10 de septiembre del 2024.- Cuando ha pasado una década sin sentir la euforia de un campeonato hay algo como una impaciencia contenida. No desbocada, porque eso suponía el riesgo de cometer caros errores, por eso Diablos Rojos del México trató de mantener la serenidad de quien tiene bien fijo lo que quiere, conseguir su título 17 de la Liga Mexicana de Beisbol. Un anhelo que tardó diez años en llegar, pero lo conquistaron. Pero vaya novena entrada, un inning de angustia escarlata que parecía que no se conseguiría al menos esta noche de lunes en el estadio de Sultanes.
Vencieron a Monterrey con pizarra de 4-2 y con la contundencia de una barrida, cuatro victorias consecutivas que no dejaron duda de que los Rojos venían con la inspiración de los monarcas. Primera entrada y esos Pingos no querían esperar a que los motores entraran en combustión. Un jonrón de José Marmolejos, nombrado el jugador más valioso de esta noche, que impulsó las tres carreras de inicio con Franklin Barreto y Robinson Canó. Estaban con los maderos calientes, por lo visto.
Cuando los signos además envían mensajes poderosos, hay algo que le hace trampas a la razón y le susurra al oído a la superstición, esa lógica oculta que mueve los corazones de los aficionados. Si no, hay que ver cuando Julián Ornelas llegó a batear y produjo la carrera que anotó Juan Carlos Gamboa. Sí, el mismo Haper que el 11 de septiembre de 2014 se vistió de héroe al darle a Diablos Rojos el que por una década fuera su último título. En aquel cuarto juego en el Foro Sol, el parador en corto conectó un cuadrangular para barrer a los Pericos de Puebla en la décima entrada. Después vino una sequía de diez años que ha sido la segunda más larga del conjunto escarlata, sólo superada por los 16 años que pasaron entre la llegada a la Liga en 1940 y el primer campeonato que ganaron en 1956.
En el montículo de los Sultanes, Julio Teherán tenía el rostro del espanto de quien ve materializadas sus pesadillas. La visita al montículo hizo evidente lo que todos suponían, que debía bajar de ahí pues había perdido el control. Jared Lakind se hizo cargo de los lanzamientos. Los relevistas hicieron su trabajo con disciplina y no permitieron más daño, porque ese, ya estaba hecho. A Sultanes los llaman los fantasmas grises, pero en esta Serie del Rey sólo fueron los fantasmas a secas y en este racimo de cuatro juegos ni se aparecieron. Y así fue hasta el último rollo, cuando hicieron sudar a la novena colorada y a sus pacientes y leales aficionados. Los Sultanes tardaron 29 entradas sin anotar, sin embargo pusieron el drama en el noveno inning, cuando al cerrador de los Diablos, el japonés Tomohiro Anraku, le pegaron un sencillo de bienvenida por obra de Ramiro Peña.
Después vino lo increíble con el confiable Robinson Canó, quien cometió un error que permitió embasarse a Jermaine Palacios. Luego ocurrió el descontrol, el serpentinero lanzó fatal y se le fugaron a la antesala y Asael Sánchez rompió la blanqueada al remolcar a Peña. El pitcher nipón lucía muy preocupado, y un out forzado empujó la segunda carrera de Monterrey y la pizarra quedaba 4-2. El bateador de Sultanes José Cardona se disputaba un duelo de vida o muerte ante Anraku que llevaba una cuenta de 2-2, pero con un par de hombres en bases, uno en la inicial y otro en la antesala. La voltereta era posible, pero el toletero pegó un elevado y esta vez Canó lavó su error y atrapó el último out, el del campeonato escarlata que tardó diez años en llegar.
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