Charlas de taberna | Por: Marcos H. Valerio | Músicos urbanos, parte del paisaje xochimilca
Entre la riqueza de la cultura xochimilca se encuentran los músicos urbanos, que con guitarra, violín, marimba u organillero amenizan las plazuelas, parques, embarcaderos, mercados, calles y avenidas.
El violinista Vicente comenta que interpreta valses, los cuales gustan tanto a habitantes como a turistas. “No importa las inclemencias del tiempo o si la pandemia por COVID-19 arrecia, mitigamos el dolor al interpretar melodías clásicas, norteñas, boleros o corridos”, puntualiza mientras unas monedas hacen ruido al caer en el estuche del violín.
Otros músicos urbanos colocan sombreros o jícaras para recolectar el sustento. Para juntar más, algunos se acompañan de otra persona o integrante de la familia, quienes sin alejarse piden “algo que no afecte su economía”.
Se ven en distintos puntos turísticos, mercados públicos o iglesias, tienen que moverse constantemente, ya que tienen que completar para el gasto. Cuentan con un amplio repertorio, “pues si los vecinos escuchan la misma canción o melodía todos los días, ya no depositan su cooperación”, explica don Toño, cantante y guitarrista de oficio.
Comenta que hace años tocó en un trío, incluso cantaba en algunas cantinas en los pueblos y barrios de Xochimilco. “La mayoría fueron cerrados y el trabajo escaseó, por lo que tuve que salir a las calles a cantar”, recuerda.
“Actualmente, algunas personas me contratan para amenizar alguna reunión, pero cada vez son menos. El trabajo está afuera y las monedas son pocas, por lo que te debes esmerar para ganarte el sustento”, afirma.
Por su parte, el organillero don Jaime explica que el organillo que carga entre plazuelas y jardines pesa alrededor de 80 kilos. “Cualquiera lo toca, pero no cualquiera lo carga”.
Agrega que renta el organillo por 250 pesos diarios, “por lo que tenemos que movernos de zonas para sacar la renta y lo que queda es para la chuleta”.
Mientras tocan o cantan, algunos turistas curiosos dejan un billete para escuchar el repertorio. “Los corridos son los que más gustan”, coinciden don Toño y don Jaime.
Son parte del paisaje urbano, juglares que desde épocas antiguas alegran por un momento a los transeúntes, por lo que ni el frío, calor, lluvia, ni mucho menos la pandemia los borra de las calles citadinas.