Viacrucis, sobrevivir en Venezuela
- La escasez ha provocado un éxodo de profesionistas y un amplio hueco en la salud y educación
Familias con miembros en países diferentes, abuelos que siguen el crecimiento de sus nietos a través de las pantallas de la computadora o del teléfono, oficinas con escritorios vacíos, salones de clase ocupadas parcialmente, consultorios en los que ya no se encuentra a los médicos, odontólogos y especialistas que atendían allí.
Esta situación, como muchas más, padecen aquellos venezolanos que permanecen en su país en espera de un cambio.
Por ejemplo, varias ciudades de Venezuela, incluida la capital, comenzaron ayer a recuperar paulatinamente el suministro eléctrico, tras el apagón que paralizó al país durante tres días.
Claudia Vargas experta en migración y profesora de la Universidad Simón Bolívar destacó la pérdida de capital intelectual y de la fuerza de trabajo como otra de las consecuencias de la emigración. Organizaciones de distintos sectores económicos enfrentan dificultades para ubicar y contratar gerentes, técnicos y personal con competencias específicas.
Hasta septiembre de 2018 se reportó el retiro de 6 mil profesionales de enfermería de distintos centros asistenciales, de ellos 5 mil emigraron, según informó a este diario, Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermería del Distrito Capital, citando datos de la Encuesta de Hospitales.
“Tenemos hospitales en una situación bastante comprometida, es el caso del Hospital Central de San Cristóbal, donde solamente queda el 23% de los profesionales de enfermería, ya que la mayoría de nuestros colegas prefieren cruzar la frontera, ir a Colombia a prestar sus servicios, donde les van a cancelar como mínimo 300 dólares, mientras que en Venezuela el salario de un profesional no llega ni siquiera a seis dólares mensuales”, afirmó.
Tras siete meses sin ir al cardiólogo, Jesús Hurtado intentó obtener una cita, pero su especialista se había ido a Ecuador, desde allí le dio los datos de uno de sus colegas, pero él se había ido a Colombia, así que le recomendó a un tercer cardiólogo, pero tampoco pudo atenderlo porque emigró a Argentina. Al cuarto intento logró ser atendido por una especialista de confianza. “Cada vez que necesito ir a consulta cruzo los dedos porque no sé si todavía sigue aquí”, dijo.
“Me sentí desamparada, desvalida”, afirmó Milfri Pérez al relatar cómo experimentó la emigración del osteópata que le atendía en los momentos de crisis por una afección que padece en la columna.
La búsqueda de una vida mejor e ingresos suficientes para atender necesidades básicas, y de mayor seguridad, son algunas de las razones que en 2018 llevaron a la emigración de cinco mil personas por día, según estimaciones de la Acnur y de la Organización Internacional para las Migraciones.
Datos preliminares de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2018, realizada por la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Católica Andrés Bello y la Universidad Simón Bolívar, indican que ese año en un millón 130 mil hogares había emigrantes.
“De 40 personas que estudiaron conmigo en bachillerato, se fue más de la mitad y en la universidad cuando empecé el primer semestre, éramos 25 estudiantes y ahora somos ocho, los demás ya no asisten porque no tienen transporte o se fueron del país”, relata Paula Mena, estudiante universitaria.
Según estimaciones de la Federación Venezolana de Maestros, alrededor de 20% de 438 mil docentes de instituciones educativas públicas se ha retirado de las aulas por razones entre las que se encuentra la emigración.
Orlando Alzuru, presidente de esta federación advierte que esto ha traído una disminución en la calidad de la educación.
“La mayoría de los profesores que emigran son formados tanto en institutos de Formación Pedagógica, como en universidades y tienen una carrera de cinco años, más una experiencia acumulada (…) Han sido sustituidos en muchas oportunidades, por personas que no reúnen los requisitos”, dijo a este diario.
Texto: El Heraldo de México | Foto: Especial