Charlas de Taberna | Por: Marcos H. Valerio | Discoteca de la muerte.
En 20 junio pasado se cumplieron 11 años de la tragedia ocurrida en la entonces discoteca New’s Divine donde fallecieron 12 personas, nueve adolescentes y tres policías, y 16 sufrieron heridas de gravedad, momento en que festejaban el término del ciclo escolar.
Jazmín, quien entonces tenía 17 años, recuerda: “Era el fin de curso, la mayoría terminaba su prepa, el Cetis; otros la secundaria, por lo que decidimos ir a reventarnos, era momento de aventar un rato los libros, de tomar una chela, de ligar, de echar desmadre, de olvidarse de los choros de los padres de que te portes bien y estudies para no trabajar tanto como ellos.
Todos los de la Nueva Atzacoalco, de la alcaldía Gustavo A. Madero, conocíamos la discoteca de New’s Divine, la que estaba en Eduardo Molina y Calle 312, un lugar muy bueno para reventarte los fines de semana, ya que la entrada sólo costaba 30 pesos y sin restricción, sin exigirte la mayoría de edad te ofrecían alcohol.
Días antes, la fiesta de fin de curso empezó a anunciarse en propagandas pegadas en la escuela, en los postes y bardas del barrio, por fin había llegado el momento de ponerse hasta la madre, sin embargo, nunca imaginamos que era el fin de muchos”, narra entre lágrimas Jazmín.
“Para despistar, ya sabes, dices que vas a una tardeada, donde sólo dan papas y refrescos; pero en realidad hay vino, chelas y cigarros, algunos llevaban sus churros de mota.
Como a las 16:45 de la tarde ingresamos a la discoteca, nunca imaginé que toda la escuela estaría allí, aunque habían algunos chicos que acostumbran ir semanalmente, pero al fin, todos dispuestos a ligar, a bailar, a perderse. La fiesta estaba iniciando.
Las micheladas empezaron a correr, no había prohibiciones y a ritmo de reggaeton empezamos a beber, pasó más de hora y media y, sin decir agua va, apagaron el sonido y la luz. En ese instante nos dijeron que teníamos que salir muy tranquilos, que la fiesta había terminado, pero que el próximo viernes la entrada era gratis, por lo que accedimos.
Pasaron unos 10 minutos y los policías cerraron la puerta, creo que les dieron otras órdenes, pues nos bloquearon, y ahí se dio el primer choque con los cuicos, pues mediante insultos intentaron evitar que nadie saliera del lugar y para replegarnos echaron gases lacrimógenos y prendieron el aire acondicionado, ya no podíamos respirar, lo que nos asustó mucho y todos corrimos para tratar de salir a como diera lugar.
La mayoría conocíamos muy bien el antro, sólo había dos salidas, la principal que era una puerta negra de más o menos dos metros de ancho, y otra que supuestamente era de emergencia muy angosta, de unos 60 centímetros de ancho. Ambas ya estaban custodiadas por los policías, quienes impedían que saliéramos.
Empezó a rondar la muerte cerca de las escaleras, ahí, la mayoría se desvaneció, no sé si era por asfixia o por los golpes que entre nosotros nos dábamos al intentar huir de ese lugar, pero los apretujones, créame, nos sacaban el aire y el alma.
Yo vi cuando cayó un joven muy cerca del guardarropa, yo creo que fue el primero en morir, pues nunca se movió; su cuerpo quedó boca arriba, aunque quisimos auxiliarlo, nos dimos cuenta que ya había fallecido.
Eso provocó más pánico, a una sola voz gritábamos “déjenos salir, déjenos salir”; mientras que ellos se decían “aguanten, aguanten”. Continuaron los empujones hasta que la puerta se abrió, incluso, podría decir que parte de ella fue derribada. Los vidrios de las ventanas también las rompimos, ya que nos ahogábamos. Entre gritos, forcejeos, caídas y raspaduras, la crisis aumentaba.
Al salir, había una muralla de cuicos esperándonos. Los que iban al frente fueron golpeados con los toletes que traían los elementos de Seguridad Pública, quienes trataban de detenernos, pero era tanta la banda que no pudieron controlarnos.
En la corretiza yo sólo veía que varios caían, pero se lograban parar y entre tumbos seguían su camino, los menos eran pisoteados por la estampida humana. Todos estábamos asustados, no se podía hacer nada.
Otros nos quedamos en el inmueble a auxiliar a los desmayados, bueno, en ese momento pesábamos que sólo era desmayo. Tratábamos de animarlos, sin embargo, los golpes no cesaban y como pudimos sacamos a nuestros amigos.
Adriana, una de nuestras compañeras, ya no volvió, nosotros hicimos todo por reanimarla, no había nadie quien la ayudara. Yo creo que unos 20 minutos más tarde llegaron elementos del ERUM, una sola ambulancia para auxiliar a cientos de personas.
Créame, los socorristas, temblaban más que nosotros, en verdad, no sabían qué hacer, yo creo que eran primerizos o nunca se habían enfrentado a algo igual. Yo vi cuando uno de ellos, al ver que una mujer no respondía, le azotó la cabeza en el pavimento, la dejó caer como de medio metro de altura. La cabeza rebotó en la banqueta.
La muerte estaba frente al New’s Divine, la cual, nos arrebataba a nuestros amigos. Al instante, un chico que estaba a mi lado cacheteaba y gritaba a su cuate para animarlo, “no cruces ese túnel, regresa”. Al ver que el cuerpo estaba inerte, el joven que daba auxilio se desvaneció, ahí frente a un camión de RTP.
Aún recuerdo que durante la huida pude ver a dos niños, uno como de cuatro y otro como de seis años, algunos dicen, que eran los hijos de las teiboleras que semanalmente bailaban en el antro. Para su suerte, creo que no les pasó nada, ya que entre los muertos nunca nombraron a los pequeños.
Durante la estampida humana, algunos compañeros se armaron de valor y regresaron para enfrentar a los policías, pero sólo unos segundos, ya que sólo contaban con piedras y palos, y ellos pedían refuerzos, además eran muy agresivos, además, lo primero era auxiliar a nuestros amigos caídos.
Es horrible ver a tus amigos morir, el que te traten como verdaderos criminales, cuando en verdad sólo nos estábamos divirtiendo y si estábamos cooperando cuando nos pidieron que lo hiciéramos.
No sé quien tenga la culpa, pero los policías nos provocaron y al inhalar el gas lacrimógeno, todos entramos en pánico y corrimos. Los Cuicos, al ver tantos cadáveres, trataron de ayudar; pero ya era muy tarde, nueve jóvenes y tres policías habían muerto.
Es muy triste ir a una fiesta y ya no regresar a tu casa, festejar porque concluyó el fin de curso y horas más tarde ya estás en tu sepelio. Los que menos sufrimos tenemos que ir a la casa de nuestros amigos a darle el pésame a sus papás.
Ya no supe nada, mis padres aún no llegaban de trabajar, por lo que me cambié mi ropa que estaba toda desgarrada y sucia, la tiré a la basura para que no se enteraran de la tragedia. Yo sola me curé las raspaduras que traía, narra Jazmín, la entonces adolescente, quien sólo festejaba el fin de curso.