Espectaculos

“Como agua para chocolate” y los dilemas de representación

Ciudad de México, 09 de noviembre del 2024.- “¿Tita es güera? ¿Por qué Tita es güera?”. “Es que de nada más ver los avances, me entró un no sé qué que me generó una barrera inmediata con la serie. Es que mira el cast. Parece el de un cuento de hadas”.

Recuerdo perfectamente cada una de esas palabras. No pude evitar parar la oreja y hacer el registro de la conversación en la mesa de al lado en un restaurante de la Ciudad de México un par de semanas atrás. La plática, por no llamarla una aguda precipitación del juicio, la pergeñaban dos personas sobre la novedad de la plataforma de streaming Max: la adaptación como serie del clásico literario “Como agua para chocolate” (2024), que Laura Esquivel publicó en 1989 y de la que derivó un pilar del cine mexicano, la cinta de Alfonso Arau estrenada en 1992.

Era urgente asomarse al avance y, qué mejor que con el primer capítulo, del que tanto se hablaba en la mesa vecina, estrenado el pasado 3 de noviembre. Por cierto, la serie es producida principalmente por Salma Hayek.

Esas primeras imágenes nos presentan a Josefina de la Garza (Azul Guaita), mejor conocida como Tita, la protagonista de esta historia que pendula entre el más idealizado romanticismo, la infamia y la vida en constreñimiento de las mujeres en el México revolucionario; Tita, la hija menor de una intransigente doña Elena de la Garza, o Mamá Elena, (Irene Azuela) –que, spoiler alert, le hará la vida imposible incluso después de la muerte–, y quien, pese a la condena de su madre de vivir a su lado de por vida, se enamora del tal Pedro Muzquiz, cuyo amorío clandestino se sostiene a lo largo de los años por la ilusoria promesa de casarse tarde o temprano.

Y, por la novela y la película que le anteceden a la serie, se advierte que el tiempo, la madre de ella, el padre de él, la Revolución, los constructos sociales, el desencanto, la corrosión de los sentimientos que un día fueron puros, tendrán mucho que decir en esta historia. Pero Tita, con la guía de Nacha, la amorosa cocinera de la casa, hallará muy temprano en su vida, tan temprano como su propio nacimiento, una conexión prácticamente etérea con la cocina como su lugar de aquelarre, y hará de la cebolla, el chile, el molcajete, la tortilla, las recetas y su don por el guiso los elementos de sus hechizos de encantamiento. La cocina para Tita será, pues, el lugar seguro desde donde buscará cambiar su paupérrimo destino.

Luego entonces, ¿qué salió mal con la serie? Para algunas personas, sobre todo las que tienen como referencia la película de Alfonso Arau, esta nueva Tita es linda, sí, es güera, pero no es siquiera un guiño a la Tita de piel morena interpretada por Lumi Cavazos en 1992, mientras que el Pedro de ahora –interpretado por el actor estadounidense de origen mexicano Andrés Baida– es casi el ángel de ojos claros traído a la vida directamente de un retablo. Se percibe, para una buena parte del público, una cierta desconexión de representación, un distanciamiento por intervención del canon de belleza. Es como si estuviéramos presenciando lo que fue una historia tan franca pero convertida en una telenovela filmada en una especie de olimpo mexicano, allá, a lo lejos.

Una historia tan entrañable ante una ventana global

Ana Lorena Pérez Ríos –codirectora de la serie junto con Julián de Tavira–, conversa con El Economista y tiene argumentos para invitar al público a no abandonar la serie en este primer episodio.

“La obra que escribió Laura Esquivel es muy querida. Es decir, está en el consciente latinoamericano, pero sobre todo mexicano, guardado con muchísimo cariño. Es una obra literaria que para mí marcó a toda una generación, de donde se desprende la película y de donde terminamos nosotros. Al estar tan clavada en esa identidad, me parece que el trabajo tanto de Salma (Hayek) como Endemol (Shine North America) de juntarla con HBO era inevitable, porque viaja muy bien. Es decir, hoy con el streaming estamos en un punto en donde es mucho más fácil compartir con el resto del mundo este tipo de material. El hecho de que la gente tenga un hábito de consumo global, permite que estas cosas tengan una vigencia que incluso hace 10 años no había. No podía desperdiciarse esta oportunidad de ventana para mostrar al mundo algo tan icónico”.

 

Foto EE: Cortesía

Foto EE: Cortesía

–Y esto, por supuesto, condiciona la manera en la que construyes la historia…

“Me parece que es un acierto mirar la historia desde el 2024, porque tiene ecos distintos. En algunas cosas hemos cambiado muchísimo y en otras es impresionante cómo no nos hemos movido un ápice. Hay reflexiones que no se tenían cuando se escribió esta historia y otras que no se tenían cuando se hizo la película. Entonces tomarla desde hoy, forzosamente te separa del material original. Es decir, hay una reapropiación del espacio femenino que antes no se había tocado de esa manera. Después de todo, la cocina se vuelve un espacio revolucionario por sí solo, porque ahí suceden las emociones y también los complots. Es la ambivalencia del espacio.

“Me parece que Laura (Esquivel) intentó contar una historia sobre principios del siglo XX donde la revolución era hacia adentro. Hoy, tenemos la opción de regresar a ese lugar por el significado que la cocina tiene sobre nuestra relación con la tierra, con las emociones y con la participación política. Es decir, ¿qué tanto estas cuatro mujeres (las de la historia) hacen política interna junto a esos fogones y por qué se entendía como política menor frente a lo que hacían los revolucionarios? Ése es un discurso bastante sutil en la serie, no está en ningún diálogo, pero se siente. Desde esa perspectiva, me parece que nos alejamos (de la novela y de la película), para crear un universo distinto, aunque, para mí, es complementario”.

–Otro de los detalles en los que se ve mucho más desarrollo es en los personajes masculinos. ¿Por qué?

“Creo que hay un detalle fundamental que atraviesa a todos los personajes de la serie, que es el ser contra el deber ser. Me parece que Pedro es un ejemplo de difíciles decisiones que le llevan a su propia tragedia, con esa disyuntiva: lo que se espera de un hombre de esa época y lo que en realidad quiere, además de las posibilidades que tiene. Me parece que no podríamos contar la historia de un Pedro como éste hoy en día, sería un pusilánime. En cambio, si lo lees en ese contexto, hay actos de amor que no nos resuenan pero nos permiten cuestionar el amor romántico, el estatus quo o de clases. Entonces, me parece que Pedro detona muchísimas preguntas y eso es padrísimo. Me sorprendió mucho que a las actrices, que la mayoría son muy jóvenes, les costó mucho trabajo entender a esos personajes”.

–El primer capítulo tiene innegables similitudes con el planteamiento del “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen…

“Cuando mencionas la referencia, no puedo evitar pensar que no estamos tan lejos de Jane Austen, pero sobre todo porque lo que ambas historias apelan es a la sensación de lo que esa época nos transmite. Pero, debo decir que la historia, conforme va desarrollándose, nos va alejando de ese lugar, porque Tita es un personaje que, aun con una tendencia clara a ese tipo de expectativa (la del amor romántico), tiene una rebeldía natural que tiende a alejarse de esa referencia.

“En realidad tenemos a cinco personajes que se mueven de ese status quo en donde todas, desde su propia historia, tienen una revolución interna motivada por un estímulo externo, que es esta otra revolución, tanto del amor como, literalmente, la que vivía el país. Eso las obliga a moverse sin que nadie les explique nada. Ojalá que puedan seguir viendo la serie porque va rompiendo conforme va avanzando. Partimos del molde, pero los personajes lo van abandonando”.

–Cuando mencionas aquello de romper el molde, se viene a la mente ese desafío que asume la serie de romper con la imagen de los personajes de la película, el enfrentarse a los juicios sobre el canon de belleza. ¿Cómo se decidió hacer de Tita un personaje rubio, por ejemplo?

“El cast fue un proceso muy largo. Yo creo que vimos a todos los jóvenes que hay en este país. Fueron muchos meses de ‘castear’ gente. Para mí siempre ha sido importante tener una diversidad de rostros y de tipos. Me parece que no la alcanzamos. Todavía hay mucho camino por andar en la representación en México, pero creo que lo que le pasó naturalmente a Tita fue que Azul (Guaita) tiene algo como actriz que superó lo que tiene físicamente. No sé cómo explicarlo. No estábamos buscando a una Tita rubia de ojo azul. Pero la combinación de una melancolía y una profundidad de sensación de Azul contra su fortaleza y esperanza, no la encontramos en nadie más. Esa aportación, como construcción de personaje, era muy rica. Era un lugar que nos servía para llevar la historia hacia donde la queríamos llevar. Fue más una sensación de lo que podía aportar ella al personaje, actoralmente, que cómo se veía”.

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Sería absurdo pensar que la Tita de ahora tenga que ser reinterpretada por Lumi Cavazos, ni siquiera por una actriz similar, pero sí es una buena oportunidad para continuar un debate sobre la representación en el cine y la televisión, el canon de belleza, la calidad actoral y, con ella, el acceso a la preparación histriónica de calidad según las posibilidades económicas y geográficas y, por supuesto, sobre las audiencias a las que apela cierto producto audiovisual. En otras palabras, quizás sí, quizás hay que seguirla viendo.

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Foto EE: Cortesía

Foto EE: Cortesía

“Como agua para chocolate”

Año: 2024

6 capítulos – Primera temporada

Duración: 50 minutos

Disponible en: Max

Producción: Endemol Shine Boomdog, Endemol Shine North America, Ventanarosa Productions, y Warner Bros. Discovery

Productora ejecutiva: Salma Hayek Pinault

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Elenco principal de la serie:

 

  • Tita – Azul Guaita
  • Pedro Muzquiz – Andrés Baida
  • Mamá Elena – Irene Azuela
  • Rosaura – Ana Valeria Becerril
  • Gertrudis – Andrea Chaparro
  • Fina – Lesslie Apodaca
  • Nacha – Ángeles Cruz
  • Dr. Brown – Francisco Angelini

Con información de: https://www.eleconomista.com.mx/

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