Apoyo familiar y social es fundamental para tratar la depresión
Ciudad de México, 13 de enero del 2025.- Una tristeza constante o una sensación de vacío, desesperanza, pérdida de interés y frustración son síntomas característicos de los trastornos depresivos. Desde el parámetro médico se considera como un cuadro depresivo cuando estos síntomas se presentan con una duración mínima de dos semanas, sin embargo, existen variaciones de temporalidad, por lo que es recomendable consultarlo con un especialista.
Desde el contexto actual, en los últimos años, este padecimiento ha adquirido una mayor relevancia debido a los efectos psicosociales originados por la pandemia de Covid-19. De acuerdo con la OMS, los trastornos de salud mental, incluyendo la depresión y la ansiedad, aumentaron un 25% a nivel mundial en el primer año de la pandemia.
Al respecto, la maestra Jimena Manero Andrade, subcoordinadora del Centro de Orientación y Atención Psicológica (COAPSI) de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ), alertó que este periodo de crisis ha dejado una huella profunda en la salud mental de la población. A unos años del confinamiento, se continúan manifestando repercusiones psicológicas que han exacerbado trastornos preexistentes y generado otros desafíos emocionales.
De acuerdo con cifras del sector salud en México, de enero a mayo de 2024, el 25.9% de las personas atendidas por condiciones de salud mental fueron por depresión. Y datos del INEGI revelan que 34.8 millones de personas en México han experimentado algún episodio depresivo en sus vidas, mientras que en el resto del mundo se estima que más de 300 millones de personas en el mundo sufren este padecimiento.
Una enfermedad multifactorial
En el marco del Día Mundial de la Lucha Contra la Depresión, que se conmemora este 13 de enero, expuso la maestra Manero Andrade, se considera necesario recordar que se trata de un fenómeno complejo, ya que como diversos estudios demuestran los estados depresivos son resultado de la relación entre factores socioeconómicos, políticos, culturales, psicológicos y biológicos.
Así, compartió que un estudio reciente de una universidad ecuatoriana, que explora el estrés académico en estudiantes universitarios en situaciones de crisis y emergencias, concluyó que el hallazgo de mayor impacto en la salud mental de los estudiantes durante la pandemia del Covid-19 es la soledad, lo cual indicaría que esta población podría constituir un grupo de riesgo para desarrollar trastornos mentales de mayor cronicidad.
La privación de contacto humano, así como la falta de apoyo social ha mermado en los mecanismos de regulación emocional y vulnerado las relaciones sociales en una escala masiva.
“Este punto de ruptura remarca la urgencia de reparación en el tejido social, por lo que se apela a la reestructuración de políticas públicas, la presencia y toma de acción de instancias de salud, espacios educativos, empresas, medios de comunicación, comunidades y grupos de apoyo, la esfera familiar y de amistad, que generen propuestas en pro de la salud mental y que se remarque la importancia de atender las diversas problemáticas sin esperar que la gravedad nos lleve a un punto de no retorno; recordemos que el suicidio es la cuarta causa de muerte en jóvenes”, aseveró Manero Andrade.
Ante el consumo excesivo de información en redes sociales y en internet, existe el riesgo de caer en sospechas o certezas erróneas, por lo que la especialista aconsejó la intervención multidisciplinaria ante la presencia de los síntomas mencionados para descartar o confirmar un diagnóstico y obtener un tratamiento integral y personalizado.
“Hemos de subrayar que el apoyo social es fundamental en el tratamiento de la depresión (y de cualquier otro padecimiento o condición), estos síntomas son visibles, no minimicemos el impacto que podría tener para una persona que vive este malestar, el hacerle saber que es visto o vista y procurar ayuda”, recomendó la subcoordinadora del COAPSI.
Las redes de apoyo ya sean familiares, amigos cercanos, grupos terapéuticos o comunidades, proporcionan un entorno seguro donde el individuo puede expresar sus emociones, compartir experiencias y recibir apoyo afectivo y práctico, éstas ayudan a reducir el aislamiento y permiten que la persona se sienta comprendida y acompañada en su proceso de recuperación.
El apoyo social también facilita el acceso a recursos y tratamientos, promueve una conexión con la terapia y reduce la sensación de soledad que muchas veces acompaña a la depresión. Además, estas redes actúan como un sistema de contención emocional que puede ser fundamental en momentos de crisis o recaídas.
En este sentido — afirmó Manero—, la creación de redes de apoyo efectivas no solo mejora la calidad de vida, sino que también contribuye a su recuperación integral, ya que el proceso terapéutico se ve complementado por el respaldo constante de quienes lo rodean.
“La depresión, aunque desafiante, puede superarse con el tratamiento adecuado y el apoyo de un entorno saludable y comprometido con la recuperación emocional”, aseguró.
Finalmente, expuso que la pandemia de Covid-19 enfatizó problemáticas sociales, políticas y económicas ya existentes, por lo que no hay vuelta atrás, no existe el llamado ‘regreso a la normalidad’ ya que, ante tal exposición, no atenderlas sería negarlas y, por ende, esto constituye un acto de violencia a la sociedad.
“La desesperanza que cuelga de los hombros ante la crisis humanitaria, ecológica, el discurso capitalista, las desigualdades económicas, las brechas y alteraciones en las relaciones sociales y más, debe ser abordada y hablada, considerarse como una denuncia que proclama un cambio”, puntualizó la especialista.
Algunos signos asociados a la depresión
- Tristeza prolongada, ausencia de emociones (anhedonia) o sentimientos de vacío, mantenidos en el tiempo.
- Pesimismo, soledad y desesperanza.
- Ideas de culpa, ruina, inutilidad o enfermedad.
- Inquietud, mal humor, irritabilidad.
- Pérdida de interés en las actividades cotidianas. Dejar de disfrutar los pasatiempos. Pérdida de motivación para realizar actividades.
- Falta de interés en las relaciones sexuales.
- Cansancio, abatimiento, falta de energía.
- Dificultad para decidir.
- Falta de concentración.
- Pérdida de memoria. Olvidar detalles.
- Alteraciones del sueño.
- Ideas suicidas.
- Alteración en los hábitos alimenticios, o bien anorexia o comer demasiado.
- Síntomas físicos: cefaleas, palpitaciones, dolores abdominales.
Con información de: https://www.eleconomista.com.mx/