Una mirada a los lacandones de Chiapas
Los lacandones se llaman a sí mismos hach winik, que significa “verdaderos hombres”. La palabra lacandón deriva del Chorti Lacam-Tum, que significa “Gran peñón” o “Piedra erecta”.
Este vocablo fue aplicado durante la época colonial por los españoles para designar a los grupos indígenas que se refugiaron en el are selvática que hoy conocemos como Selva Lacandona.
La lengua lacandona, también llamada Hach tan o Hach t´an, pertenece al tronco maya, familia yucateca. Son considerados originarios de la Península de Yucatán y del Petén Guatemalteco.
Los lacandones habitan en el estado de Chiapas ocupando la zona conocida con el nombre de Selva Lacandona y cuyos límites son: al este el río Usumacinta y Salinas; al sur con la frontera de Guatemala, al norte la vía férrea del sureste, al noroeste la carretera Ocosingo-Palenque y al suroeste el océano Pacífico.
Este pueblo indígena está dividido en dos grupos: los del norte ubicados en Nahá y Metzaboc; y los del sur, ubicados en la localidad de Lacan ha Chan Sayab.
Una de las actividades económicas que realizan es la ganadería de tipo extensivo en los terrenos agrícolas que se encuentran en periodo de descanso o barbecho, también se practica la caza y la recolección de leña y plantas que se utilizan para construcción de sus casas, instrumentos agrícolas y utensilios de cocina.
Otra fuente de ingreso económico es la elaboración de collares de semillas, objetos de barro y de madera que generalmente son representaciones antropomorfas o de personajes de la tradición oral, así como arcos y flechas de bejuco.
Entre los ritos colectivos propiciatorios se encuentra el ofrecimiento de las primicias agrícolas que se llevan a cabo entre agosto y septiembre y el de renovación de incensarios que se lleva a cabo cada seis años.
El patrón de asentamiento tradicional entre los lacandones se caracteriza por núcleos de parientes que oscilan entre los seis y 15 individuos agrupados en torno a un jefe de familia que generalmente es el hombre de más edad y quien funge como guía espiritual.
Su sistema religioso se basa en los ciclos de la naturaleza. Los lacandones consideran que en los tiempos míticos, los dioses supremos habitaron la tierra y que sus moradas eran los grandes centros arqueológicos asentados en la región, como son Palenque, Yaxchilán y probablemente Piedras Negras.
Los lacandones practican el culto a las divinidades solares y lunares, y a partir de éstas se establece un ordenamiento jerárquico que desciende hasta los dioses secundarios. Tienen además una concepción cíclica del tiempo; es decir, la creencia en eras sucesivas.
Los ritos lacandones se clasifican en dos categorías: prácticas propiciatorias y prácticas expiatorias exorcizantes. Algunas involucran al grupo de parientes y se llevan a cabo de manera periódica y otras atañen a cada individuo o a sus partes más cercanas. Los lacandones interactúan con choles y tzeltales, quienes llegaron a asentarse en la selva recientemente.