- El museo carrillo gil exhibe la obra del artista sueco que eligió a México como su país de residencia
Estimulado por los libros de arte prehispánico de su madre, Waldemar Sjölander (1908-1988) comenzó a viajar a México. En realidad, se trataba “de un viaje utópico”: el sueco imaginó que con su expedición “encontraría la ensoñación tropical” que otros artistas ya habían buscado. A Waldemar le interesaba el color de este país.
Antes de iniciar la II Guerra Mundial estuvo aquí y en 1946 se estableció de manera definitiva: el Istmo de Tehuantepec calmó su ansia estética. En su país, Sjölander ya había alcanzado renombre, formó parte del grupo los Coloristas de Gotemburgo, que exploraban la experimentación técnica y la innovación en el color.
Los matices de las mujeres tecas, las ceremonias juchitecas y el folclor de la región, dice la curadora Paula Duarte, acabaron conquistando al artista. Aquí estableció relación con Diego Riveray Orozco; su trabajo, extendido a la cerámica y la escultura, se expusó al menos cuatro veces en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Pero su rastro cayó en el olvido.
Cuatro décadas después de su muerte, el Museo de Arte Carrillo Gil rescata al artista con la exposición Färg/Color. El racionalismo contemporáneo de Waldemar Sjölander, que reúne 75 piezas en cuatro núcleos, que van desde sus inicios hasta su muerte. El sueco sería indispensable en la conformación de los nuevos lenguajes plásticos posteriores al muralismo.
Con información de: https://heraldodemexico.com.mx/