Es una bendición que en una sola nota pueda ser reconocido entre miles de guitarristas
Nueva York., 19 de junio del 2023.- “No me gusta la costa ni drogarme”, señaló Santana. “Quiero llegar al ring y noquear. De esa manera el árbitro no puede robarme la pelea”.
De 75 años, todavía enloquece a una multitud como pocos. Lo ha hecho desde que irrumpió en la escena de San Francisco a finales de los 60. Dejó a la audiencia de Woodstock aturdida y atónita antes de que saliera su primer disco.
El nuevo documental de Rudy Valdez, Carlos, que se estrena en el Festival de Cine de Tribeca y que Sony Pictures Classics lo llevará en otoño a los cines, narra el ascenso meteórico de uno de los guitarristas más singulares de la historia del rock.
Santana, quien empezará una gira por Estados Unidos el miércoles, habló recientemente por zoom desde su casa en California. Ha estado en San Francisco desde que su familia (su padre tocaba el violín en una banda de mariachis) se mudó de México en los años 60.
“No tengo más que buenos recuerdos. He desarrollado amnesia celestial selectiva”, contó.
–¿Cómo es ver una película de su vida?
–Es extraño. Es interesante ver a esta persona esforzarse constantemente y creer que pertenece al escenario con estos increíbles músicos. ¿Quién hubiera pensado que un minuto estoy lavando platos en Tic-Tock (Drive-In) y al siguiente estoy en el escenario con Jerry García y Eric Clapton y me miran como si definitivamente tuviera algo que ellos quieren? Todos dirían: “¿De dónde sacaste eso?” Y yo decía: “Bueno, cuando escuchaba esto, oía a un músico gitano húngaro llamado Gábor Szabó”. Y también bateristas, aprendí mucho de los africanos. También a revolver los huevos de manera diferente. Los chicos de Creedence Clearwater solían decir: “¿Cómo llamas a la música que estás tocando?” Y respondo: “Ritmos africanos con guitarra de blues”.
–¿Cómo era San Francisco cuando llegó allí por primera vez en los años 60?
–Cuando llegué aquí, fue un desafío. Básicamente pensé que todo el mundo conocía a John Lee Hooker. Tuve que empezar todo de nuevo. Afortunadamente, Los Rolling Stones estaban saliendo y se escuchaban las mismas cosas que yo: Little Walter y Howlin’ Wolf y Muddy Waters.
–Aún así, sólo tenía 19 años cuando se presentó por primera vez en el Fillmore West.
–Desde niño me hice una reputación en Tijuana por tocar el violín y ganar la mayoría de los concursos de radio. Cuando vine a Estados Unidos, comencé a ganar un concurso de radio con mil bandas. Estábamos entre los tres primeros. Todo lo que he hecho por gracia me dio la confianza de que puedo estar en el escenario con Jerry García o Michael Bloomfield o Peter Green, y luego con Tito Puente y con Miles Davis.
Todos necesitan un abrazo
–¿Había un elemento espiritual en la música para usted desde el principio?
–Todos en este mundo necesitan un abrazo sincero para estar seguros de que no estaremos condenados a chocar contra una pared de ladrillos, que iremos a la pared y lograremos convertirnos en arquitectos creando el cielo en la Tierra. De Bob Marley a Bob Dylan, Marvin Gaye, Same Cooke, todos hablan de lo mismo: Todo lo que necesitas es amor. Si tú y yo tuviéramos la oportunidad de hacer autostop con Bezos o Elon Musk, y tomamos el transbordador espacial y subimos fuera de la estratosfera y miras el planeta, no hay banderas allí. Arriba no hay paredes. Allá arriba no hay tiempo. Y así es como trato de tocar mi música: fuera del tiempo y fuera de la gravedad.
–¿Cómo caracterizaría su relación con la guitarra?
–Mi guitarra es mi mejor amante, siempre. Los amantes van y vienen, pero tu relación con la guitarra, sea de la marca que sea, se mantiene. Es tu relación con ese sonido. Cuando pones los dedos sobre esa nota, te dan escalofríos. Descubres la sensación de recibir el primer beso francés. La música sin emoción, pasión o sentimientos es sólo ruido inteligente.
Santana siempre ha tenido un sonido de guitarra distintivo. “Lo obtuve de mi papá porque me enseñó a tocar el violín y hacer una nota con el arco. De mi mamá, su tenacidad y convicción. Su coraje se derramó sobre mí. Es una verdadera bendición y un regalo que en una sola nota puedas ser reconocido entre miles y miles de guitarristas del mundo.
–En la película, cuenta cómo Jerry García le dio mescalina poco antes de que subiera al escenario en Woodstock.
–Dios, por favor déjame estar en sintonía y a tiempo”. Podría haber puesto un gran huevo delante de todo el mundo. Daba miedo mirar a la audiencia. Pero lo que trascendió fue la confianza de mi madre: Dios está a tu lado. ¿Cómo puedes equivocarte?
–Habla de haber sido abusado sexualmente entre los 10 y los 12 años. ¿La música le trajo algo de sanación de esa experiencia?
–Todo lo que puedo decir con certeza y claridad es que yo no soy lo que me pasó. Sigo siendo tal como Dios me creó, con pureza e inocencia.
Con información de: Ap