Colaboraciones

Una Crónica de Recuerdos y Pasión en el Estadio | Por: Gabriela Arbeu

El camino al estadio siempre comenzaba con la misma emoción contagiosa que compartía con mi papá. Era una rutina familiar pero llena de expectativa, como si fuera la primera vez. Nos dirigíamos a ver a los Tuzos enfrentar a rivales históricos: América, Pumas o Chivas, esos clásicos que sabíamos estarían repletos de tensión y adrenalina. Recuerdo bien la mezcla de colores en las gradas, el azul y blanco de nuestro equipo ondeando en banderas y camisetas mientras el rugir de las porras se hacía cada vez más fuerte.

Los cánticos comenzaban, resonaban en cada rincón, se sentían en el pecho, en el alma. La porra, como un solo cuerpo, lanzaba sus rimas y estrofas; era imposible no unirse, gritar, saltar, y sentir que formabas parte de algo mucho más grande. Las voces se unían, cada persona coreando con la misma pasión que yo sentía. Ahí, entre saltos y coros, me sentía en casa, como si esos momentos fueran eternos.

Y cuando llegaba el gol, ese instante parecía detenerse. La multitud estallaba en júbilo, y mis gritos se mezclaban con los de todos a mi alrededor. La bandera ondeaba con fuerza, y el orgullo de ser aficionada de los Tuzos brillaba en mi pecho.

Cuando Pachuca se coronaba campeón, la emoción se desbordaba en las calles de la ciudad. Nos uníamos a los desfiles con una felicidad que no cabía en el cuerpo. Avanzábamos por las avenidas principales, siguiendo la caravana de banderas, tambores, y cánticos que resonaban en cada rincón. Todos compartíamos esa alegría, moviéndonos hacia el emblemático Reloj Monumental en el centro, donde la celebración culminaba. Era un mar de azul y blanco, una fiesta de orgullo y pasión por los Tuzos que hacía vibrar a todo Pachuca.

Hoy, a 132 años del Club Pachuca, esa pasión sigue viva, y esos recuerdos siguen siendo tan reales como el sonido de la multitud en el estadio. Llevar la camiseta de los Tuzos es más que un símbolo; es llevar conmigo cada momento compartido, cada grito de gol, cada abrazo y cada victoria.

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