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Charlas de taberna | Alazraki, el publicista que no se guarda nada | Por: Marcos H. Valerio

Rodeado de recuerdos de una carrera que ha marcado el pulso de la publicidad en México, Carlos Alazraki no titubea al hablar. Su voz, firme y cargada de esa autenticidad que lo distingue, resuena como si estuviera conversando con un amigo de toda la vida.

A sus espaldas, décadas de experiencia en el mundo de las campañas, los slogans y las ideas que enganchan; frente a él, un presente en el que sigue siendo fiel a sí mismo, sin importar a quién tenga enfrente.

Hoy, este publicista de corazón y lengua afilada comparte su filosofía de vida, una que, asegura, lleva tatuada desde hace años y que encontró eco en una figura que marcó su forma de ver el mundo: Andrés Manuel López Obrador.

“Yo lo que hago, hago exactamente lo mismo que cuando Andrés era oposición”, dice Alazraki, con esa chispa en los ojos que delata su pasión por lo que hace. No han pasado ni siete segundos de conversación y ya deja claro que su estilo no ha cambiado, ni cambiará.

“A mi manera, claro. Yo soy un poco más mal hablado, no grosero, ojo, que hay una diferencia”, aclara con una sonrisa pícara, como quien sabe que está pisando terreno delicado pero lo hace con gusto. Y es que para él, ser “mal hablado” no es un defecto, sino un puente. “Toda la sociedad es así, no grosera, pero sí directa. Entonces, ¿por qué no hablar como ellos?”, reflexiona.

Para Alazraki, la clave está en mantener los pies en la tierra, en no perder el contacto con la realidad que late en las calles, en las casas, en las charlas cotidianas.

“Yo me bajo al nivel del que tenemos siempre con toda la gente”, explica, y su tono se vuelve casi confesional. No hay postureo en sus palabras, no hay un guion ensayado.

Habla de su vida como si fuera un libro abierto, uno que no teme mostrar sus páginas más desgastadas. “Es el mismo diálogo que tengo con mi esposa cuando discutimos el menú del día, con mis hijos cuando me piden un consejo, con mis nietas cuando me cuentan sus travesuras, con mis nueras cuando planeamos una reunión familiar. Y así, hasta con el público en general, ya sea en la República, en Estados Unidos o en cualquier rincón del mundo donde me escuchen”.

Ser real, ser uno mismo. Ese es el mantra que Alazraki repite como si fuera un lema de campaña, uno que ha guiado cada paso de su trayectoria. “No hay nada más poderoso que eso”, asegura, mientras tamborilea los dedos sobre la mesa, un gesto que parece acompañar el ritmo de sus pensamientos.

Alazraki no es de los que se esconden detrás de un lenguaje pulido o de frases hechas. “Si algo me sale con una palabra fuerte, pues que salga. Así soy yo, así me criaron, así me formé”, dice, y suelta una carcajada…

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