Cultura Cívica y Construcción de Ciudadanía | Esteban Ángeles Cerón
La construcción de ciudadanía ante el anquilosamiento de los partidos políticos y la falta de respuestas a los problemas políticos, económicos y sociales, exige la vertebración de un panóptico en el que sobresalgan tres tesis de la cultura cívica.
Esta trilogía identifica la crisis de representatividad, que ha diezmado la participación ciudadana, e impone la necesidad de un nuevo diseño en la funcionalidad del sistema de partidos. A ella se une la crisis de legitimidad político-institucional, cuya pandemia marca la incertidumbre social y la atomización ciudadana. Completa esta secuencia la crisis cognitiva del espacio público, que enfrenta el tejido social por la erosión de la conciencia cívica.
Este escenario de debilitamiento del Estado, producto de una democracia incompleta que extravía al ciudadano y provoca la concurrencia absurda de élites ciegas que hoy amenazan la estabilidad y la armonía social, exige planteamientos de fondo ante la evidente carencia de gobernanza y gobernabilidad.
¿Cómo proceder para lograr el fortalecimiento de la cultura cívica y encauzar la construcción de nuevos mecanismos de participación ciudadana?
Dos problemas subyacen para responder desde la ciudadanía. En primer término, las crisis citadas denotan un vacío orgánico de conducción social, lo que demanda congregar desde un órgano libre, abierto y plural, el cauce de un nuevo arquetipo de ciudadanía. El segundo lugar, lo constituyen la universalidad del espacio público y la pedagogía política, condiciones que imponen la necesidad de lograr el ascenso de una conciencia clara frente al quehacer público.
En este contexto, hay que considerar que ante la atomización del tejido social, debe surgir un macrosujeto capaz de congregar las aspiraciones y anhelos ciudadanos para cocrear la tarea pública a través de una nueva dimensión de la voluntad soberana, que promueva el ejercicio de acciones y estrategias de democracia directa.
Con esta lógica, hemos postulado potenciar el intelectual orgánico para que pueblo y gobierno estrechen vínculos solidarios, que permitan planificar de manera democrática un ejercicio de gobierno que atienda los vacíos de poder y la conducción política que contrarreste los abusos del ejercicio del quehacer público; imperativo del que se desprende la génesis de un Instituto de Participación Ciudadana.
Es contundente que la construcción de ciudadanía no se hace al margen de la cultura cívica; pero no es menos cierto que el dinamismo y fuerza de la sociedad civil enfrenta hoy un serio problema de apropiación del espacio público. La creación de un macrosujeto de la conciencia,con herramientas que potencien la inteligencia social e institucional, emanado de la iniciativa ciudadana, no puede esperar, ni se debe posponer su creación, porque la lectura de la realidad devela que una sociedad atomizada no puede hacer frente a los retos de la Nación.
No podemos equivocar las virtudes de la política.
Se cuenta con la vertiginosa fuerza de la sociedad civil, transversal a cualquier acción del Estado, para recuperar la esperanza y el dinamismo ciudadano, haciendo política más allá de una formal representación unidimensional.
Entendamos con claridad: ciudadanía y gobierno no son antípodas o vectores opuestos. Es necesario reedificar como producto de una nueva cultura cívica, la concepción del espacio público que nos permita avanzar en la construcción de un nuevo ciudadano, aquel que conoce lo que hace su gobierno y toma de manera corresponsable las decisiones que lo edifican.
Si se crea un organismo ciudadano proclive a redimensionar la cultura cívica y el espacio público, edificaremos política con el Estado, condición vital para contrarrestar los arquetipos mesiánicos, el gatopardismo, el ascenso del populismo y, definitivamente, frenar al autoritarismo fascista que hoy se cierne sobre los hombres de nuestra tierra y el mundo.
Avanzar en la construcción de ciudadanía implica crear una revolución de la cultura, donde el civismo recupere el aliento perdido de la Nación; evite caer en el burocratismo de algunos planes y programas de gobierno concebidos como paliativos sociales; o en la ejecución de políticas públicas de escritorio, que hoy parecen desahuciar al ciudadano, que languidece lo mismo en el campo que en las grandes urbes, sin identidad, sin confianza y como huérfano de la clase política que lo mira como pordiosero.
¿Cómo recuperar la dignidad y la confianza ciudadana?
Esta es la verdadera tarea del Estado. Exige invertir los protocolos en la toma de decisiones, jamás obviar la fuerza de la sociedad civil, nunca reducir a comparsa al tejido social, ni hacer a la pedagogía política educación parvularia, porque ello ha fraguado el fracaso de la política.
Si verdaderamente la clase política desea dignificar su labor, debe caminar con paso firme, escuchando al ciudadano, pavimentando el camino de una reingeniería constitucional que sea producto de la voz del pueblo, y no discriminar a través de la vendetta ideológica, religiosa o racial. Esa es la esencia de su misión, que se ha extraviado, perdiendo con ello la credibilidad y confianza de la sociedad.
El alumno aprende escuchando, asimila la edificación educativa y la potencia en la praxis. ¿No es esta la mayor lección que deben aprender de la política docta los políticos, para co-representar unidos a las mujeres, a los hombres, y a su pueblo?
No existe la representación política al margen del espíritu ciudadano. Apostemos por la inclusión, creamos en la Nación, pero desde su génesis: el pueblo.
Hoy que la clase política pone en juego el destino de la Nación en el proceso electoral, no puede olvidarse que el pueblo no es un abstracto; que se constituye por hombres y mujeres, que tienen el genuino derecho a ser respetados, más allá de una plataforma programática y por encima de ella.
El ciudadano no puede ser reducido al voto en una urna, porque su voluntad no responde a la planificación sexenal, sino a la conciencia cierta de que el fin último del gobierno es la dignidad humana.
Construyamos un macrosujeto de conciencia ciudadana; demos el gran salto que extinga el déficit de inteligencia política y, sólo así, dejaremos de ser una sociedad en crisis.
Agenda
- El TRIFE dispuso en una sentencia dividida cuatro contra tres, la inclusión del candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” en la boleta de la elección para la Presidencia de la República. Esta determinación insólita, contrasta con la certidumbre de un proceso iniciado, que defendieron ante la opinión pública.
- La Presidencia de la República de Chile firmó el decreto que crea el Consejo Nacional de Participación Ciudadana y Fortalecimiento de la Sociedad Civil, para asesorar a la Presidencia de la República.