Charlas de taberna | Por: Marcos H. Valerio | El dolor nos despertó
Desde que nacemos, el dolor está presente en entre nosotros. Las mamás, a través de un parto nos traen al mundo. Cuando fallecemos, dejamos sufrimiento a los seres queridos, un hueco en el alma imposible de cubrir.
Nunca se separa, nos mantiene vivos, nos avisa de algún padecimiento, nos vuelve sensibles, incluso podemos percibir el arte, los hallazgos y entender aún más a nuestros semejantes.
Cuando llega el enamoramiento, las mejores letras, poesías, incluso oleos llegan a la inspiración, pero al momento que un corazón se desgarra, de nuestras almas salen los punzantes pero extraordinarios versos o música, pinturas de amor o alguna otra creación.
Algunos investigadores, aseguran que los grandes artistas, son inspirados a través del dolor, del ahogo de una enfermedad, de la pérdida de su familia, el carecer de algún sentido, el estar inmóviles, los hace sensibles y percibir aún más el arte.
Actualmente, hay un sufrimiento mundial que nos aqueja, asfixia y nos tiene atemorizados. El Covid-19 despertó nuestra sensibilidad, pues en su mayoría, hemos sufrido la pérdida de un familiar, un amigo u otro ser querido.
Esa enfermedad nos mantiene alertas, incluso, según encuestas, en los últimos meses la ciudadanía aumentó su fe hacia al Creador, pues estamos aprendiendo mediante malestar y agradecemos cada minuto que estamos de pie.
Hoy los padecimientos nos han despertado, hemos descubierto que la pandemia no era un mito o una vacilada, que debemos cuidarnos y así proteger a la familia, y sobre todo respetar la naturaleza que nos da vida.
Cada día que sobrevivimos a la tormenta, con ojos llorosos agradecemos por estar vivos, y más que nunca deseamos un abrazo, una charla con un ser querido.
Pensamos que efectivamente, ante El Salvador, todos somos iguales, pues sufrimos en el momento que la pandemia arrasó sin excepción con las clases sociales, y mientras la muerte deambula en el ambiente, como los artistas, sacamos lo mejor, queremos transformar al mundo y empezamos con nuestras propias vidas, de un solo tajo mutilamos rencor y envidia.
Tuvo que quebrarse el alma para entender que tan frágil somos, comprendimos que estar vivos es un milagro, y más que nunca tenemos que pelear hasta conseguir la misericordia.