Charlas de Taberna | Por Marcos H. Valerio | Pasillo al infierno.
Soy un pedazo de infierno, mido entre dos metros de ancho por tres de largo, en mis entrañas he albergado a homicidas, secuestradores, violadores, ladrones, defraudadores y hasta uno que otro inocente.
A través de cámaras de video me monitorean las 24 horas del día. No sé si temen a que yo despierte o que mis huéspedes enfurecidos traten de huir y durante el intento cometan algún crimen, pues aquí, “los demonios siempre andan sueltos”.
En este lugar nunca se ve la luz del día, las luces están prendidas a toda hora, incluso, ciertos presos pierden la noción del tiempo.
Aunque algunos de mis visitantes demuestran no tener miedo, a todos los invade el pavor, pues temen el futuro que les depara.
Las paredes frías se alimentan de odio, venganza, envidia, desamor y traición que emanan mis huéspedes. Y pese a estar muertos de miedo, sus ojos reflejan rabia, si tuvieran otra oportunidad volverían a cometer el delito, pocos en verdad están arrepentidos.
La puerta forjada en acero es la entrada a las tinieblas donde convivirán con personas igual o más violentas, donde pocos los comprenderán. El rechinido de sus bisagras se asemeja a los llantos que imploran salir de allí.
Mis barrotes parecen huesos que apresan y asfixian a mis visitantes. Las heladas camas, nada confortables, los espera para irritarlos y mantenerlos despiertos y, por si fuera poco, las voces y ruidos hacen eco que taladran los oídos. Los pasillos que conducen a mi lugar son escalofriantes, pues son el túnel que lleva a la oscuridad.
Sus custodios, aunque demuestran dureza, son muy sensibles, los tantos asuntos violentos que miran a diario los hace valorar más la vida y al momento de salir de ese pedazo de infierno van a resguardarse al trocito de cielo que es su familia y hogar.
“Aquí nos tocó trabajar”, “Pese a ver tantos casos horrendos, nunca dejan de aterrorizarnos y sorprendernos”, dicen algunos; sin embargo, están orgullosos de su labor, ya que son los héroes desconocidos que enfrentan a diario a la delincuencia.
En esta galera mis huéspedes matan sus ilusiones, acaban sus vidas, destruyen familias, incluyendo la de ellos, e inician un proceso para purgar condenas.