Colaboraciones

Charlas de taberna | Por: Marcos H. Valerio | Tras los útiles escolares

Octavio lleva más de 30 años como taxista, a diario, como dice él, “sale en busca de la chuleta”.

En su trayectoria como trabajador del volante ha sufrido accidentes, asaltos, amenazas, sustos de personajes del más allá, pero nunca había tenido una experiencia como la de hace unos días.

Eran una mañana fría de agosto, alrededor de las 7:15 recorría con su taxi la colonia Anáhuac, una señora de unos 28 años junto con su niño de primaria le solicitó el servicio. Se sentó en el lugar de copiloto. Ya abordo, la mujer simuló que había olvidado el monedero.

“En verdad fue muy fingido, me pidió que le prestara para comprar un juego de geometría y dos cuadernos. Paramos frente a una papelería y posteriormente me dijo que llevaríamos al niño a la primaria y después la regresaría a su casa para pagarme el servicio y el dinero que le había prestado”.

Durante el trayecto escuché que el niño le decía a su mamá que iban con mucho tiempo, que se regresaran por el monedero y que, además, nunca utilizaban taxi. La mujer simuló no escuchar y trataba de ser muy amable conmigo. Nuevamente, el niño la interrumpió preguntándole por qué vestía esa falda tan corta y arreglada, si siempre utilizaba pans por las mañanas. Intuí que no me iba a pagar.

Efectivamente, como decía el niño, era temprano; por lo regular los niños de primaria entran a las 8:00 u 8:15 y sólo eran dos cuadras pequeñas. Bueno, ahí yo pude bajarla, pero seguí con el juego porque la señora me gustó.

Al bajar a la papelería a comprar los útiles escolares observé sus piernas, se agachaba muy leve y la falda se le subía. Cuando notó que la observaba, se agachó nuevamente para levantar la mochila.

Una vez que dejamos al niño en la escuela, nuevamente se sentó en el lugar del copiloto, fingidamente se subió la falda, nerviosa me coqueteó y me tocó el antebrazo, en el semáforo se cruzaron nuestras miradas, me sonrió y pidió me parara un momento.

Le pregunté que en dónde; me dijo que donde pudiera, pues iba hacer otras compras. Le respondí que me señalara qué iba a comprar para pararme en el lugar adecuado, además ya no traía más dinero para prestarle. Inmediato me ordenó: “párese ahí porque ya casi llegamos”.

Me estacioné y nerviosa me comentó que a su hijo le urgían dichos útiles escolares y que no tenía dinero, ya que su esposo tenía tres semanas que los había abandonado y que estaba dispuesta a pagarme de otra forma, pero que la alejara de la colonia para no ser vista.

La llevé a un hotel, me dijo que no iba a entrar, pues era mucho por unas escuadras y dos cuadernos; bueno, como no traía más dinero terminé estacionándome frente a un deportivo.

Sus piernas eran muy firmes, la falda prácticamente se la quité. De regreso le sugerí pasar por ella en la noche, una vez que consiguiera dinero para ir a un hotel. ¡No aceptó! Ni me dijo su nombre, se lo pregunté en varias ocasiones, pero nunca respondió.

Durante dos días, la traje en la mente, decidí regresar a la primaria, la intercepté, pero no me dirigió la palabra y apuradamente se encontró con varias señoras, lo que me impidió acercarme, seguro ya no quería nada. Por cierto, llevaba pans, como el niño había comentado. Por tercera ocasión la busqué y nada.

– ¿No me diga que se enamoró?, le pregunté al taxista.

– No, pero por jodido no llegué a más, imagínese mi oportunidad en charola de plata y la dejé ir.

A veces, cuando estás parado en las avenidas, observas a las señoras que traen la intención de pedirte dinero, dudan mucho, hacen pausas, no son claras, te piden que las lleves a tal lugar, pero no se notan convencidas, quizá porque es la primera vez, la falta de dinero las obliga a esas acciones.

– ¿Qué tipo de pausas?

– Mmmh, paran un taxi, observan al chofer y si les da confianza abordan el auto, intercambian palabras y no se sientan en la parte trasera, sino en el lugar del copiloto.

– ¿No cree que para muchas es su modo de vida?

– Sí las hay, esas son bien directas, paran el taxi y le dicen antes de subirse, dame para mi droga o necesito tanto, vas o no, son gente que ya perdieron el pudor, personas sin estilo.

– ¿Puede que haya una que lo hizo por necesidad y después, para ya no trabajar, lo repiten?

– Claro, pero como son señoras, las conocen en su colonia, en su barrio, lo hacen en otros lugares. Además, los taxistas ya somos colmilludos, los que aceptan no les van a dar 500 pesos, les ofrecen mucho menos.

– ¿Pero hace rato me dijo que si aceptaba ir con alguna pasajera le daba toda la cuenta?

– Bueno, ese soy yo, pero los demás taxistas son bien gañanes, se aprovechan de la necesidad de la gente y le digo: 100 pesos es mucho, les dan 20 o 50 pesos.

– ¿Pero no llegan al sexo?

– Todo depende de la mujer, acuérdese que el hombre llega hasta donde la mujer quiere…

OTRAS HISTORIAS: ¡ÚTILES CAROS!; O COMPRAN CHINOS O RECICLAN

Abarrotadas las calles del Centro Histórico por padres desesperados por conseguir los útiles escolares a precios económicos. Sin conocerse se pasan “el tip”, en tal establecimiento hay promociones o tales ofertas.

Papelerías e incluso, comercio informal, aprovechan la temporada tanto para ofertar productos baratos chinos, o bien de calidad, pero a precios costosos.

Las zapaterías al igual que establecimientos de mochilas, también ofrecen “bueno, bonito y barato”. Sin embargo, algunos consumidores comentan que en realidad aumentaron sus precios, es decir, lo alteraron y ahora al “dizque”, bajarlos aún son caros.

En entrevista a algunos padres de familia, coinciden que este año se ha incrementado los precios de los útiles escolares. Más aún, tienen más de un hijo en la escuela.

Los que acostumbran tenerlos en escuelas privadas, pagaron inscripciones, uniformes que coincidentemente en este año, todos cambiaron de diseños, batas y tenis.

Algunos padres de familia, más hábiles, han optado por reciclar algunos útiles escolares, como cuadernos, colores. Incluso libros que utilizaron en años pasados otros niños, siempre y cuando estén en óptimas condiciones para reducir un poco los gastos y les alcance para lo demás.

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