Colaboraciones

Charlas de Taberna | Por Marcos H. Valerio | Desempleada en busca de oportunidades.

Desde sus 18 años, Angie trabajó durante 10 años en una dependencia pública. Tras el cambio de administración le pidieron la renuncia. Su experiencia para buscar empleo era nula, pues había sido su único trabajo desde que terminó la preparatoria.

Actualmente es madre soltera, por lo que a diario sale en busca de trabajo, así la rutina por 10 meses. La renta y las comidas han consumido el poco ahorro. Ahora empiezan aumentar las deudas.

En una noche de insomnio tuvo una idea, ya no podía más. Por la tarde, pidió a su mamá le cuidara a su hija. Ella regresó al cuarto que renta, buscó entre sus cosas una diminuta falda, una blusa entallada, una amiga le prestó unas zapatillas bastante altas y tras verse por varios minutos en el espejo, pensaba: “sólo es carne, no voy a dar amor”.

Finalmente, reculó, guardó la ropa y siguió buscando un lugar para trabajar. Pasaron dos semanas más, no hallaba un espacio laboral, las deudas crecían y ahora ya no podía dormir. La idea de ofrecer su cuerpo nuevamente rondaba en su mente.

Esta vez era viernes, pidió a su mamá cuidara de su niña y dijo que regresaría por ella hasta el otro día. Tomó el microbús y el Metro hasta llegar a la estación Chabacano, esperó unos minutos sobre Calzada de Tlalpan y los curiosos empezaron a acercarse. Sólo preguntaban: ¿cuánto?, hasta el momento no caían clientes.

Al paso de 15 minutos llegaron tres sexoservidoras, acompañadas de un tipo alto y regordete. Era su padrote. Entre todas la sujetaron, la cachetearon porque estaba invadiendo su zona de trabajo. Su ropa quedó en pedazos.

Por último, el sujeto se ofreció a cuidarla, a cambio tendría que pagar mil pesos diarios. Esa cantidad le incluía protección para que los clientes no la golpearan, los policías no la levantaran y un horario para que las demás chicas no la maltrataran.

“Mil pesos es mucho”, respondió. “¿Cómo sé que los voy a juntar y si un día no junto los mil pesos, qué hago?”

El hombre la observó. Preguntó si nunca se había dedicado a la prostitución.

Angie respondió que era la primera vez que se paraba en la Calzada de Tlalpan.

El hombre regordete le advirtió que tenía que trabajar ocho horas, no había día de descanso, si deseaba descansar, tenía que pagar los mil pesos.

Al no aceptar, nuevamente fue golpeada, llamaron a elementos policiales, quienes la subieron a la patrulla, le exigieron su moche y, al no darles, se cobraron a la mala. La violaron. La dejaron cerca del Metro Portales.

Le advirtieron que no regresara, pues para la próxima no sólo sería violada, también la desparecerían.

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