Charlas de taberna | Marcos H. Valerio | Víctima del coronavirus.
Era casi media noche, la terminal de autobuses del Norte estaba vacía, la epidemia de coronavirus arrasó con los viajeros, que en su mayoría se resguardaba en sus hogares.
Ocho pasajeros como mínimo o se cancelaban las corridas de autobuses, advertían los responsables de la central camionera mediante el sonido.
Al bajar del autobús, la perito psicóloga, Laura Alor, se le acercaron los maleteros, se amontonaron a su alrededor para ganar alguna moneda, su sorpresa fue, que no llevaba maletas, por lo que regresaron decepcionados a sus lugares.
Tras caminar unos pasos, abordó un taxi de sitio, el operador se veía cansado, de mal humor; quien ya encaminado le comentó que llegó a formarse desde las seis de la tarde y que su turno terminaba a las 12 de la noche. Agregó que era su único y último viaje del día.
«La situación económica se está poniendo cada vez más difícil, no hay trabajo, a veces estamos formados todo el día esperando pasaje y nos vamos en blanco. Tengo esposa e hijos que mantener, tuve que meterme a trabajar a un lavado de autos para sacar algo para comer, no sé qué voy a hacer”, decía desesperado el chofer.
Con voz entrecortada, continuaba: “A mis compañeros se les acercó un gestor para tramitar los créditos de 25 mil pesos que ofrece el gobierno, ellos ya metieron sus papeles, pero no les han dado nada”.
Les dijeron que llamaran a un teléfono y les contesta una grabadora, nadie los atiende. Primero dijeron que no nos iban a cobrar intereses, ahora nos piden el diez por ciento», dijo en tono de preocupación.
“Lo cierto es que, no sabemos qué va a pasar mañana, la realidad no espera y necesitamos seguir trabajando para subsistir”, agregó.
Tras desahogarse, todo se tornó en silencio, ya no hubo más comentarios.
He aquí, pensó Laura, una víctima más del coronavirus…