Análisis | Por: Pedro Luis Noble Monterrubio | Tensión EUA – China por Taiwán
En las últimas horas hemos conocido de un conflicto binacional entre dos de las grandes potencias del orbe, como lo son los Estados Unidos de Norteamérica y la República Popular China. Para contexto común, desde Washington y Beijing se tiene a una tercera nación como el epicentro de esta compleja coyuntura internacional y esta es la pequeña isla de Taiwán, ubicada a aproximadamente 180 km al este de China.
De entrada, debe advertirse que China a través del gobierno encabezado por Xi Jinping no reconoce a Taiwán como una república, ni como una nación o Estado independiente. De tal suerte que, al ser catalogada como una región insular dentro del yugo del régimen chino, en los mismos términos que Hong Kong o Macao, por ejemplo; es que Taiwán ha tenido que homologar su vida interna dentro de una dependencia clara a su todopoderoso vecino, China.
Esta es sin duda, una cuestión histórica propia que las crónicas datan de 1644 cuando la dinastía imperial Qing emerge al trono chino y gobierna hasta 1912, año en que es derrocada derivado de una revolución nacional con el mítico Sun Yat Sen al frente de la movilización. A lo largo de la era Qing en China, sus gobernantes cedieron territorios a otras naciones en aras de consolidar la paz en el continente asiático y fue así como en 1842 entrega a la corona británica a Hong Kong y en 1895 al ya citado Taiwán a imperio japones.
Para 1919, Sun Yat Sen fundó el partido nacionalista chino que buscó por todos los medios institucionales a su alcance, la reunificación de China y para esto estableció una alianza aún sin tener una definición comunista, con la Unión Soviética, para hacerse de ayuda militar y triunfar así en su cometido. A la muerte de Sun Yat Sen en 1925, el liderazgo nacionalista chino fue adoptado por el Chiang Kai Shek, quien combatió frontalmente al comunismo por medio de una guerra civil china con dos etapas debidamente reconocidas, entre 1927 a 1936 y de 1945 a 1949. Justo en ese impasse emergió la Segunda Guerra Mundial y hacia 1949, los comunistas chinos revalorizados para entonces y fortalecidos de nuevo, derrocaron a los nacionalistas comandados por Chiang Kai Shek, quienes huyen a Taiwán, circunstancia que hoy toma absoluta relevancia en atención a los recientes sucesos geopolíticos ligados a la isla.
Otro momento definitorio del rumbo futuro de Taiwán, se dio en 1952 cuando Japón en el marco renunció como imperio y por tanto a su soberanía sobre los territorios que en la historia le fueron cedidos, detonando así la duda fundada sobre Taiwán y que se le considere como una región de la República de China o como una nación independente, siendo que hasta este 2022, únicamente 14 países reconocen a Taiwán como país.
Así, nos situamos entonces en la clasificación del duro régimen de Xi Jinping que mantiene control estrictos sobre la población taiwanesa y sus instituciones, en virtud de que los consideran una amenaza directa a su nación ya que en Taiwán no se ven como parte de la república china y, por ende, esto permanentemente es fuente de incertidumbre por las presuntas conductas de insurrección que surgen desde Taipéi, capital de Taiwán. En el otro plano, aparecen los Estados Unidos de Norteamérica, que, con la visita de hace unas horas a Taiwán por parte de Nancy Pelosi, líder de la Cámara de Representantes, en el marco de una gira por Asia, con paradas por cierto también, en Corea, Malasia y Singapur; ha motivado reacciones en el ámbito político mundial, en virtud de que presumiblemente a los ojos de China, los norteamericanos están reconociendo indirectamente la presunta soberanía de Taiwán, contradiciendo la política de “una sola China”. Sin duda estamos en un momento de tensión que desde ya, incide en la producción tecnológica mundial.