Día del Árbol, jornada para reflexionar sobre la protección de bosques
Aunque en el mundo esta fecha se conmemora el 28 de junio, en México se celebra el segundo jueves de julio desde 1959 por un decreto del entonces presidente Adolfo López Mateos.
La Comisión Nacional Forestal (Conafor) destacó la importancia de los árboles para la vida por las múltiples funciones que desarrollan y sus servicios ambientales.
A través de una infografía publicada en su cuenta de Twitter @CONAFOR, refirió que con los árboles se obtiene madera y celulosa para crear papel, combustible como leña y carbón, así como proporcionan medicina natural.
Los árboles captan y recargan las fuentes de agua, liberan el oxígeno y capturan el dióxido de carbono, además el arbolado urbano permite ahorrar dinero al conservar agua, reducir el dióxido de carbono, conservar energía y disminuir la contaminación.
Además son hábitat de otras plantas como orquídeas, musgos y helechos, albergan aves, mamíferos, reptiles, anfibios y hongos y son guaridas de insectos como mariposas, abejas y hormigas, y de otros invertebrados como gusanos y caracoles.
Entre los servicios ambientales que brindan destaca el control de la erosión, conservación y recuperación de suelos, la descomposición y el reciclaje de desechos orgánicos ayudan a disminuir el impacto de fenómenos naturales.
También contribuyen a la asimilación y reducción de contaminantes atmosféricos, a la polinización de plantas en cultivos comerciales y silvestres, al control biológico de plagas y a regular el clima.
México posee gran cantidad de árboles históricos, entre los que destacan el gigantesco árbol de Santa María del Tule, Oaxaca, de más de dos mil años, es un famoso ahuehuete, especie conocida como Árbol Nacional de México.
Con 5.5 metros de diámetro en su tronco y con más de 500 años de antigüedad, el Árbol de la Noche Triste, ubicado en la calzada México–Tacuba, es conocido como el lugar donde Hernán Cortés lloró su derrota ante los aztecas.
En el municipio de Vicente Guerrero, Durango, se encuentra un olivo de 300 años, traído por fray Jacinto de Santiago, uno de los primeros misioneros católicos, como obsequio que envió el mariscal de campo del emperador Carlos V al conde Suchil.