Colaboraciones

Acervo | Por: Pedro Luis Noble Monterrubio | La autonomía del Banco de México

En el marco de la renovación de la Gubernatura del Banco de México, posición a la que, según el anuncio del titular del Ejecutivo Federal será propuesto el hasta ahora Secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera Gutiérrez ya la recomposición económica después del azote de la pandemia sanitaria, es que han surgido dentro de los corredores financieros amplios análisis tendentes a valorar el estado actual del BANXICO y su concepto de autonomía constitucional.

La institución de banca central conserva su mandato de ley en torno a asegurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional. Así es como en los años recientes, la sólida valuación del peso mexicano ha fortalecido el perfil crediticio de nuestro país, a pesar de los efectos inflacionarios que se han repetido dentro de nuestro sistema económico.

Previsible como es, que el Senado de la República ratifique en unos meses la propuesta del Titular del Poder Ejecutivo Federal que sustituirá a Alejandro Díaz de León, se vendrá un nuevo sello en la conducción de la política monetaria nacional y en la administración de reservas. Esto dentro de la coyuntura post COVID de reapertura de las actividades económicas a lo largo del país, a las transformaciones que está viviendo el sector energético mundial, la recomposición de la relación con los Estados Unidos de Norteamérica bajo la presidencia de Joe Biden, el sello propio de la administración del gobierno federal en materia de política social con la operación de sus programas institucionales o las inversiones en proyectos estratégicos en infraestructura nacional entre otros.

Surgirán también diversas decisiones en torno a la estrategia de captación de divisas y sobre la búsqueda en el incremento a la calificación del grado de inversión en México, otorgada por calificadoras y estándares internacional y la evaluación de la trayectoria de la inflación. Estos aspectos hacen a la política monetaria más predecible, disminuyendo la incertidumbre y facilitando las decisiones de los agentes económicos

El México actual requiere notoriamente de la confianza del público inversionista, de estabilidad macroeconómica y esa condición va aparejada de que se cuente con un banco central sólido, legitimado, pero marcadamente transparente y autónomo en su dirección. Por tanto, su próximo titular y la Junta de Gobierno que le acompañe en esa gestión tendrán la misión clara de mostrar un grado de solvencia importante que mitigue cualquier riesgo de orden financiero a través de sus tasas de referencia.

La rectoría económica del BANXICO será determinante también para continuar los procesos de modernización del sector financiero instaurados por el todavía Gobernador Díaz de León, como por ejemplo, los sistemas de pagos interbancarios, conocidos normalmente como SPEI, la renovación de los billetes y monedas de cursos legal que circulan en el país y la regulación a los productos de crédito otorgados por las instituciones de banca múltiple, con un enfoque nuevamente preponderantemente de rescate económico por la pandemia que controle las mejores tasas de interés, tarifas y comisiones bancarias.

No deben quedar dudas, a pesar de cualquier proyección que prácticamente asegure el rumbo del país en la macroeconomía, deberá subsistir la cautela de la política acomodaticia, teniendo un seguimiento puntual a la escalada o decrecimiento de precios de materias primas según corresponda ya un factor fundamental que es nuestra posición geográfica en Norteamérica y la influencia que ejerce México en América Latina. Antes, como eje rector del actuar del Banco de México prevalecerá su autonomía aún sobre presiones, sesgos o afrentas. De no hacerlo así volveremos a vivir los escenarios económicos de los sexenios de Luis Echeverría y de José López Portillo. Quien no conoce la historia, está condenado a repetir los mismos hechos.

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