Charlas de Taberna | Por Marcos H. Valerio | Desfile que trajo un poco de historia.
Entre carabinas, Adelitas, Zapatas, Maderos, Panchos Villas y hasta una locomotora de nombre Petrase festejó el 109 aniversario de la Revolución Mexicana en el Centro Histórico de la capital del país. En el acto desfilaron mil 130 personas vestidas de revolucionarios, entre ellos, 41 acróbatas ecuestres.
Sin duda fue un festejo sin precedentes. La ciudadanía que estuvo presente se trasladó a dicha época, donde nacieron los corridos y un sinnúmero de leyendas.
Durante la ceremonia se mostraron los procesos que sufrieron los diversos grupos sociales y que, en un determinado momento, le dieron a la gesta revolucionaria un rostro caracterizado por tres aspectos:
1.- El de los campesinos dirigidos hacia la posesión de la tierra y que desarrolló el papel más protagónico y radical del movimiento revolucionario
2.- La clase obrera que reivindicaba la justicia social y condiciones más humanas de trabajo
3.- Una fracción de la burguesía representada por un sector de la política que comprendían la importancia de la democracia y deseaban un sistema liberal y de alternancia política
Cabe recordar que, como casi todos los movimientos, no fue un suceso homogéneo en sus principios ni tuvo un proyecto único, con el cual se identificaran los grupos sociales involucrados.
Al contrario, cada fracción tenía sus intereses particulares, prioridades y fines distintos, propósitos que en cierto momento pueden coincidir y en otros enfrentar.
En 1910, las injusticias sociales y el descontento popular fueron canalizados y organizados por el liberal Francisco Ignacio Madero, rico hacendado de Coahuila y líder del movimiento espiritista en México.
Sin embargo, Madero no logró entender el fondo del estallido social. Simplemente quería una verdadera situación de libre empresa y no un cambio radical, por eso en sus aspiraciones provocaba una contradicción en los movimientos campesinos dirigidos por Emiliano Zapata y Francisco Villa, mucho más radicales que definieron el carácter ideológico que adoptaría la Revolución.
Emiliano Zapata fue elegido a la antigua usanza de los pueblos indígenas y campesinos: por la elección de los representantes más respetables de sus comunidades con base en el prestigio, respeto y calidad ética que la persona despertaba entre el grupo. En ese sentido, el ejército zapatista era democrático y popular.
Con todo, el zapatismo no tuvo nunca una visión nacional de la Revolución, sus pretensiones eran locales.
Francisco Villa construyó una estrategia bélica sustentada en el uso del ferrocarril y a través de él movilizaba su ejército, utilizaba vagones como hospitales y bodegas de abastecimiento.
Sin duda alguna, la División del Norte no hubiera sido lo mismo sin las líneas ferroviarias existentes Despreciaba al movimiento obrero y campesino, pues no le importaban sus demandas sociales. Jamás dejó de ser un terrateniente ambicioso.