Charlas de taberna | Marcos H. Valerio | Llegó al lugar equivocado.
Esteban era médico, sin embargo, durante un año y ocho meses estuvo desempleado. En el mes de noviembre, por fin, consiguió laborar en una clínica particular.
Era el momento de luchar por su esposa y por su hijo, por lo que pidió hacer varias guardias, incluidas algunas suplencias.
En diciembre recibió su primera quincena. Además de su salario le pagaron tiempo extra y bono por desempeño.
Al enterarse de su remuneración tomó el teléfono y se comunicó con su esposa para transmitirle la buena noticia. Además de prometerle el abrigo que ella tanto anhelaba pidió que le pasara el teléfono al pequeño Edgar, a quien sólo le dijo: “¿Qué crees? Esta Navidad sí va a llegar Santa Claus y vamos a cenar rico”.
Era momento de festejar, los tragos amargos habían pasado. Ahora le tocaba trabajar y estaba dispuesto a realizarlo arduamente.
Esteban abordó el Metro y bajó en la estación Coyuya, de la línea 8. Al bajar fue interceptado por dos individuos, quienes con pistolas lo amenazaron para exigirle sus pertenencias.
En milésimas de segundos pensó en la carita del pequeño Edgar y la decepción que se llevaría su esposa. Decidió enfrentarlos.
Sólo logró noquear a uno, pues el otro accionó el arma y lo hirió en la espalda.
Una patrulla que pasaba por el lugar escuchó las detonaciones y logró detener a los agresores. La ambulancia llegó pronto a dar auxilio a Esteban, sin embargo, ya estaba muerto.