Colaboraciones

Charlas de Taberna | Por Marcos H. Valerio | Cuando más se amaban se fue.

Carlos tenía 10 años de casado y pensaba que tenía un matrimonio sólido. Alguna vez había escuchado acerca de infidelidades, aunque eso era algo que no estaba en sus planes. Él nunca pensó que trabajar al lado de Kory marcaría su vida y el inicio de una bella y triste historia.

Se cansó de asegurar que ella no encajaba en sus gustos, aunque en varias ocasiones se descubrió pensando en Kory. Su primer pensamiento de la mañana era para ella y su única preocupación era apoyarla en sus proyectos cotidianos.

Kory también decía que jamás sería infiel, pues se consideraba una mujer de casa, sin embargo, iniciaron los primeros flirteos. Lo que empezó como un juego se convirtió en constantes citas, las cuales consistían en tomar café o quizá una copa, pues la mujer no daba el último paso. Después de que Carlos dio un ultimátum, la dama aceptó.

En la intimidad, Kory confió a Carlos que de niña había sido vejada constantemente por su abuelo paterno, hecho que le trastornó, al igual que sus padres no creyeran en sus palabras. Eso hizo que ella jamás volteara a ver su propio cuerpo.

Ese día, como tantos otros, las citas consistían sólo en escucharla, a oscuras, sin pasión. Después de varias citas, Carlos volvió a dar otro ultimátum a Kory: “ya te escuché, pero no podemos estar viéndonos y nada más, ya es el momento de entendernos mejor”.

Ella aceptó, aunque su única condición fue que la habitación se mantuviera a oscuras y ellos bajo las sábanas, pues Kory no permitía verse desnuda. Y así empezó la historia pasional.

Ella se puso a dieta, adelgazó demasiado y las citas fueron más cotidianas. Después confesó que nunca se dio cuenta en qué momento empezaron a tener relaciones sexuales sin apagar la luz y sin esconderse bajo las sábanas. El trauma de no ver su cuerpo se había borrado.

Pasaron 4 años y, aunque ellos lo negaban, estaban enamorados. No sabían cómo pasó, en qué momento comulgaron sus cuerpos para convertirse en uno. Y un día Kory, sin decir adiós, cuando más amaba a Carlos, simplemente partió.

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