¿Anticonceptivos para insectos? Sí, es real y es un arma contra las plagas.
- Esas y otras especies reducen los rendimientos agrícolas hasta en 40% a nivel mundial, por lo que algunas startups ya elaboran bioplaguicidas que evitan la reproducción de algunas de ellas.
La familia de Adam Baldwin utilizó por años productos químicos para evitar que las plagas, como el gusano cogollero, devoraran el maíz, la soya y el sorgo. Aunque los pesticidas eran efectivos para erradicar a los invasores, también exterminaban insectos benéficos como las catarinas, que ayudan a controlar los pulgones que cubren los cultivos con un residuo pegajoso y reducen la producción. Pero durante los últimos dos años, Baldwin, un agricultor de quinta generación en Kansas, ha usado un virus cultivado en laboratorio para eliminar a los gusanos sin afectar a los otros insectos. “Es muy específico para ese solo insecto, un producto seguro”, apunta. “Exterminó lo que queríamos, pero no lo que no queríamos”.
Baldwin usa Heligen, un virus natural recolectado de orugas infectadas que se rocía en los cultivos a la primera señal de infestación. El virus se propaga entre los insectos, y cada insecto infectado se convierte en una fuente de infección para los demás, ofreciendo mayor protección al cultivo a medida que pasa de generación en generación. “Una vez que el virus se introduce en los gusanos, éstos mueren, se licúan y liberan millones de nuevas partículas de virus”, explica Peter Berweger, director ejecutivo de AgBiTech Pty Ltd., la compañía que fabrica Heligen.
El virus es parte de un creciente número de medios que proveen protección natural para los cultivos, desde bacterias y feromonas sexuales de insectos hasta sustancias derivadas del veneno de araña. Las ventas globales de estos productosse duplicarán a 10 mil millones de dólares anuales para 2025, predice la firma de análisis DunhamTrimmer LLC. Si bien eso es apenas una fracción de los 61 mil millones de dólares que los agricultores gastarán en agroquímicos en 2020, las alternativas están ganando terreno con los inversionistas.
Las startups dedicadas a la protección biológica de cultivos obtuvieron 184 millones de dólares en capital de riesgo en 2019, cinco veces más que en 2018, estima PitchBook. “Nuevas empresas emergen casi mensualmente en el sector”, detalla Mark Trimmer, socio gerente de DunhamTrimmer.
Los gigantes de la industria del control fitosanitario también están tomando nota. La unidad de capital riesgo de BASF SE ha invertido en Provivi, que vende feromonas que impiden el apareamiento al dificultar que los insectos se encuentren entre ellos. Bayer, que está desarrollando tecnologías centradas en microbios que pueden proteger a las plantas de enfermedades y plagas y ayudarlas a absorber mejor los nutrientes, también se ha asociado con Joyn Bio para explorar los probióticos, bacterias benéficas que pueden mejorar el rendimiento de los cultivos y reducir los fertilizantes químicos. Al mismo tiempo, Syngenta AG ha invertido en quince startups del sector en la última década. “La ciencia que está dándose en este campo es extraordinaria”, menciona Corey Huck, quien dirige la división de protección biológica de cultivos de Syngenta.
Las plagas, los hongos y las malas hierbas reducen los rendimientos agrícolas hasta en un 40 por ciento a nivel mundial, con un costo anual de un billón 400 mil millones de dólares, según CABI, una organización británica no lucrativa que investiga la agricultura. El daño está creciendo a medida que muchos insectos desarrollan resistencia a los tratamientos convencionales, lo que provoca que los agricultores utilicen aún más productos químicos en sus campos. Eso causa, a su vez, un rosario de preocupaciones sobre el costo ambiental y la seguridad de compuestos como el herbicida Roundup de Bayer, blanco de más de 40 mil demandas que lo vinculan con el cáncer.
Los defensores de los productos agrobiológicos, por otra parte, sostienen que los bioplaguicidas son más seguros que los métodos convencionales porque se centran en especies individuales, y es probable que sean autorizados bajo las regulaciones que rigen los productos orgánicos, permitiendo a los agricultores que los usan vender sus cosechas a un mayor precio.
“Los consumidores lo quieren y los innovadores ven un camino hacia el mercado, por lo que el crecimiento es inevitable”, dice Rob Dongoski, jefe de agronegocios de Ernst & Young LLP.
Según estimaciones del investigador de mercado Mordor Intelligence, hay al menos 200 empresas que venden bioplaguicidas. AgBiTech tiene siete productos de virus destinados a combatir parásitos que atacan a docenas de especies de plantas.
Vestaron fabrica insecticidas a base de veneno de araña para combatir insectos que infestan frutas y verduras en invernaderos. Agragene está utilizando la edición genética para criar moscas de la fruta estériles para liberarlas en huertos o plantaciones de berries, donde se aparean con hembras silvestres, que luego producen huevos no fertilizados. “Es un método anticonceptivo para insectos”, resume Gordon Alton, CEO de Agragene. “No es un insecticida per se. Para empezar, evitamos que nazcan”.
Aun así, hay muchos obstáculos para la aceptación generalizada de los agrobiológicos: pueden ser incluso más caros que los pesticidas tradicionales y con frecuencia requieren mayor atención por parte de los usuarios.
Los agricultores deben aplicarlos dentro de una ventana de tiempo relativamente corta, y dado que contienen organismos vivos como virus, hongos o bacterias, a menudo necesitan refrigeración, un desafío en los países en desarrollo. Y aunque Estados Unidos ha simplificado las licencias, muchos otros países los regulan como los productos tradicionales, lo que significa que la aprobación puede tardar años.
El agricultor keniano Kelvin Sauroki está a la espera de la aprobación de Fawligen, un virus de AgBiTech destinado a controlar la oruga militar, que ataca los cultivos en todo el mundo. Sauroki dice que los agricultores que conoce han tratado de combatir la plaga aplicando tóxicos como el ácido de batería y el aceite del motor. “Están desesperados”, cuenta. Él ha usado productos químicos convencionales, pero la creciente resistencia lo obligó a fumigar cada cultivo varias veces.
Fawligen, por el contrario, funcionó después de una sola aplicación en una prueba en noviembre. Pero Sauroki no puede conseguir más porque el gobierno de Kenia aún no ha autorizado su venta comercial, aunque espera que eso ocurra antes de volver a sembrar en abril. “Rezo por eso”, añade. “Es más barato y seguro”.
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