Agujero negro en el centro de nuestra galaxia no está tan dormido
París, 22 de junio del 2023.- Se creía que el coloso estaba dormido, pero resultó más glotón de lo que se creía: Sagitario A&ast, el agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea, experimentó recientemente un potente estallido de actividad tras devorar los objetos cósmicos a su alcance.
El festín ocurrió hace 200 años y el satélite espacial IXPE de la NASA detectó recientemente un eco del hecho, según un estudio publicado en la revista Nature.
Sagitario A&ast (Sgr A&ast), que debe su nombre a su detección en la constelación de Sagitario, se encuentra a 27 mil años luz de la Tierra, en el corazón de nuestra galaxia. Fue observado por primera vez en la década de 1990 por astrofísicos y su presencia fue comprobada en imágenes hace un año.
Con una masa de alrededor de cuatro millones de soles y 13 mil millones de años de antigüedad, «siempre se ha considerado como un agujero negro inactivo», declaró a Afp Frederic Marin, del Observatorio Astronómico de Estrasburgo, quien dirigió los trabajos.
Sgr A&ast se encuentra en estado de quiescencia, como la mayoría de los agujeros negros de los centros galácticos que se han tragado toda la materia de su radio de atracción.
«Imagine un oso que entra en hibernación después de devorar todo a su alrededor», acotó Marin investigador del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia.
Pero su equipo descubrió que a finales del siglo XIX (un período que se establece al calcular la distancia), el monstruo salía de su letargo y engullía el gas y el polvo que pasaban cerca de él, durante varios meses o un año, antes de volver a dormir.
Durante este período, Sgr A&ast estuvo «al menos un millón de veces más brillante de lo que es hoy», señaló Marin. Esto equivale a la potencia de los agujeros negros supermasivos extremadamente activos que originan los cuásares, como su congénere M87&ast de la galaxia Messier 87, a 55 millones de años luz.
El momento de más apetito de Sgr A&ast fue delatado por una radiación inusual procedente de las nubes moleculares en sus inmediaciones: gigantes formados por gas y polvo helado, «por definición fríos» y que «no deberían emitir tanta luz en rayos X», que invisibles para el ojo humano, según el investigador.
Con información de: AFP