Charlas de taberna | Por: Marcos H. Valerio | Acoso en universidad insurgentes a estudiante
Gaby es una mujer introvertida, se caracterizaba por ser una estudiante destacada, por lo que al llegar a la facultad consiguió una beca en la Universidad Insurgentes. Durante los primeros semestres tuvo un promedio de calificación de 9.5.
Justo a la mitad de la licenciatura, por cuestiones económicas de sus padres, le impidió asistir a clases. Una vez que se presentó, una profesora preguntó el motivo de su ausencia.
La respuesta fue sincera: “No tuve dinero para los pasajes”.
De manera burlona, frente a sus compañeros, la catedrática (si es que se le puede llamar así), respondió que había una forma de conseguir recursos: “Taloneando”.
El alumnado no emitió ningún comentario, sin embargo, los problemas comenzaron en la siguiente clase. Un compañero bromeó frente a un profesor misógino, que Gaby estaba pensando “talonear”, por lo que secundándolo la interrogó: “Cuánto cobras por hora”.
Molesta, se dirigió con el coordinador académico de la escuela, quien defendió al profesor agresor y sin pedir otros testimonios o pruebas, respondió que estaba calumniando, “y si continuaba con esa conducta, sería expulsada”. Incluso, reiteró que la joven estudiante seducía y provocaba al maestro.
Los días posteriores fueron una pesadilla, la humillaban en clases, le gritaban y promovían para que los demás alumnos, incluso de otros grados le faltaran al respeto. Fue tanta la presión, que tuvo que darse de baja temporal, un cuatrimestre.
Al regreso, la ubicaron en otro grupo, pero se vio afectada en sus calificaciones, la reprobaron en varias materias, por lo que presentó 10 exámenes extraordinarios. Su promedio bajó a seis y perdió la beca.
Más tarde, al iniciar la tesis, Gaby se encontró nuevamente con los profesores agresores, éstos, eran los sinodales que revisaban y aprobaban las investigaciones, por lo que, reprobó.
La joven estudiante realizó cuatro veces la tesis, el argumento era que presentaba un pésimo trabajo, sin dar más explicaciones, señalamientos o comentarios.
Ante tal situación, Gabriela tuvo que buscar un asesor externo, es decir, acudió a Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). A su vez, presentó los extraordinarios, los cuales, apenas aprobó con seis.
Por fin la tesis ya estaba terminada, ya tenía fecha para presentarse al examen de titulación, pero temía ser nuevamente víctima de los profesores agresores, desesperada acudió con la directora del plantel y le expuso su situación.
Aparentemente, la profesora tomó cartas en el asunto y les advirtió que si se enteraba de alguna anomalía, iban a enfrentar las consecuencias.
Asimismo, la directora le sugirió a la estudiante que llevara testigos, por lo que se presentó con su mamá y su novio. De parte de la escuela estaba el coordinador académico y la subdirectora.
Según ellos, dicha tesis sólo ameritaba siete de calificación, por lo que, lanzaron un ultimátum: “Te quedas con el siete o no respondemos de lo que pueda suceder”.
En ese momento, Gabriela recordó: “Después de tanta tragedia, ya tardé tres años más para titularme, me quedo con el siete”.
Hoy reflexiona: “Este mal me persigue a la fecha. Actualmente no puedo continuar con mi maestría, ya que en la Universidad Autónoma de México me piden como mínimo ocho de promedio”.
Esta es mi historia como estudiante, donde fui violentada por la plantilla de docentes. Sin embargo, sugiero a las mujeres que sufren algún tipo de agresión se mantengan en pie, no dejarse humillar y denunciarlos ante alguna instancia que las sepa representar.