Cultura

Narran los lazos entre Cuba y México con 80 fotos exhibidas en La Habana Vieja

La Habana, 05 de mayo del 2022.- La afinidad de Cuba y México es profunda e histórica, pero también espontánea y emotiva, como lo demuestra la fascinación de una mujer afrocubana bajo el sol temprano de La Habana por el nexo solidario, musical, diplomático y artístico entre ambos pueblos, que se plasma en la exposición Cuba-México, naciones hermanas.

Ella observa la muestra ubicada en la verja del Castillo de la Real Fuerza, desarrollada por la delegación mexicana como parte de su aportación artística, editorial y de pensamiento por su papel de país invitado a la edición 30 de la Feria Internacional del Libro de La Habana (FILH).

Ahí se da cuenta de las corrientes que atraviesan ambos países y se han plasmado en momentos de tragedia, goce y diálogo musical, creativo e intelectual, que comenzaron aun antes de la llegada de los españoles al continente.

Las relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre ambos países comenzaron en 1903 y el intenso intercambio este año incluye la visita del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a la isla el próximo fin de semana.

La mañana de abril en Cuba es de una luminosidad blanquecina que resalta las claridades de La Habana Vieja, sobre todo en la bahía que mira al noroeste y permite la vista del imponente baluarte Parque Histórico Cultural Fortaleza-La Cabaña y este brazo del mar Caribe.

A nivel de la calle, la escena es luminosa: la mujer realiza una concienzuda lectura del texto que acompaña las fotos, se detiene y parece reflexionar sobre las imágenes. Pasa ordenadamente de una a otra mientras la brisa marina le mece los cabellos rizados y su colorido ropaje.

Las parejas pasean en la Plaza de Armas, frente al Castillo de la Real Fuerza, donde la leyenda cuenta que Isabel de Bobadilla y Peñalosa esperó a su esposo y murió al saber que no regresaría. Se convirtió luego en emblema sentimental del ser cubano. La deliciosa sombra producida por árboles bajos es disfrutada por turistas y nacionales.

El Castillo de la Real Fuerza fue construido durante la dominación española para resistir a los piratas y fue centro de la defensa habanera contra la artillería y la agresión inglesa en 1762. Ahora es parte de la lista de patrimonio de la humanidad de la Unesco, junto con el sistema de fortificaciones de la ciudad y el casco histórico.

Ese fue el lugar elegido para remarcar la importancia del añejo entramado entre México y Cuba. En las rejas del bastión fueron colocadas 80 láminas y una narración sobre las claves que anudan a ambas naciones.

Honrosa autonomía

Destaca el encuentro del embajador mexicano en la isla, Gilberto Bosques, con Fidel Castro y Ernesto Che Guevara en 1964, que marca un hito de honrosa autonomía por el respaldo al país caribeño contra las sanciones impuestas por la Organización de Estados Americanos como efecto de la revolución cubana.

En los años 50, Gilberto Bosques había ganado relevancia por haber protegido y dado refugio a republicanos españoles perseguidos durante la Guerra Civil española y a judíos en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Llegó a Cuba en 1953. Son casi desconocidas sus gestiones de rescate para líderes de la oposición en la isla, convulsa bajo el régimen de Fulgencio Batista. Incluso fue el artífice del asilo en México a los hermanos Castro, después del asalto al Cuartel Moncada.

Al triunfo de la revolución cubana y el creciente distanciamiento con Estados Unidos, realizó labores diplomáticas para acercar a ambas naciones, en un momento con amargas consecuencias que a la fecha continúan.

En los carteles suspendidos en las rejas del bastión habanero se plasman y explican momentos como el exilio de Benito Juárez. Las imágenes del adusto Benemérito de las Américas contrastan con el calor de la isla, donde fue lector en una tabaquería y, se dice, aprendió a torcer las hojas de tabaco, lo que le serviría después para subsistir en Nueva Orleans.

En el recuento, se incluye la tragedia de Francisco I. Madero en los momentos previos a su ejecución por los amotinados contra su gobierno y los intentos de salvación que realizó el embajador cubano en México, Manuel Márquez Sterling.

El también ajedrecista refirió que el político mexicano le dijo: “No saldrá el tren a ninguna hora” y con resignación le regaló un retrato. “Guárdelo usted en memoria de esta noche desolada”.

Las historias que hablan de estos momentos trascendentales comienzan con los indígenas mayas y taínos y continúan en apartados como “Fraternidad por la independencia”, “El arte nos une”, “Revoluciones amigas” y “Las ideas nos liberan”.

Un poco más adelante, la delgadez del letrista e intérprete Agustín Lara y la edad corta del compositor Juventino Rosas atestiguan desde su sitio y prefiguran lo que estallaría en unos minutos. La música vive en la calle.

Se explican las tres obras del muralista David Alfaro Siqueiros que existen en la isla. Los beisbolistas fijos en los carteles junto a El Santo y Mantequilla Nápoles hablan de su época.

La vida continúa. Este aspecto de la FILH, que se desarrolló del 20 al 30 de abril pasado, tiene un sonido de son montuno en la Plaza de Armas, donde unos hombres toman sus instrumentos y tocan. Se animan. La algarabía se generaliza en los alrededores. “¿Dónde está la gente, señores?”, canta uno de ellos. Le responden a coro: “¡Fuera de día!” Suenan las maracas y se intensifican las voces.

La magia cultural de Cuba no se crea ni se destruye, sólo se condensa. Poco antes algo flota en el tiempo, en el ambiente y en el momento menos pensado pero más sentido comienza el canto en coro, el baile, la fiesta, la sonrisa, la gran fiesta.

Tres parejas de paseantes se acercan, se detienen, son impelidos a la libre danza; un hombre enseña pasos a la chica. Las mujeres comienzan el vaivén de la cadera con sabrosura; el goce les sube a la cintura y estalla en hombros y brazos levantados con dignidad y garbo. Sus risas de nube. Entonan convencidos “Fuera de día”.

El viento armoniza esta música con mar. Las notas ya cargadas de sentido se adentran en las calles a mezclarse con las historias de siglos, de sueños, orgullo, desdichas y placeres. Así el mediodía en La Habana.

Con información de: https://www.jornada.com.mx/

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