Pantalla Nómada / ‘Dulzura americana’: la vida sin anclajes
23 de diciembre de 2016.- Excitados e indiferentes, no les preocupa su futuro. Desde su marginalidad experimentan el goce, la fiesta. Se ufanan de vender y a veces timar al recorrer ciudades y pueblos. Se acomodan en moteles baratos y viajan en una furgoneta que atraviesa América, la nación que los ve desperdiciarse. En ellos vemos jóvenes mentes de una generación arruinada por la indolencia.
La Cineteca Nacional exhibe estos días Dulzura americana (American honey, USA-UK, 2016), cuarto largometraje de Andrea Arnold, quien retrata con conocimiento de causa la realidad desesperanzadora de los magazine crews. Este filme, del que también escribió el guión, se quedó con los premios a mejor película en los Independent Film Awards y del jurado en el Festival de Cannes, entre otros.
Los llamados magazine crews son un fenómeno de este milenio. Se trata de grupos de chicos y chicas que viajan por Estados Unidos vendiendo suscripciones para revistas. Según un reportaje de Ian Urbina para The New York Times (“For Youths, a Grim Tour on Magazine Crews”, 2007), sobreviven con 10 dólares al día y pernoctan apretadamente en moteles.
Los regenta siempre alguien, quien para asegurar las finanzas exige el cumplimiento de un ritual. Aquellos quienes al final de una jornada han vendido menos, por la noche son obligados a pelear entre sí frente a todos los otros.
La realizadora inglesa, ganadora de un Óscar por su corto Wasp (2003), se alojó en los sitios y recorrió las rutas por donde los mag crews hacen su labor. De ahí que también constató los riesgos que acechan a estos chicos, muchos de ellos adictos y relacionados con casos de violencia y delito. De forma muy interesante consigue plasmar en pantalla ese mundo de vacíos.
Su película comienza describiendo la vida de Star (la debutante Sasha Lane), quien deja de buscar comida en los contenedores de basura de los supermercados y decide abandonar a sus hermanos y al papá borracho y abusador, luego de quedar encandilada con Jake (Shia LaBeouf), un destacado elemento de una tropa de chavales que viajando por el país van de puerta en puerta vendiendo suscripciones para revistas. Al unirse al grupo, Star verá que todos trabajan bajo las órdenes de la intimidante y vulgar Krystal (Riley Keough, nieta del rey Elvis).
La cinta se proyecta con una luz mucho menos pesimista de la realidad que retrata. Arnold la barniza con una historia de amor entre sus dos protagonistas, alumbrando con camaradería y hermandad la relación comunal entre estos chicos y chicas. La directora se vale también de un muy disfrutable soundtrack (Raury, Rihanna, Juicy J, The Raveonettes, Bruce Springsteen…).
Aunque no quedan de lado temáticas de prostitución, adicción y criminalidad, que le dan a la historia un tono alarmante. Al final, tras una cortina de espíritu festivo y liberal que se tiende durante tres horas de película, se revelan el pesimismo y la soledad de una generación en ruta hacia la nada.
Porque esta cuadrilla de mag crews se guía por un hedonismo como vía para el escape, para evadir una desagradable vida de decepcionantes viñetas. En pantalla, Andrea Arnold nos muestra chicos alentados por una furia contra las jerarquías y desprendidos de cualquier interés sobre el porvenir. Es ahí donde radica la romántica belleza de esta road movie a ratos fascinante.
En un filme como Dulzura Americana vemos que atrás quedó la Generación X y su ideal wannabe. Estos plebes millenials no aspiran a ningún estatus aparentemente mejor. Viven sin anclajes ni raíces, sumidos en un desencanto que aniquila todas las aspiraciones. Sólo les complace lo cool del instante, la alegría que pronto se va. Ante sus ojos el futuro luce tan amenazador que mejor deciden ‘retirarse’ del presente. Entre anarquía e impulsos, cultivan sin pudor una libertad sin sueños.
Twitter: @kromafilm
Con información de: http://www.jornada.unam.mx/