Colaboraciones

Charlas de taberna | Por: Marcos H. Valerio | Nunca esperas que te pase y cuando pasa no sabes cómo actuar

Dice el refrán: “Nadie escarmienta en cabeza ajena”. Hace un año, cuando llegó la pandemia por covid-19 a México, muchas personas comentaban que era invención del gobierno, peor aún, no respetaban los protocolos sanitarios: No utilizaban cubrebocas ni caretas; en el transporte público se aglutinaban, comían en la vía pública, entre otras cosas.

Este era el caso de Gabriela, quien aseguraba que todos aquellos que hacían caso a las disposiciones sanitarias eran unos retrógradas, ella, llevaba un cubrebocas en su bolsa de mano, pues no la dejaban subir al Metro si no lo portaba, al agarrase de los pasamanos nunca se lavaba o se desinfectaba.

Así pasaron varias semanas, nunca respetó los protocolos sanitarios y llegó el día en que se infectó, no supo ni cómo ni dónde fue. Antes de asistir al médico, se resistió a aceptar que estaba contagiada, como cada domingo se reunió junto con su familia, es decir: sus tres hijos, su esposo, sus dos padres y hasta dos hermanos, sus cuñadas y su abuelo, junto con cuatro sobrinos más.

Durante la reunión, alguien le preguntó a Gaby si se sentía mal, pues estornudaba y tosía a menudo. Respondió que ya había ido con el doctor y le diagnóstico una gripe, por lo que ya estaba tomando medicamentos, lo cual era mentira.

Así continúo la tertulia, y quizá el vino que se consumía de los vasos y las constantes carcajadas hizo olvidar los estornudos de Gabriela.

Tres días después, ya no podía respirar y se fatigaba, apenas podía caminar. Como pudo llegó al hospital (y sin cubrebocas ni careta), donde la internaron de inmediato, la enfermedad ya estaba avanzada.

Durante más mes y medio estuvo en los límites de la vida y la muerte, incluso estuvo dos semanas intubada.

Cuando salió del hospital, la vida entre su familia se había transformado. Después de la reunión, hubo siete personas más contagiadas, de las cuales, cinco fallecieron: Sus dos padres, un hermano, una cuñada y su abuelo las otras dos personas que estaban rehabilitándose, tenían los pulmones destrozados.

Hoy, ella se siente culpable por la tragedia que pasó, “nunca esperas que te pase a ti o a los tuyos, y cuando pasa no sabes cómo actuar”, sollozaba Gaby. Era una sobreviviente que le ganó al coronavirus, pero traía una loza de culpa muy pesada, Se arrepentía por no cuidarse, por ignorar los cuidados sanitarios y por no quedarse en casa.

Actualmente, asiste a terapias para superar el error.

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