Ecologia

El adorable “conejo marino”

28 de diciembre de 2015.- El velludo “conejo marino” no es un diminuto conejo que vive en el océano. La criatura que arranca exclamaciones de ternura en todo el mundo, últimamente en Internet, es un tipo de babosa marina llamada Jorunna parva.

La mayoría mide menos de 2.5 centímetros de largo, y pueden encontrarse en todo el océano Indo-Pacífico, desde Sudáfrica hasta el Pacífico central.

Aunque las imágenes más populares del animalito muestran ejemplares blancos con manchas negras, estas babosas marinas suelen ser de color amarillo o anaranjado.

El manto “peludo” de Jorunna parva está compuesto por grupos de minúsculos bastones, llamadoscaryophyllidia, que cubren todo su lomo. Están distribuidos alrededor de pequeñas protuberancias, a veces negras, que dan al conejito un aspecto moteado.

“No sabemos, a ciencia cierta, qué hacen esos órganos”, informa Ángel Valdés, experto en babosas marinas de la Universidad Politécnica del Estado de California, en Pomona. Pero “es probable que tengan una función sensorial”.

Las “orejas” del conejo –las dos estructuras que parecen antenas en lo alto de su cabeza- son, definitivamente, órganos sensoriales. Llamados rinóforos, que detectan sustancias químicas en el agua que le permiten encontrar alimento y parejas, agrega Valdés.

Los rinóforos están cubiertos de diminutas “aletas” que mejoran su capacidad de detección, permitiendo que J. parva perciba su ambiente con mucha eficacia.

En la parte posterior del conejo marino hay una estructura parecida a una “flor”: son sus branquias.

Vive de prisa y muere joven

Como casi todas las babosas de mar o nudibranquios, los conejos marinos son hermafroditas. Es decir, todos los conejitos tienen órganos reproductores masculino y femenino y cuando forman pareja para aparearse, los dos intercambian esperma.

Las adorables criaturas están equipadas con “espinas copuladoras increíblemente largas”, revela Valdés. En esencia, es un dardo que el animal clava en su compañero durante el apareamiento. Eso garantiza que permanecerán unidos mientras se lleva a cabo el intercambio de esperma, explica.

“Viven desde unos cuantos meses hasta un año”, agrega Valdés, así que cada oportunidad de apareamiento es muy importante.

Por fortuna, J. parva no tiene que preocuparse de los depredadores durante su corta vida, porque “son muy, pero muy tóxicos”, asegura el experto en babosas marinas.

“Cualquiera que intente comérselos la pasará terrible después”.

Como todas las babosas marinas del grupo al que pertenece J. parvas –los nudibranquios dóridos-, el conejo marino obtiene defensas tóxicas del alimento. Los dóridos comen esponjas, y algunas de sus toxinas también se utilizan para tratar el cáncer en seres humanos.

Algunos grupos de babosas marinas incluso roban los aguijones a las medusas para usarlos en defensa propia. Por ejemplo, las babosas del género Glaucus atacan y devoran a una de las medusas más venenosas del mundo, la carabela portuguesa.

Admire y deléitese con la criatura peludita que hoy conocemos como conejo marino. Eso sí, resista la tentación de acariciar esas lindas orejas de conejo.

Con información de: NATIONAL GEOGRAPHIC
Autor: Jane J. Lee

 

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