Pobreza orilla a más de 2 millones de niños a trabajar
México, 12 de junio de 2017.- OIT dice que pese a los esfuerzos, México rebasa el promedio de América Latina donde los menores de edad laboran.
“Aquí no hay para comer”. Con estas palabras los padres de Carlos lo motivaron a buscar empleo de lo que fuera para poder contribuir con el gasto familiar y alimentar a sus cinco hermanos menores.
Con nostalgia, Carlos comenta que sí le gustaba ir a la escuela, el último grado que estudió fue primero de secundaria. Entre dientes, casi musitando, señala que le gustaría volver a estudiar algún día, pero “ahorita no se puede” porque debe trabajar. Cuando tenía 13 años se separó de su familia y partió de San Miguel Lachixola, Oaxaca, de donde es originario, con destino a la Ciudad de México para trabajar. Hace un par de semanas cumplió 15 años.
Carlos trabaja de nueve de la mañana a seis de la tarde en cultivos de flores en la delegación Xochimilco, dice que la Nochebuena es su planta preferida, no sólo por sus colores sino por los cuidados que debe tener, disfruta sembrarla y regarla todos los días para que cuando llegue la época navideña la oferte a los clientes.
Carlos es uno de los 2 millones 460 mil menores de edad que laboran en el país. La Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) señala que la mayor parte de estos niños se encuentra en el campo; indicó que hay un desplazamiento de comunidades dentro de México que conllevan a la explotación infantil.
Especialistas señalaron que la desigualdad es uno de los factores que contribuye a que prevalezca el trabajo infantil, así como el deterioro de los ingresos, lo que genera que más integrantes de una familia tengan que trabajar.
Advirtieron que la labor infantil “corta” las posibilidades de desarrollo de los niños y contribuye a que el círculo intergeneracional de la pobreza continúe perpetuándose, por lo que señalaron que se requiere de una mayor articulación de las políticas públicas de los diferentes sectores con miras a erradicar el trabajo de menroes de edad para el año 2025 y cumplir con las metas de la Agenda de Desarrollo Sostenible definida por las Naciones Unidas.
En lo que va de esta administración se han realizado inspecciones en contra del trabajo infantil en las que se han detectado 400 menores de edad laborando. Los sitios inspeccionados son la Central de Abastos en la Ciudad de México; en Jalisco se encontró a dos empresas coreanas que empleaban a niños; dos fábricas ubicadas en Saltillo, Coahuila; una en Ciudad Juárez, Chihuahua, y otra más en San Quintín, Baja California.
Datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalan que aunque se ha reducido en México la tasa de trabajo infantil en los últimos años, aún sigue por encima del promedio de América Latina, por lo que el organismo internacional considera necesario llevar a cabo un esfuerzo gubernamental para reducir el porcentaje.
Es necesario fortalecer la coordinación de diferentes políticas, como la educativa y de seguridad social, que tienen un rol muy importante para evitar la participación de menores de edad en el mercado de trabajo.
En el marco del Día Internacional contra el Trabajo Infantil, que se celebra hoy 12 de junio, la OIT aceptó que en el caso de México se ha tenido una buena colaboración con el sector empresarial para implementar esfuerzos orientados a evitar que niños se incorporen al mercado laboral.
En México existe una tasa de 8.4% en trabajo infantil, por encima de la media del promedio en el continente, que al año pasado se estimaba en 7.6%.
Desigualdad: factor para trabajo infantil
Acompañado de cuatro de sus primos, que tienen entre 12 y 15 años de edad, Carlos abandonó su lugar de origen con la promesa de que en la capital del país hay mucho trabajo.
Al día gana 120 pesos por regar las plantas, colocarlas en bolsas para su venta y cuidar los cultivos, el sueldo incluye dos comidas al día y un espacio de seis por seis metros que él utiliza para dormir, sitio que comparte con otros tres jóvenes y con herramientas para el campo.
Desde que estaba en Oaxaca, uno de sus tíos le comentó que en Xochimilco había mucho trabajo, razón por la que viajó a la capital del país con la promesa de encontrar un mejor empleo y poder enviar a su casa unos cuantos pesos.
Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) señaló que la desigualdad es un factor clave para que los menores de edad ingresen al mercado laboral; resaltó que 53% de la población infantil, que asciende a 32 millones de niños, 22 millones de ellos se encuentran en condiciones de pobreza; 4.7 millones de los cuales están en pobreza extrema, por lo que al menos una vez al día tiene dificultades para comer.
“La capacidad de ingreso se ha ido reduciendo de manera notable, lo que ha llevado a que se incremente el número de personas que trabajan dentro de una familia para lograr obtener los mismos insumos. Se incrementa el trabajo infantil cuando se destruyen los ingresos familiares. Es el tema central y básico para que tengamos persistencia del trabajo infantil, 8 de cada 10 en pequeñas comunidades y la mitad de ellos lo hace sin recibir remuneración”, enfatizó.
Resaltó que 8 de cada 10 niños que trabajan lo hacen en una actividad relacionada con el campo en pequeñas comunidades, mientras que de los 4.7 millones que se encuentran en pobreza extrema, 2.4 millones realizan actividades económicas, por lo que Pérez García advirtió que hasta que no se desarrollen políticas públicas que focalicen los programas hacia la población con mayores carencias, no se resolverá la problemática.
Niños en el campo más “vulnerables”
Nashieli Ramírez Hernández, fundadora de la organización Ririki Intervención Social, explicó que la diversificación de las rutas de los jornaleros agrícolas ha generado que los menores viajen solos en busca de trabajo, por lo que están expuestos a situaciones de explotación laboral.
“Estos niños están en procesos ligados a los jornaleros agrícolas, eso los pone en una situación de explotación y vulnerabilidad. La diversificación de rutas de jornaleros hace que los niños no viajen acompañados de sus familias, sino solos a campos agrícolas y eso hace complejo el proceso. Hace falta inspección y castigo contra quien contrate mano de obra infantil”, dijo.
Reconoció que durante esta administración ha habido avances en materia del trabajo infantil, puesto que se construyó toda una “ingeniería institucional” para la protección de los menores de edad y su incorporación al mercado laboral; sin embargo, destacó que muchos de estos avances se han quedado en la formalidad por falta de recursos.
Como parte de las acciones para combatir el trabajo infantil se ratificó el convenio 138 de la OIT para elevar a 15 años la edad mínima para trabajar.
La activista comentó que en el Presupuesto de Egresos 2017 se destinó sólo un millón de pesos para tareas relacionadas con la erradicación del trabajo infantil.
“Problema de fondo”
Para Margarita Nemesio, coordinadora de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas, el trabajo infantil, en especial en el ámbito rural, es un problema de “fondo”, puesto que en los campos agrícolas no se garantiza el acceso a los servicios básicos como la educación y la salud, además de que no hay albergues ni estancias infantiles donde los menores se puedan quedar mientras sus padres trabajan en el campo por lo que se ven orillados a laborar.
Comentó que los campos agrícolas deben contar con escuelas y al menos consultorios móviles para dar atención a estos pobladores y evitar la introducción de los menores al mercado productivo. Consideró que cualquier decisión que se tome para eliminar el trabajo infantil requiere ser consultada con los niños y adolescentes.
“En este tema jamás se toma en cuenta la opinión de niños, no se les consulta y es prioritario porque el interés superior del menor pasa por un tema de consulta, sobre todo hablando de los hijos de jornaleros agrícolas, no se han mejorado las condiciones de sus padres, lo cual está vinculado a que el mismo mercado de trabajo es el que de alguna manera orienta a que se contrate a la mano de obra infantil por las condiciones que marcan que es una población apta para ser explotada”, subrayó.
Mientras riega una parcela de malvones, Carlos relata que no sabe qué quiere ser de grande, le gustaría regresar a la escuela, pero “ahorita no se puede, no hay dinero”; ignora cuándo será el día que reingrese a un salón de clases. Entre risas dice que quiere ser chinampero porque le gusta mucho cultivar plantas.
Extraña a su familia, en especial a sus cinco hermanos, todos más pequeños que él; de vez en cuando les manda dinero “porque no siempre me va bien, no hay mucho dinero”, no obstante afirma que no regresaría a su pueblo, porque allá “está peor la situación, hay menos trabajo y menos dinero”.
Astrid Rivera | El Universal