Charlas de taberna | La caja mágica de los objetos navideños | Por: Marcos H. Valerio
En el rincón más alto del armario, donde el polvo apenas se atreve a posarse, una vieja caja de cartón comienza a vibrar de emoción. Llegó la temporada de Adviento, es diciembre, el mes más esperado por su peculiar grupo de habitantes: los objetos navideños. Durante todo el año han aguardado en la penumbra, acumulando historias de años pasados y sueños de momentos por venir. Ahora, su tiempo de brillar está cerca.
Adentro, una estrella de plástico dorado estira sus puntas y murmura con determinación: “Estoy lista para iluminar las esperanzas olvidadas. Este año seré la guía que necesitan”. Su brillo, aunque tenue en la caja, promete un esplendor celestial cuando corone el árbol de Navidad.
Cerca de ella, un montón de esferas de vidrio murmura emocionado. “Es nuestro turno de reflejar cada sonrisa y cada lágrima de nostalgia”, dice una esfera azul cobalto que lleva años sin una sola grieta. Sus compañeras, doradas, plateadas y rojas, acuerdan que este año serán más resplandecientes que nunca, devolviendo la calidez de cada rayo de luz que las toque.
Un rollo de papel para envolver regalos, enrollado como un soldado listo para la acción, conversa con su inseparable compañero, un moño rojo con bordes dorados.
“Guardaremos secretos hasta que llegue el momento de revelarlos. No hay nada como el sonido del papel rasgándose y el brillo de la sorpresa en los ojos de un niño”, declara el moño, que aún conserva el aroma a pino del año pasado.
Más al fondo, las figuras del nacimiento se preparan con solemne paciencia. El ángel, un poco descolorido pero orgulloso, se asegura de que el Niño Jesús esté bien envuelto en su mantita de cerámica.
“Este año, más que nunca, recordaremos a las familias que la esperanza nace en los momentos más humildes”, dice el ángel mientras acomoda al buey y la mula.
No lejos de ellos, las luces navideñas despiertan con un chisporroteo. “¡Este año vamos a bailar!”, gritan, y se encienden y apagan como si estuvieran ensayando una coreografía. Cada foco, de colores vibrantes, promete alegrar las noches largas de diciembre.
En un rincón de la caja, una pequeña campanita de bronce escucha en silencio. Cuando todo está listo, hace sonar su alegre tintineo. “Es hora”, proclama. “Llevemos la magia de la Navidad a todos los rincones”.
Y así, uno por uno, los objetos emergen de la caja, listos para transformar el hogar en un escenario de ensueño. La caja, ahora vacía, sonríe en su corazón de cartón. Ha cumplido su propósito: guardar no solo adornos, sino también la promesa de la alegría, la unión y el amor que solo la Navidad puede traer.