Pueblos Originarios

KIKAPÚ

 

LOS KIKAPÚ, UNA TRIBU DE LOS GRANDES LAGOS

Antes de la llegada de los europeos, los kikapú habitaban, junto con otros indígenas, en el bosque situado al Noreste de lo que hoy día es el territorio de Estados Unidos; vivían principalmente de la caza de venados y osos.

Su vida era semisedentaria porque durante el invierno se dedicaban a la caza y durante el verano a la recolección de frutos silvestres, al cultivo de maíz y frijol, y a la pesca. Debido a esta diversidad de actividades necesitaban un territorio muy amplio, en especial para la cacería. Además, los límites de su hábitat eran indefinidos, ya que ocupaban la extensión que les permitiera satisfacer sus necesidades. Antes del contacto con los europeos, los kikapú vivían en la Región de los Grandes Lagos, entre el lago Michigan y el lago Erie, al sur del actual estado de Michigan.

LOS KIKAPÚ, UN PUEBLO EN MOVIMIENTO CONSTANTE QUE VIGILA AL MUNDO

La razón de su vida errante está en su nombre mismo: kikapú. La palabra tiene dos ortografías distintas: kikapú (kikapús o kikapúes) en español, y kickapoo en lengua inglesa. Estas voces provienen del término kikaapoa, que significa “los que andan por la tierra”.

Algunos autores relacionan también este nombre con la palabra kiwigapawa o kiwikapawa, que quiere decir “el que se mueve por aquí o por allá” (Department of the Interior, Office of Indian Affairs; 1910).

El vocero de la tribu kikapú, Makateonenodua, atribuye al término el significado de guardián del mundo: “Nos platican nuestros abuelos que Dios formó el mundo y una pareja de personas para que vigilaran el mundo, el universo. Eso es lo que significa kikapú. Los kikapú son los vigilantes del universo”.

De acuerdo con estas definiciones, los kikapú se representan como un pueblo elegido para vigilar el mundo. Los kikapú pertenecen a la familia lingüística del grupo central de los algonquinos, junto con los sauk y los fox, los miami, los shawnee, los menominos, los peoría, los chippewa, los potawatomi y los ottawa, entre otras etnias.

EXPULSIÓN DE SU TIERRA NATAL

La historia de las tribus norteamericanas se puede resumir como la historia de la expulsión violenta de su territorio, un despojo que llevaron a cabo primero los colonos europeos (franceses y británicos) y después los norteamericanos, quienes escondieron su avidez por la tierra en las líneas de la doctrina del “Destino Manifiesto”.

Con él justificaron su expansionismo territorial, al considerarse elegidos para predicar el evangelio a los “pueblos salvajes”.

Los protestantes aplicaron esta modalidad de colonización con el argumento de que merecían el éxito y la riqueza de las nuevas tierras, porque las cultivaban, a diferencia de los indios, que las tenían ociosas.

El periodo de dominio francés (1610 a 1763) se caracterizó por el intercambio comercial de pieles con los nativos y el desplazamiento de las tribus; los sioux (siouanos) y los iroqueses, por ejemplo, avanzaron hacia el territorio kikapú en busca de castores. Por esta razón, los kikapú pidieron a los franceses, a los fox y a los mascouten, por el año de 1650, que los ayudaran a defender su territorio.

La ofensiva conjunta de los kikapú y los franceses contra los iroqueses, en 1687, terminó en la época de la Guerra del Rey Guillermo III (1688-1697). Ésta fue una lucha entre franceses e ingleses en la que finalmente los iroqueses fueron empujados hacia el suroeste de los Grandes Lagos. Sin embargo, la tierra liberada entre los lagos Erie y Michigan ya no fue considerada indígena, sino propiedad francesa. Para evitar la matanza, entre 1727 y 1765, los kikapú se deplazaron hacia el sur; llegaron a Illinois, Indiana y Iowa, y se dividieron en diferentes grupos, los cuales mantenían un contacto estrecho (Wright y Gesick; 1996, pp. 5-7).

El grupo de la pradera, o Prairie Band, se estableció en Illinois, y el grupo de Vermillion, al oeste del río Wabash en Indiana (ibid., p. 7). Después, cuando Francia cedió la Luisiana a España en 1763, un grupo menor, bajo el mando del jefe Serena, se trasladó al lado del Misisipi, con lo cual se impuso un límite a los británicos en su expansión colonial; no obstante, este movimiento también constituyó una ayuda para los españoles que estaban cerca de San Louis (Gibson, 1963; p. x). Después de la guerra contra los franceses y los nativos, los británicos se apropiaron del territorio de la Nueva Francia, cuya ocupación fue ratificada por el Tratado de París en 1763; es decir, el sur del río Ohio perteneció a partir de entonces a los ingleses, lo cual despertó la alarma entre los kikapú (ibid.; pp. 21- 25) y entre las demás tribus de los Grandes Lagos, sobre todo por la discriminación de que eran objeto.

La invasión británica en el territorio kikapú empezó cuando los ingleses, entre 1735 y 1763, llegaron hasta el valle de Ohio buscando un nuevo camino comercial que pasara por Illinois hacia Luisiana, y ofreciendo productos más baratos que los franceses, como el brandy y las armas de fuego.

VICTORIA Y DERROTA DE LA RESISTENCIA KIKAPÚ Y DE OTRAS TRIBUS

Como respuesta a esta invasión británica (1763-1771), en el año 1762 los kikapú se unieron al movimiento panindio de Pontiac, jefe de los ottawa que seguía las enseñanzas del profeta Neolin, pues dicho movimiento representaba una unión de las tribus de los Grandes Lagos contra los soldados británicos. Sin embargo, sobrevino una catástrofe: los guerreros indios se contagiaron de viruela.

Este brote epidémico explica la conducta del comandante Amherst al expresar al oficial Henry Bouquet su táctica: “Usted haría un gran favor al contagiar a los indígenas con cobijas infectadas, y aplicar cualquier método para exterminar a esta raza horrible “ (Josephy; 1996, p. 257). A pesar de estas vicisitudes, los kikapú no cejaron en su lucha contra los europeos y, posteriormente, contra los estadounidenses.

La resistencia de la tribu kikapú continuó ante la invasión norteamericana.

En 1783, cuando entraron los colonos al territorio kikapú, la autonomía de este pueblo se vio amenazada, al igual que la de muchas otras tribus. Tras sufrir diversos tipos de vejaciones que incluían desde varias formas de tortura hasta el asesinato, en 1786 una delegación de guerra formada por un grupo de entre 400 y 700 kikapú y miami juraron matar a todos los estadounidenses; así, unos 300 guerreros de los kikapú junto con otros de diferentes tribus del noroeste, y bajo las órdenes de sus líderes Little Turtle y Blue Jacket, vencieron en batallas a los invasores norteamericanos en las cercanías de Fort Wayne, Indiana, en 1790, y del río Wabash en 1791.

En estas batallas murieron 623 oficiales de Estados Unidos, mientras que del lado de los nativos sólo se registraron 21 bajas. El sabor de la victoria les duró poco, ya que el ejército norteamericano se fortaleció con la llegada de nuevos inmigrantes.

Ante una amenaza de 2 200 soldados estadounidenses, Little Turtle se rindió. Los indios atacaron sin esperar las órdenes de Blue Jacket, lo cual dio pie a la derrota decisiva en Fallen Timbres (1794). Esta derrota ocasionó la pérdida de dos tercios de su territorio, lo cual quedó registrado en el Tratado de Greenville (1795). El 30 de julio de 1819 se negoció una estrategia con los kikapú de Illinois en el Tratado de Edwardsville, y el 30 de agosto del mismo año se intentó convencer a los kikapú del río Wabash, mediante el Tratado de Fort Harrison, para que ambos grupos abandonaran su territorio en Indiana e Illinois, a cambio de tierras al lado del río Osaga en Missouri (Gibson; 1963, p. 80).

Además, según el Tratado de Castor Hill, de 1832, los kikapú tenían que entregar la titularidad del territorio de Osage River en Missouri, a cambio de Missouri River, cerca de Fort Leavenworth en Kansas (Kappler; 1963, pp. 365-367) con una reducción drástica de su territorio, de 2 millones 48 mil a 768 mil acres (Gibson; 1963, p. 111).

Este periodo del traslado al oeste del Misisipi3 se conoce como el “camino de las lágrimas”, en el cual “hombres, mujeres y niños fueron despiadadamente asesinados, mientras trataban de cruzar” (Nevins y Steele; 1994, p. 185). Los kikapú de Illinois, bajo el mando de Mecina, rehusaron desplazarse al otro lado del Misisipi, argumentando que no podían dejar la tierra donde estaban enterrados los huesos de sus antepasados. Por eso, varios kikapú se unieron a la resistencia de Black Hawk, jefe de los sauk, con el fin de enfrentarse a los norteamericanos. Sin embargo, cuando su jefe y 150 guerreros fueron capturados, se perdió la última esperanza de resistencia.

ÉXODO A MÉXICO

Como consecuencia del desplazamiento territorial, la estructura económica de la tribu cambió, ya que su vida de cacería quedó limitada a la extensión de la reservación de Kansas, sobre todo cuando una gran parte de su territorio fue parcelada y vendida a los promotores del ferrocarril y a los especuladores de la tierra. El Tratado Northern Kikapoo, de 1854, autorizó a la compañía Transwestern Railroad que atravesara la reservación kikapú en Kansas. Sin embargo, este tratado fue declarado fraudulento, porque no había sido firmado por los jefes de la tribu, sino por personas sin autoridad para hacerlo; además, se había presionado a la población para que firmara, con la amenaza de traer tropas al territorio kikapú (Gibson; 1963, pp. 130-133). Aunque el acuerdo fue suspendido por el presidente Abraham Lincoln y el Congreso de Estados Unidos en 1863, el reparto de la tierra prosiguió, en especial por la llegada de nuevos colonos y la construcción de una autopista que cruzaba la región (Nelson; 1975, pp. 38, 41). De esta manera, los kikapú, ahora con actividades seminómadas, terminaron convirtiéndose en agricultores sedentarios. Además, la moral del grupo decayó al percatarse de que se intentaba asimilarlos culturalmente por medio de misioneros, fraudes y corrupción de los colonos y empresarios de ferrocarril que mataban a los búfalos y ofrecían alcohol a los desesperados indígenas.

El grupo se dividió y los de tendencias más guerreras no estuvieron de acuerdo con la vida sedentaria de los de espíritu más pacífico, que eran seguidores del profeta Kennekuk, de modo que decidieron buscar su libertad, primero en Texas y luego en Coahuila, México. Así las cosas, los kikapú, junto con un grupo de indios seminoles y mascogos, bajo el mando del jefe seminol Wild Cat, hicieron una petición al Gobierno Mexicano en 1850 para obtener tierra en este país a cambio de defender su frontera norte contra los ataques de los “indios bárbaros”, esto es, de comanches y apaches. En julio de 1850, 800 seminoles negros y kikapú cruzaron el río Bravo cerca de Eagle Pass, con sus jefes Wild Cat, John Horse y Papequah, en espera de 70 mil acres de tierra en México (Gesick; 1994, p. 171). “En 1852 los kikapú fueron ubicados en un lugar llamado La Navaja, del que pidieron ser trasladados porque la tierra no era suficientemente productiva y faltaba el agua. En 1859, en respuesta a su petición, fueron ubicados en las tierras de El Nacimiento, expropiadas al terrateniente Carlos Sánchez Navarro” (Dardón; 1980, p. 2). Benito Juárez otorgó a la tribu kikapú sus tierras comunales en una concesión definitiva en 1859, con una dotación de 3 510 hectáreas. Durante el mandato del presidente Lázaro Cárdenas, el territorio llegó a tener 7 022 hectáreas, debido a que se les otorgó tierra ejidal para el ganado (Gesick, 1994, p. 171; Rodríguez, 1995, p. 119; Embriz y Saldaña, 1993, p. 12).

ATAQUE DE MACKENZIE

Los kikapú fueron reconocidos como guerreros valientes, pero también temidos por las otras tribus. En ese entonces, como el Gobierno Mexicano necesitaba que alguien protegiera su frontera contra apaches y comanches, los kikapú recibieron el encargo de hacerlo. Por otro lado, como había colonos tejanos que robaban tierras a los kikapú, éstos se vengaron desollando a algunos y hurtándoles los caballos. Los colonos se quejaron de los ataques kikapú y pidieron ayuda al gobierno de Estados Unidos.

Desde esa época empezaron las negociaciones con los kikapú de México para que regresaran a la reservación de Estados Unidos. Después de una respuesta negativa, “el 19 de mayo de 1873, Mackenzie, sin respetar las leyes mexicanas, cruzó el río Bravo por El Moral y atacó por sorpresa a los kikapú radicados en El Remolino, Coahuila” (Gibson; 1963, p. 124). La táctica fue, como en casos anteriores, el ataque por sorpresa: el asalto se produjo el 18 de mayo de 1873, cuando “los guerreros habían salido de caza desde el día anterior [y] en la villa sólo se encontraban los ancianos, las mujeres y los niños” (idem). Se trató de una lucha contra indefensos, cuyo resultado fue la muerte de los que se resistieron y la captura de los demás. En total, 40 mujeres y niños fueron capturados y secuestrados. El 15 de mayo de 1873, algunos kikapú cruzaron el río Bravo hacia San Antonio y después hasta el Indian Territory, por temor a que la tribu intentara recuperar a los cautivos. Para reunirse con sus mujeres e hijos, 317 kikapú salieron de Santa Rosa, en México, y se trasladaron a Estados Unidos, donde los prisioneros de Fort Gibson, una reservación en el Indian Territory, les dieron la bienvenida, el 20 de diciembre del mismo año. Los kikapú aceptaron esa reservación como su nuevo hogar (ibid., pp. 243-247; 251-252). Amado Rivera menciona, al respecto, la creación en Oklahoma de una nueva reservación para los kikapú, de 200 mil acres, en 1883. En 1891, esa tierra se subdividió en parcelas de 80 acres para cada kikapú, y el resto se vendió a personas que no eran indígenas, “aunque dos tercios de la tribu no aceptaron el acuerdo” (Rivera; 1983, p. 6).

DEMOGRAFÍA, CLIMA, FLORA Y FAUNA DEL TERRITORIO KIKAPÚ

Los kikapú, una tribu binacionaL Makateonenodua, vocero de la tribu, dice que los kikapú no tienen ningún problema en ningún lado de la frontera. “Ni de aquí para allá, ni de allá para acá, porque, estando allá, el gobierno estadounidense te protege y, estando aquí, también el mexicano. […] Los kikapúes son ciudadanos mexicanos y estadounidenses, pues fundaron lo que es el territorio de Estados Unidos y también fueron de los primeros pobladores que vinieron a México. […] Los gobiernos se hablaron, chocaron las manos y dijeron: si pasa para tu territorio, cuídalo” (Perea; 1996, p. 13).

El derecho de cruzar la frontera sin pasaporte4 se debe a que los kikapú están protegidos, según lo asienta el Documento de Fort Dearborn, autorizado por William Whittle el 28 de septiembre de 1832, para facilitar el contacto entre los diferentes grupos kikapú de Estados Unidos y de Coahuila. “Se certifica en el número 37 que las familias de los indios kikapú están protegidas contra cualquier injuria de parte de cualquier persona, ya que están bajo la protección de Estados Unidos, y quien viole esta disposición será castigado” (Documento de Fort Dearborn, 1832). Este documento fue renovado en su certificación por C.M. Benavides, el 19 de febrero de 1960 en el condado de Maverick, Texas.

El 15 de diciembre de 1883, la Ley de la Colonización les otorgó a los miembros de la tribu kikapú la categoría de inmigrantes extranjeros, por ser originarios de los estados de Kansas y Oklahoma de la unión americana (Tribu kikapoo; 1989, p. 1). Con esta calidad de inmigrantes extranjeros se hace patente el dominio de los estadounidenses sobre los pueblos indígenas, pues los considera extranjeros en su propio país. Finalmente se legalizó la “protección” del gobierno de Estados Unidos, cuando el Congreso de ese país aprobó la naturalización de los kikapú, el 8 de enero de 1983, en el acta de reconocimiento federal del grupo kikapú de Texas (Argueta et al.; s.f., p. 8). Desde entonces, los kikapú gozan de la doble nacionalidad, es decir, son estadounidenses y mexicanos, y tienen un lugar de residencia en ambos lados de la frontera: en México, los kikapú viven en El Nacimiento, municipio de Melchor Múzquiz, Coahuila, y del lado estadounidense habitan en la reservación de la tribu kikapú tradicional de Texas (Kikapoo Traditional Tribe of Texas), en el condado de Maverick, Eagle Pass, Texas. Ésta no es la única reservación: existe también la de la tribu kikapú de Kansas y las parcelas con el centro comunitario en Oklahoma.

UBICACIÓN DE LOS TERRITORIOS KIKAPÚ EN ESTADOS UNIDOS Y EN MÉXICO

La reservación de la tribu kikapú de Kansas es la más antigua y se encuentra en el condado Brown, a unos 100 kilómetros al norte de Topeka, capital del estado de Kansas, y a unos tres kilómetros al norte del poblado de Horton. La reservación de Kansas no se parece a un pueblo kikapú: las viviendas5 están construidas al estilo de los colonos y ahí se nota cómo los kikapú de Kansas ya perdieron la costumbre de edificar a la manera tradicional.

Además, cada casa tiene muy poco terreno, lo cual dificulta la posibilidad de cultivar. Esto explica la importancia del Golden Eagle Casino para que la tribu obtenga recursos. La reservación, con una extensión de 4 879 acres en total, cuenta con un área tribal de 1 672 acres para 478 habitantes kikapú (Velarde y Tiller; 1996, p. 344). Esta área es bastante reducida, en comparación con el territorio de aproximadamente 13 millones de acres que poseían los kikapú en los Grandes Lagos. Los kikapú de esta reservación casi no tienen contacto con los kikapú de Oklahoma, de Texas y de El Nacimiento, pues son los más asimilados de todos: sólo cuatro hablan la lengua kikapú; y únicamente en fiestas y asuntos sociales muy importantes se establece una interrelación entre los grupos.

En cambio, la tribu kikapú de Oklahoma mantiene una gran convivencia con los kikapú de Texas y de El Nacimiento, porque son de la misma familia y comparten su cosmovisión; por esta razón se visitan con frecuencia y celebran las fiestas en conjunto, una vez en Jones, Oklahoma, y otra vez en El Nacimiento. En 1893, la reservación fue parcelada (Nelson; 1975, p. 69), según la Ley General de Parcelación de 1887, y cada familia kikapú recibió sólo 80 acres [32 hectáreas].

El resto fue vendido por el gobierno federal a personas que no eran de origen indio. Así, de los 100 mil acres [40 mil hectáreas] de la reservación kikapú del Indian Territory, sólo quedaron 4 992 acres [1996 hectáreas] de parcelas de tierra, y 1082 acres [432.8 hectáreas] son tierra federal o trust land, lo cual da un total de 6 074 acres [2429 hectáreas] (Velarde y Tiller; 1996, p. 520).

El centro comunitario cuenta con la administración principal, un centro de salud, un casino y aproximadamente veinte casas, construidas para los kikapú que perdieron sus parcelas, y están ubicadas cerca de la localidad de Shawnee. Los kikapú de Texas viven en la reservación destinada a la tribu tradicional de Texas, que cuenta con un territorio de 125 acres [50 hectáreas] de tierras federales (ibid.; p. 566).

A partir del año 2000, la tribu compró otras tierras: el terreno de la granja Pecan (Pecan Farm), cuya extensión es de 800 acres [320 hectáreas], el rancho de Spofford de 10 mil acres [4 mil hectáreas] y un nuevo terreno en la desviación de la carretera india que conduce a Kickapoo Village, de unos 600 acres [240 hectá- reas]. Por lo tanto, el área total es de casi 11 525 acres [4 610 hectáreas]. La reservación se encuentra en el margen del río Bravo, aproximadamente a 30 kiló- metros al sureste de Eagle Pass, Texas, en el condado de Maverick, y junto al municipio de Rosita Valley. Hay diferentes tipos de casas de estilo estadounidense y casas rodantes, y sólo tres o cuatro casas tradicionales, construidas con cartón. Esta unidad habitacional cuenta con un centro de salud y un casino.

Del lado mexicano, los kikapú se ubican en el ejido de El Nacimiento, situado en el municipio de Melchor Múzquiz, Coahuila; aproximadamente a una hora en auto de la ciudad de Múzquiz, que es la cabecera municipal. Este ejido tiene una extensión de 7 022 hectáreas; existen dos caminos para llegar a esta comunidad kikapú: el más antiguo, de 30 kilómetros de distancia desde Melchor Múzquiz, es de terracería y pasa por El Nacimiento de los Negros.

El otro camino, de casi 40 kilómetros, cruza el ejido de Morelos. Este último camino es más amplio y está en mejores condiciones; por eso lo prefieren los kikapú, aunque en tiempo de lluvias es difícil cruzar el río Sabinas.

El camino que pasa por El Nacimiento de los Negros evita el cruce del río. El Nacimiento de los Negros se sitúa a un par de kilómetros al sureste de El Nacimiento de los Kikapú.

Durante el siglo XIX, los mascogos tomaron como esclavos a un grupo de afroestadounidenses y al traerlos a México los llamaron “negros”. Actualmente, los miembros de este grupo se autonombran mascogos, aunque no lo son, debido a que los mascogos originales regresaron a Estados Unidos. Hoy en día, el color de la piel de los autonombrados mascogos en la localidad de El Nacimiento de los Negros se ha aclarado a causa de las mezclas de razas ocurridas durante los años, razón por la cual se suelen confundir con la población no indígena que habita en la zona.

El Nacimiento de los Kikapú se localiza al oeste de Melchor Múzquiz, en la zona carbonífera, a un poco más de 150 kilómetros desde Piedras Negras, en la frontera norte de México. Colinda con Eagle Pass, Texas, del lado estadounidense. Así, El Nacimiento se encuentra “al oeste de la Sierra Madre Oriental y precisamente en el Valle de Santa Rosa, cuya planicie limita al sur y al oeste con la cordillera de la Sierra Hermosa de Santa Rosa, y al norte y al este con la de Santa Ana y con ramificaciones de la de Santa Anita” (Fabila; 2002, p. 18), con una altitud de 500 metros sobre el nivel del mar.

El nombre “Nacimiento” proviene de los manantiales del río Sabinas, que se encuentran en esta localidad. En otras palabras, es el nacimiento del río Sabinas. Según esta descripción del lugar, nos queda la impresión de que se trata de una localidad próspera para la agricultura, pero no se debe olvidar la influencia del factor climático de esta área.

El Nacimiento abarca varias regiones distintas del estado de Coahuila: “Este municipio colinda al norte con el municipio de Acuña; al sur con Buenaventura y Progreso; al oriente con Zaragoza, San Juan Sabinas y Sabinas, y al occidente con Ocampo” (Embriz y Saldaña; 1993, p. 5). El Nacimiento pertenece a la zona carbonífera7 que limita al norte  con la región fronteriza de las ciudades de Acuña y Piedras Negras, al sur con la zona de los Altos Hornos de Monclova, y al oeste con la zona del desierto de la localidad de Ocampo.

AUTONOMÍA Y SOBERANÍA

Los kikapú consideran que El Nacimiento es “una nación soberana en una nación”, un país propio en otro país, sin jueces y con otras autoridades. Ellos mandan todavía a los delincuentes a Múzquiz, pero por su propia decisión. Nadie tiene derecho a entrar, excepto cuando ellos lo permiten. Sin embargo, el territorio kikapú no es soberano, sino sólo autónomo, porque no tiene una legislación propia y está integrado al Estado mexicano.

Por otra parte, su autonomía tribal es dudosa, sobre todo si se considera su dependencia sociopolítica y económica. Los kikapú dependen de la ayuda estatal y federal en sus asentamientos y cuando solicitan apoyo para la construcción de una carretera, la instalación de un sistema de bombeo para el agua y el arreglo de documentos para cruzar la frontera norte que une Piedras Negras, Coahuila, con Eagle Pass, Texas (Mager; 2004, p. 163).

Del lado norteamericano, la tribu kikapú, como las demás tribus norteamericanas, no son naciones independientes ni soberanas; aunque disponen de su propia constitución, se encuentran bajo la protección del gobierno de Estados Unidos.

El gobierno federal les da paz mediante los tratados, y las tribus, por su parte, reciben protección. Esta “paz y amistad permanente” entre los estadounidenses y las tribus las convierte en aliadas y amigas de esa nación, por lo cual nunca deberán levantarse en armas contra Estados Unidos, sino, al contrario, deberán mantenerse siempre fieles a esta nación y vencer a sus enemigos. Por esta razón, se habla de una cuasisoberanía y de un cuasirreconocimiento de estatus internacional, por las fronteras establecidas entre Estados Unidos y las tribus indias.

Están dentro de los límites territoriales de Estados Unidos, pero apartados de la tierra de los blancos (Prucha; 1997, pp. 2-5).

EL CLIMA DE EL NACIMIENTO Y DE KICKAPOO VILLAGE

Estos poblados se ubican al norte del Trópico de Cáncer, y el clima se caracteriza por sus temperaturas extremas en verano e invierno. La zona carbonífera de El Nacimiento es un poco más templada debido a que su valle está protegido por las montañas que lo rodean.

Las temperaturas llegan a ser de alrededor de 42 °C o más en el verano, y de 10 a 20 °C en el invierno, aunque a veces baja súbitamente hasta los 0 °C, lo que afecta los trigales de invierno. En un día, la temperatura puede variar de 0 °C a 10 °C en la mañana, hasta los 20 °C al mediodía.

Los kikapú se acostumbraron a bañarse y a lavar su ropa a mediodía en el río. En la actualidad, muchos ya tienen baño instalado en sus casas.

La primavera y el otoño se caracterizan por un clima templado con jornadas de más de 20 °C. Se puede hablar de una temperatura media anual de unos 29 °C (Embriz y Saldaña; 1993, p. 6).

Para que en este clima el suelo sea fértil se requiere precipitación pluvial. Cuando el río Sabinas se llena o se seca, como ha sucedido algunos años, expulsa a la población de esta región. Actualmente, la sequía no los afecta tanto, porque su trabajo principal está en el casino Lucky Eagle, en la reservación que está al otro lado de la frontera.

El clima de Eagle Pass, Texas, es más extremoso que el de El Nacimiento, sobre todo por sus llanuras; es decir, hace más calor en verano y más frío en invierno, aunque la sequía no tiene tantas consecuencias como en El Nacimiento, debido a las posibilidades de riego que ofrece la cercanía con el río Bravo.

LA FLORA Y LA FAUNA DE EL NACIMIENTO Y KICKAPOO VILLAGE

El Nacimiento se encuentra en el “Oasis del Norte”, donde hay bosques, cascadas y manantiales rodeados de una zona árida. Por consiguiente, la flora y la fauna de El Nacimiento corresponden al clima semidesértico de esta región. A simple vista se observa una vegetación de arbustos espinosos, como los huizaches y las pequeñas uñas de gato.

También crecen diferentes tipos de cactos, nopales y sabinos. Entre los árboles grandes se cuentan álamos, gobernadoras y rompevientos. En las regiones más altas crecen también pinos, encinos y cedros. Las diferentes plantaciones de frutales, como aguacates, ciruelos, duraznos, higueras, naranjos, toronjos, limoneros y manzanos, que mencionaba Alfonso Fabila en la década de los años cuarenta del siglo xx (Fabila; 2002, p. 22), están casi por desaparecer, debido a las sequías permanentes de los últimos años.

Los únicos árboles frutales que crecen bien en esta región son los nogales, que los kikapú atienden cuidadosamente poniendo cercas a su alrededor para protegerlos de diferentes tipos de animales. En las regiones altas de esta zona de El Nacimiento aún existen venados, animales indispensables para las ceremonias de los kikapú.

Además, según la información de varios kikapú de El Nacimiento, hay diferentes tipos de animales silvestres, como conejos, liebres, ardillas, serpientes —especialmente de cascabel—, coyotes, gatos monteses, tigrillos, así como tlacuaches, codornices, pumas, diferentes clases de palomas, águilas, faisanes, osos, borras, zorrillos, tejones, entre otros (Dardón; 1980, pp. 4-5).

No obstante, se cree que no se debe matar a las víboras de cascabel, ni a los coyotes, porque son animales sagrados. Al contrario, hay que tratarlos bien para que no se conviertan en enemigos. Quizá en esta región el oso y el puma ya estén extintos, porque los kikapú últimamente no los mencionan. En esta región se presentó un mosquito que causaba una enfermedad de los ojos denominada tracoma, la cual puede llegar a causar ceguera.

En la actualidad, sólo hay casos esporádicos de esta enfermedad, gracias al control sanitario y ambiental. Pero no solamente ha habido brotes de esta enfermedad en los niños, sino también en los adultos, quienes se protegen con lentes oscuros contra los mosquitos y del contagio. La vegetación de Kickapoo Village se distingue por ser desértica. Sólo se observan grupos de arbustos, entre los cuales se intercalan diferentes tipos de cactáceas y plantaciones de nogales. La fauna de Kickapoo Village es similar a la de El Nacimiento, sólo que ahora existe una menor variedad de especies, sobre todo por la ausencia de bosques y de espacio libre.

LA MIGRACIÓN KIKAPÚ Y LA DIFICULTAD PARA LEVANTAR UN CENSO

La dificultad para contar a la población kikapú se debe a la migración continua de sus integrantes, ya que trabajan en Estados Unidos y su doble nacionalidad les permite un traslado más fácil entre la instalación del casino, en tanto que la cantidad de El Nacimiento ha disminuido casi a la mitad. Además, según las instituciones que aplican los censos, las estadísticas varían mucho.8 Sumando el número de habitantes kikapú de los diferentes territorios, el resultado era, en 1995, un total de 2 357 habitantes (Kansas: 478; Oklahoma: 1 104; Texas: 450, y del municipio de Múzquiz: 325) (Velarde y Tiller; 1996, pp. 344, 520, 566; administración kikapú en Kickapoo Village).

EL DESARROLLO ECONÓMICO EN EL NACIMIENTO Y EN KICKAPOO VILLAGE LA CACERÍA COMO CEREMONIA Y DEPORTE

Aun cuando originalmente los kikapú eran cazadores, en la actualidad ya no se dedican a esta actividad, la cual sólo les sirve como apoyo para sus ceremonias tradicionales, pero ya no obtienen de ella un ingreso económico. Una de las razones es lo limitado del territorio, si se compara con las enormes extensiones de tierra de las que hacían uso en la Región de los Grandes Lagos antes de la Conquista.

En la actualidad existen muchos obstáculos para cazar fuera de su territorio. Ya no pueden hacerlo porque los vecinos cercaron sus terrenos con rejas y candados; además, porque los soldados los han despojado de sus carabinas. A veces, las autoridades les otorgan un día de permiso para cazar, pero para las ceremonias necesitan tres; según una señora kikapú, los mejores venados se encuentran más allá de la sierra.

La cacería del lado estadounidense ya no tiene un carácter ceremonial, sino deportivo; por ejemplo, en Spofford, los kikapú cazan venados con carabinas desde sus autos o desde sitios elevados, como torres. Para obtener carne preparan trampas, en las cuales atrapan jabalíes. El encargado, de origen mexicano, tiene mucha experiencia en la cacería y en el cuidado de los animales. Consideran que los zopilotes son sus amigos y que les avisan cuando hay jabalíes muertos. “Solamente cuando los jabalíes están enfermos, entonces se los comen. Son muy nobles”, dice el encargado de este rancho.

DISMINUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA Y EL CASINO LUCKY EAGLE

En los últimos dos años disminuyó la producción agrícola en El Nacimiento, debido, en buena medida, a las largas sequías, pero sobre todo al trabajo en el casino Lucky Eagle. Los kikapú, con la ayuda de los “negros”, sólo cultivan unas parcelas de maíz, calabaza y frijol. En la estadística del ayuntamiento de Múzquiz del año 1990, los kikapú de El Nacimiento todavía producían unas 20 toneladas de maíz, 12 toneladas de frijol, ocho toneladas de sorgo, dos de calabaza y 30 de trigo (Gobierno del Estado de Coahuila; 1990, p. 27). En la actualidad, el cultivo agrícola ya no alcanza el nivel de autoconsumo, como en otros tiempos. En comparación, algunas familias todavía se mantienen de la ganadería, o bien, para ellas, la ganadería constituye un ingreso adicional. En la granja Pecan, los mexicanos y los kikapú pobres cultivan nogales y melones.

LA GANADERÍA AL CUIDADO DE “NEGROS” Y MEXICANOS

La rama de la ganadería tiene más importancia en la actualidad, pero cuando los kikapú están ausentes, dejan el cuidado de los animales vacunos a los “negros” de El Nacimiento de los Negros. Según el comentario de un ayudante mexicano, el ganado muchas veces pasta solo y a veces las vacas se mueren.

Antes también había muchas chivas, donde ahora sólo hay “monte”, dijo una señora kikapú. Esta actividad ganadera perdió importancia tras la emigración continua a Estados Unidos. Es decir, los kikapú ya no pueden cuidar el ganado y por eso necesitan la ayuda continua de los “negros” y de trabajadores mexicanos. Sólo unas dos o tres familias que rechazan la forma de vida en la reservación se dedican a esta actividad, aunque también recurren a la ayuda de los negros.

En Kickapoo Village no hay espacio para esta actividad ni en la granja Pecan; mientras que en el rancho de Spofford sólo se crían algunos caballos.

LA DISMINUCIÓN DE LA ACTIVIDAD ARTESANAL

La actividad artesanal prácticamente ha desaparecido, debido a la escasez de la piel de venado y al poco tiempo con el que los kikapú cuentan para trabajarla. Hoy día, sólo unas cuantas mujeres elaboran artesanías, como teguas,9 aretes, collares de chaquira y bolsas bordadas de chaquira; pero cada vez son menos mujeres las que se dedican a estas actividades, ya que la producción de teguas, por ejemplo, supone un proceso largo, que consiste en quitar al cuero el pelo por medio de raspado sobre una estaca y con un cuchillo, ya sea de madera o de metal; después le untan sesos de la propia cabeza cobrada en la caza y la restiran con cuerdas bajo el alero de las chozas y así la conservan por algunos días, al cabo de los cuales, con el mismo procedimiento de raspa, le desprenden el resto de las carnosidades y los sesos y la someten a un maceramiento continuo como para lustrarla sobre otro madero, pero no es sino para darle esa suavidad característica de las gamuzas kikapú. Curtida la piel se la deja con su color natural o se le huma (Fabila; 2002, p. 92).

También el tambor, el principal instrumento de las ceremonias, se fabrica “cubierto con cuero de venado y reforzado con varas de cedro […]. Para que este instrumento lograra el sonido apropiado, se le cubría parcialmente con agua y se golpeaba con un mango de madera cubierto con piel” (Ovalle y Pé- rez; 1999, p. 52). Sin embargo, este instrumento no se vende como mercancía, porque se usa exclusivamente en las ceremonias kikapú. Generalmente, cuando se elaboran las teguas, las bolsas de venado, los objetos adornados con chaquiras y las mu- ñecas, éstos se venden en la reservación de Kickapoo Village, o se truecan a cambio de dólares en el casino Lucky Eagle. En el casino nuevo, que se inauguró en octubre de 2004 y el cual se ubica a unos metros del casino Lucky Eagle, todavía no se comercializaban estos trabajos artesanales debido a la falta de artesanos. La cestería, mencionada por Fabila, ya no se observa; en cambio, las esteras de tule y palma todavía se encuentran como elementos de construcción en las casas tradicionales, y la materia prima se consigue a las orillas de los ríos y lagos en México y en Estados Unidos hasta San Antonio, Texas.

DEL TRABAJO JORNALERO AL TRABAJO EN EL CASINO LUCKY EAGLE EL TRABAJO JORNALERO CON MENOR ATRACTIVO PARA LOS KIKAPÚ

En 1942, los kikapú de El Nacimiento perdieron una gran parte de las cosechas, como consecuencia de las fuertes y continuas sequías (Dardón; 1980, pp. 7-8). A partir de entonces se emplearon en el trabajo a jornal en el norte de Estados Unidos, donde vendieron su fuerza de trabajo para cosechar frutas y hortalizas. En el transcurso de medio año trabajaron en los campos de cultivos del betabel de Wyoming, luego en los sembradíos de cebolla en Colorado y, al final de la temporada, hacia fines de octubre, cortaron manzana y cereza en Utah (Ovalle y Pérez; 1999, pp. 69- 70). En El Nacimiento sólo se quedaron las personas mayores y los sacerdotes. A este lugar regresaban cada año por seis meses para asistir a misas y ceremonias, pero también para seguir con sus labores agrícolas y de ganadería locales.

En general, este empleo fue un complemento para los ingresos en una economía de autoconsumo, sobre todo cuando los productos de la actividad agrícola y de la ganadería no alcanzaban para sobrevivir. Gracias a este trabajo podían pagar sus gastos adicionales: alimentarios, de vestido, utensilios para la casa, aparatos electrónicos y automóviles, hasta la construcción de viviendas con materiales de mejor calidad. Además, el ingreso en dólares les sirvió para comprar ganado y semilla para la agricultura en El Nacimiento.

A partir de los años noventa, se ha observado un declive notable de la migración jornalera entre los kikapú. Según el presidente del Concilio Tradicional (forma de gobierno de la reservación de la tribu tradicional de Texas), de 35 familias que salieron en 1980, en 1996 sólo lo hicieron ocho. Las razones son dos: la preferencia de utilizar maquinaria para el trabajo agrícola y la posibilidad de encontrar empleo en el casino Lucky Eagle. Así, en julio de 1996, muchas familias tuvieron que regresar de los campos de cultivo por falta de trabajo. Por consiguiente, algunos kikapú ya no volvieron con sus patrones y esperaron un trabajo en el casino Lucky Eagle.

CONTACTO CON EL ALCOHOL Y LAS DROGAS

Más o menos desde la década de los años sesenta, cuando todavía vivían bajo el puente en Eagle Pass, los kikapú se introdujeron en el consumo de alcohol y drogas en sus viajes hacia el norte. En esa época, casi todos eran jornaleros, y vivían discriminados y segregados de la sociedad estadounidense. Por esta razón, el fenómeno del alcoholismo y la drogadicción entre los kikapú se tiene que ubicar en un contexto socioeconómico. Casi siempre, los kikapú que consumían narcóticos pertenecían a la capa social más baja de la tribu. Muchos conocieron desde muy temprana edad el arduo trabajo que exigía la migración jornalera; por eso, un buen número de ellos casi no tenía una formación escolar y, aunado a su pobreza, no esperaban mucho de la vida (Fredlund; 1994, pp. 5-6).

Entonces, los kikapú recurrieron a sustancias químicas, como pinturas y solventes, algo que aprendieron de sus propios parientes y amigos. Según un maestro de la clínica de Healing Grounds, los kikapú veían en las drogas un alivio a sus problemas laborales y les permitían olvidar los disgustos del ambiente familiar, donde regían la discordia y los pleitos. En realidad, la adicción implica un círculo vicioso, pues los problemas laborales hacen que se busque en las drogas una vía de escape, pero también provocan la desarticulación familiar y grupal; los conflictos familiares y grupales fomentan el consumo de drogas, pues estas sustancias ofrecen “un consuelo” en la miseria personal del individuo, cuando éste se siente aislado y menospreciado, sea por su clase social o por su etnia (Mager; 2004, p. 189).

Otra razón que explica el consumo de drogas entre los kikapú es la desorientación en su empeño por conciliar los valores de dos mundos opuestos: el mundo de los kikapú, con sus remanentes precapitalistas, y el mundo capitalista de la sociedad global. Este fenómeno ocasiona una confusión en la identidad étnica y provoca problemas en la estructura psíquica de los individuos, quienes buscan resolverlos con las drogas, mediante las cuales los kikapú esperan entrar en contacto con un mundo fantástico y sobrenatural y olvidarse de su precaria realidad (idem).

En los últimos años, el consumo de drogas y bebidas alcohólicas se extendió entre los kikapú (Fredlund; 1994, p. 7).

Muchos kikapú con problemas de adicciones se encontraban internados en la clínica de Healing Grounds de Kickapoo Village, posteriormente en el rancho de Spofford y, a partir de 2002, se hospitalizan en la granja Pecan, propiedad de los kikapú que se localiza junto a la reservación. Los demás adictos kikapú deambulan por las calles de Eagle Pass y en lugares aislados de El Nacimiento; por ejemplo, a lo largo del río Sabinas o por los montes.

EL TRABAJO EN EL CASINO LUCKY EAGLE COMO SOLUCIÓN ECONÓMICA RECONOCIMIENTO FEDERAL DE LOS KIKAPÚ DE TEXAS

Los kikapú vivieron hasta 1983 bajo el puente internacional de Eagle Pass en chozas tradicionales. Este campamento les sirvió como lugar de descanso antes de la migración a los campos de cultivo de diferentes estados de la unión americana y de visitas a sus parientes en Oklahoma y en la reservación de Kansas.

Cuando las circunstancias de la vida bajo el puente internacional de Eagle Pass resultaron insostenibles, una delegación de la tribu fue a Washington para pedir los derechos y comprar tierra en el condado de Maverick, también en Eagle Pass. Esta delegación, auxiliada por la abogada cherokee Nakai Breen, presentó un proyecto para el reconocimiento federal de la tribu kikapú como la Kickapoo Traditional Tribe of Texas, el cual les garantizó la ciudadanía estadounidense, los beneficios otorgados a las tribus de ese país y el derecho a conseguir tierras federales en Texas. En este espacio federal, o trust land, podrían instalar un casino sin pagar impuestos. El 8 de enero de 1983, este proyecto de ley se presentó al Congreso para que se convirtiera en ley, mediante la firma del presidente Ronald Reagan (Mager; 2004, p. 293).

APERTURA DEL CASINO LUCKY EAGLE

En julio de 1996, es decir 14 años más tarde, a los kikapú de Texas se les otorgó el derecho de abrir un casino en su tierra federal, debido a que tenían el crédito de una compañía financiera y el consenso de la tribu. De acuerdo con el estado de Texas, se les permitió el nivel 2 para los juegos de azar, que comprende bingo, máquinas de video y el kickapoo 22, que después se convirtió en el no-bust black jack (una variante del black jack). El póquer se juega en forma privada, es decir, sin ganancia para el casino.

El mismo año se abrieron también los casinos de Kansas y de Oklahoma.

INSTALACIÓN Y AUGE ECONÓMICO A TRAVÉS DEL CASINO LUCKY EAGLE

En los primeros años, el casino fue equipado con 200 a 350 máquinas de video que aumentaron a mil máquinas con el nuevo casino. Así, el anterior se convirtió en la “casa de bingo”. En las mesas de bingo se duplicaron los lugares de 400 a 800, ya que en el juego de nobust black jack participan menos personas. El póquer aumentó sus mesas de jugadores de 4 a 10. El estímulo para este juego de cartas son los atractivos premios en dólares.

A estos juegos acude gente de diferentes entidades de Estados Unidos, sobre todo de Texas, pero también de México, principalmente de Tamaulipas y Nuevo León. Los fines de semana el casino se llena a su máxima capacidad en un horario de 24 horas.

Este auge de clientela tiene también efectos positivos para el empleo de los kikapú: en 1996 sólo trabajaron 25 kikapú en el casino, pero en 2005, el número aumentó casi a 100.

Con las ganancias del casino, los kikapú pudieron comprar nuevos terrenos: 10 mil acres [4 mil hectáreas] en Spofford, 800 acres [320 hectáreas] en la granja Pecan y un nuevo terreno en la desviación de la carretera india hacia Kickapoo Village, de aproximadamente 600 acres [240 hectáreas]. Paradójicamente, los kikapú han tenido que comprar tierras que antes eran suyas.

EL PELIGRO DE LA ASIMILACIÓN CULTURAL

En esencia, el negocio del casino significa una entrega completa al capitalismo estadounidense y al capitalismo global, porque ahí se manejan grandes capitales y se especula para obtener mayores ganancias. Por lo tanto, es de prever que el interés económico domine sobre los valores culturales de la tradición kikapú. Este proceso se refuerza con los mensajes comerciales de los programas de televisión, a los cuales están expuestos los niños kikapú casi todo el día, mientras sus padres trabajan en el casino, van de compras o hacen deporte en el “pueblo” de Eagle Pass. Además, algo que se ha vuelto costumbre es que toda la familia “descanse” ante el televisor durante tardes y noches.

Los kikapú también obtienen alimentos en el casino, o a veces compran comida enlatada, y cada quien se sirve directamente del refrigerador. Es innegable que el casino ha cambiado su estilo de vida y los ha acercado al consumismo y al American way of life.

El eslogan individualista de los kikapú es, hoy en día, “primero yo y mi familia, y después los demás”, o “cada uno va por su lado, yo voy en mi camioneta y mi hija en la suya, porque cada uno tiene que resolver cosas diferentes”.

Es importante destacar que no todos los kikapú tienen el mismo estatus económico. Como consecuencia de la instalación del casino se formaron ciertas clases sociales: algunos kikapú todavía son jornaleros, otros hacen los trabajos más pesados en el casino, otros son empleados en los servicios medios y sólo unos cuantos han ascendido al rango de administradores, empresarios e intelectuales.

Esta desigualdad social genera grandes descontentos y divisiones de la tribu por facciones políticas. Sin embargo, lo que más influye en la construcción de una mentalidad bajo el influjo de los valores de la cultura estadounidense es la educación formal que reciben los niños en las escuelas primarias de Rosita Valley y de Eagle Pass.

EL CASINO LUCKY EAGLE Y LA NECESIDAD DE UNA FORMACIÓN ESCOLAR

Cuando todavía no había casinos, los kikapú rechazaban cualquier tipo de instrucción escolar como forma de resistencia ante la educación occidental; pero con la instalación del casino surgió la necesidad de recibir la educación estadounidense. Desde entonces, los niños kikapú asisten a la escuela de formación básica en Rosita Valley, donde se familiarizan con la cultura estadounidense. Aunque los kikapú son una de las pocas tribus que todavía hablan su lengua con sus hijos, la nueva generación ya empieza a comunicarse en inglés, lo cual angustia a sus padres. Los responsables de la tribu tienen en mente una escuela kikapú en la cual se enseñe la lengua y se transmita su cosmovisión a los alumnos, pero todavía no hay suficientes maestros kikapú que puedan dar clases a los alumnos. Hasta ahora sólo tres jóvenes kikapú se están formando en universidades de Estados Unidos.

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA EN LA RESERVACIÓN DE LA TRIBU TRADICIONAL KIKAPÚ DE TEXAS Y DE EL NACIMIENTO

La organización política es diferente a uno y otro lado de la frontera. En la reservación de la tribu tradicional kikapú en Texas, la base del gobierno es la administración, mientras que en El Nacimiento todavía es la religión. El Concilio Tradicional de Kickapoo Village cuenta con cinco integrantes: un presidente, un secretario, un tesorero y dos integrantes del consejo que se guían por una constitución de la tribu.

En El Nacimiento, la autoridad máxima es el jefe de la tribu, a quien el Gran Espíritu, o Kitzigiata, le da la fuerza para gobernar, es decir, lo inviste como jefe y sacerdote, tal como en los tiempos de Papikuano (principios del siglo xx- 1971). Papikuano era al mismo tiempo sumo sacerdote y jefe civil (Cámara; 1961, p. 43); era un auténtico líder, porque su personalidad y su gran espiritualidad lograban unir al grupo. En la actualidad existe un supremo sacerdote como guía espiritual que preside a los sacerdotes de los diferentes clanes y a veces se encarga de las tareas de un jefe, ya que el heredero de la jefatura de la tribu kikapú vive, desde la muerte de su padre, en Oklahoma.

El jefe de la tribu asume el poder decisivo, sobre todo en la función civil y religiosa de la tribu y, en el caso ideal, funge como sacerdote y afirma las tradiciones del grupo. Debe ser tan bueno como Papikuano. Además, el jefe funge como juez y coordina los asuntos civiles y religiosos.

En tiempos de la guerra, también asumía funciones militares: daba las órdenes bélicas que ejecutaban los guerreros. Según la mayoría de los kikapú, la jefatura es hereditaria, de ahí que no pueda ser sustituido por ningún motivo. Hay un grupo minoritario a favor de sustituir al jefe, por ejemplo, por el guía espiritual, cuando el que fue designado carece de la personalidad de un “verdadero jefe”.

Por lo tanto, existe cierta discrepancia entre estos dos grupos, que únicamente se supera mediante la religión.

Sin embargo, el jefe no puede decidir solo; debe preguntar al consejo de los ancianos o de los sabios, que cuentan con la experiencia que da la edad y están inspirados por el Gran Espíritu.

ORGANIZACIÓN SOCIAL EN EL NACIMIENTO Y EN KICKAPOO VILLAGE

La tribu kikapú se integra por diferentes clanes: Coyote, Black Bear, Brown Bear, Fox, Buffalo, Eagle, Water, Fire, Thunder, Tree, Berry, Man, Raccoon (Latorre; 1976, pp. 151-152); éstos se clasifican en un sistema dual: los oskasa (negro) y los kiiskooha (blanco). Los clanes Bear, Buffalo, Eagle y Man son oskasa, mientras que los Raccoon, Water, Berry y Tree son kiiskooha (Dillingham; en Sturtevant; 1978, p. 660). Por consiguiente, en los juegos ceremoniales, algunos de los jóvenes kikapú se pintan de negro y otros de blanco para representar a sus mitades.

La tribu kikapú es una gran familia: casi todos están emparentados; esto se debe en principio al número reducido de sus miembros.

En las ceremonias y las celebraciones de Pow Wows (fiestas comercializadas), los kikapú socializan con los demás miembros de la tribu y también con otras tribus, y así empiezan a formar su familia. Según la tradición kikapú, el hombre lleva su caballo a la casa de la mujer de quien está enamorado, y allá lo amarra. La mujer lo montará en cierto momento y se dirigirá al bosque en busca del joven. Según Fabila, él la estará esperando en un albergue provisional donde habrá acumulado suficiente comida. Allí permanecen el tiempo que quieran y después bajan al poblado para formar una familia.

Esta costumbre ya se está perdiendo por el contacto con la sociedad moderna. Además, el vínculo matrimonial no es rígido, pues deja en libertad a cada miembro de la pareja. Por lo tanto, el hombre puede tener varias mujeres a lo largo de la vida o en forma simultá- nea, y la mujer también. Las separaciones son muy frecuentes y no existen prejuicios al respecto o castigos por ello; el concepto de adulterio no existe en el grupo. Alfonso Fabila menciona cuatro formas de “unión por emparejamiento temporal: monogamia, bigamia, poligamia y poliandria” (Fabila; 2002, p. 60), Es decir, el hombre puede vivir con una sola esposa, dos o varias. Asimismo, la mujer puede tener “más de un compa- ñero”. Los cónyuges pueden vivir en la misma casa o por separado. Lo mismo afirman Ovalle Castillo y Pérez Castro:

“El hombre podía tener varias mujeres, tantas como pudiera sostener. Tanto el hombre como la mujer podían cambiar de pareja las veces que así lo desearan”

(Ovalle y Pérez; 1999, p. 46). Dos fenó- menos se han observado recientemente: los casos de poligamia y poliandria están desapareciendo; y cada nueva pareja que una persona forme vive en una casa distinta; pero lo que más se ha hecho patente son los cambios temporales en la pareja. Como ya se dijo, no existen ni prejuicios ni castigos en la relación de pareja; simplemente, cuando un kikapú ya no tiene relaciones sexuales con su pareja, ya no son esposos, aunque vivan en la misma casa. Tampoco es mal visto si una mujer se une a un compañero mucho más joven que ella, lo que sucede en muchos casos. Si una mujer es huérfana, el capitán del grupo puede tomar el papel de padre para ordenar “a un elemento varón soltero que se una a ella” (Fabila; 2002, p. 60). O, al revés, si un muchacho tiene el deseo de unirse a una mujer, el jefe pregunta a la joven si está de acuerdo con esta unión. Lo interesante es que siempre se respeta la voluntad de los integrantes de la pareja.

Con respecto al parentesco, existe el linaje patrilineal en su forma normal y el matrilineal en casos de la desunión familiar. Fabila afirma, empero, que “los hijos se reconocen en la mayoría de los casos por la línea materna, pero en otros, los menos, por el nombre del padre […]” (Fabila; 2002, p. 61). Este fenómeno explica el alto grado de separación de parejas o su unión temporal. La línea materna se observa, sobre todo, en el caso de las madres solteras o separadas.

Lo que todavía se rechaza es el matrimonio con gente no perteneciente al grupo kikapú. Si una mujer se casa con una persona de fuera, la tribu no acepta a la pareja, y tiene que vivir apartada; es decir, debe abandonar la tribu; sin embargo, si un hombre se casa con una mujer no kikapú, puede llevarla a la reserva. Se distingue entre esposos de la misma etnia y los mestizos, para preservar la endogamia del grupo. No se permite introducir elementos ajenos a la tribu, ya que éstos pueden cambiar la educación de los hijos y, por lo tanto, la identidad cultural del grupo. Cuando la mujer se separa de una pareja no kikapú, puede quedarse con sus hijos en la tribu, la cual los protegerá y les garantizará su identidad étnica.

Según el testimonio de una mujer kikapú, el hombre es quien manda en la familia: “La mujer es inferior al hombre. A él le tiene que obedecer la esposa”. A pesar de ello, muchas mujeres han logrado cierta independencia con su trabajo en Kickapoo Village y ya no les importan mucho los papeles. Así, cuando los kikapú se casan con alguien que no pertenece a la tribu, se separan fácilmente de ellos y regresan a la tribu.

Se acostumbra que los hijos, tanto de género masculino como femenino, vivan en casas, muchas veces modernas, separadas de las de sus padres y abuelos, pero en el mismo solar, sea en forma patrilocal o matrilocal. Los demás familiares, como primos, tíos y tíos abuelos, habitan en sus propios ranchos.

Por lo general, los kikapú de El Nacimiento tienen, además, casas en Kickapoo Village, a las que llegan cuando van a trabajar, descansar o cobrar sus pensiones. En caso de divorcio o separación de la pareja, las mujeres regresan al rancho de sus padres con sus hijos, o bien, se cambian al rancho de su nuevo esposo.

En la actualidad, varios kikapú buscan su pareja fuera de la tribu, sobre todo en diferentes ciudades de Estados Unidos, donde se quedan a residir. Sólo en caso de la disolución matrimonial regresan a la reservación.

LA VIDA COTIDIANA Y CEREMONIAL EN EL NACIMIENTO

El Nacimiento es el lugar sagrado de los kikapú, adonde llevan a sus muertos para enterrarlos y efectuar sus ceremonias. Pero no sólo es el lugar de las celebraciones; también es el espacio que necesitan para sentirse libres, fuera de todos los reglamentos de la reservación en Texas. Es el lugar donde pueden descansar y seguir sus tradiciones.

CASAS TRADICIONALES Y MODERNAS

Aquí es donde tienen sus casas de invierno, o apakuenikane, y la casa de verano, o utenikane. Las mujeres construyen estas casas; los hombres sólo ayudan a llevar las vigas. Todas las familiares ayudan a tejer tule para las paredes de las edificaciones. En los últimos años, las mujeres “negras” ayudan a los kikapú en estas labores, sobre todo cuando las mujeres kikapú trabajan en el casino Lucky Eagle. Las casas representan mucho trabajo, porque cada año se deben construir de nuevo, ya que estos hogares son templos del Gran Espíritu, o kiitzigiata, creador del mundo. Su presencia la indica la fogata en el centro de estas casas, y que es un fuego que nunca se debe apagar. Por respeto a la santidad de este templo se debe hacer una ceremonia al terminar con la construcción del mismo.

La casa de invierno tiene forma elíptica y se considera la cúpula del mundo, cuya entrada se dirige hacia donde sale el sol. Esta entrada se cubre con una cobija o una tela gruesa. Nadie debe entrar a esta casa sin permiso, porque es un lugar sagrado. Suele ser el lugar preferido de las personas mayores, quienes permanecen allí día y noche. En su interior hay tapancos, con petates y cobijas encima, colocadas alrededor de la fogata. En la parte superior de la bóveda se ve una abertura en la cúpula para que pueda salir el humo. El fondo de la casa es el lugar donde se guardan los baúles para los vestidos y los objetos familiares, y, además, es el sitio destinado a los espí- ritus; por eso está prohibido comer allí. El suelo está tapizado con esteras largas, bellamente policromadas. En estas casas se celebra la misa kikapú, ceremonia religiosa con oraciones, cantos y comida sagrada elaborada con carne de venado. En la ceremonia participan los sacerdotes y las personas elegidas en una comunión única; ingieren el caldo de venado de la misma cuchara con que sirve el sacerdote. Según algunos antropólogos, específicamente para las ceremonias se cocinan también perros criados.

Estas celebraciones no sólo se realizan en las casas de invierno; también hay ritos en las casas de verano. Estos hogares cuadrangulares se distinguen porque tienen un patio techado con bancas en la entrada, donde los kikapú descansan, reflexionan, rezan, pero también duermen. En estas terrazas se tocan los tambores, hechos con la piel de venado. Además, las casas de verano son más frescas que las de invierno porque entre las piezas de tule hay aberturas que dejan pasar aire a la choza.

Antes, los kikapú también tenían casas portátiles con forma de tiendas de campaña, en las cuales pernoctaban las familias cuando cazaban (Fabila; 2002, p. 69).

Los kikapú consideran que las casas tradicionales son sagradas; por eso las mujeres, durante la menstruación, no deben entrar al templo que representa su morada. Lo único que se les permite es que se acerquen a él; la costumbre manda que se les coloque una silla afuera y se les sirva la comida, pero nunca deben reunirse con los demás. Esto traería mala suerte a la tribu, y todavía más si una mujer participara en las ceremonias; por eso deben ser excluidas de estos eventos, de la vida sagrada y hasta de la vida diaria. Muchas veces no comen con los demás miembros de la familia. Antes se les construía una casita, en la cual permanecían hasta que estaban “limpias”.

Los kikapú tienen también casas modernas de estilo mexicano o estadounidense, donde el televisor es el centro de atención. Además, en estas viviendas, que son de concreto o de madera, tienen todas las comodidades, como camas con colchones, estufa de gas, horno de microondas, refrigerador, lavadora, mesas, sillas, armarios, trastos y el selfcooker de los frijoles, entre otras. Los kikapú se familiarizaron con todos estos implementos mientras trabajaban como jornaleros, y hoy forman parte de la vida cotidiana, tanto en la reservación de Texas como en El Nacimiento.

Por otro lado, las casas de las familias de mejor situación económica tienen también aire acondicionado; las demás sólo cuentan con ventiladores.

Los kikapú de El Nacimiento disponen de agua potable en sus casas, algunas de las cuales cuentan incluso con baños de regadera, en lugar de las letrinas que usaban antes.

LA INCLINACIÓN A LA COMIDA ESTADOUNIDENSE

La comida de los kikapú también ha cambiado con el paso del tiempo y por la influencia de las otras culturas. Antes acostumbraban tomar pozole (maíz tostado y molido diluido con agua) y comer carne fresca o seca con agua, granos de maíz, grasa, harina de trigo y frijol, el tradicional takuajane, según comentarios de algunas mujeres kikapú. La carne preferida era la de venado, aunque también gustaba la de otros animales, como el oso, el búfalo y la cabra. Muchas veces la comían en forma machacada. Como el oso y el búfalo casi están extintos en esta región, los kikapú se acostumbraron a comer carne de res y de cerdo; sobre todo, desde que se convirtieron en ganaderos. Según Fabila, los kikapú antes no guisaban con sal, sino que la agregaban a la comida en el momento de servir (Fabila; 2002, p. 64).

Otro de los platos favoritos son los frijoles guisados con huevos, cebolla y jitomate. A los caldos de venado o de carne de res o el nepupi añaden también calabaza y granos de maíz y los acompañan con los quetatei, panes grandes de harina de trigo y maíz, fritos con sal en el comal. Cuando agregan azúcar y canela, los llaman “pu- ñuelos mexicanos” (Xóchitl Rodríguez). También acostumbran incluir en su dieta tortillas de harina de trigo, como las que se consumen en el norte de México. Los caldos se preparan en ollas grandes de aluminio, metal porcelanizado o en cazos de cobre sujetos por tres cadenas al techo de la casa o a un palo arriba de una fogata. Antes se usaban cucharones de madera. El mortero y el metate eran para moler el maíz y machacar la carne y las semillas. Ahora tienen aparatos eléctricos en la cocina; además, ya no se sientan en cuclillas sobre esteras alrededor de la fogata, como observa Fabila (2002, p. 66), sino que se acomodan en sillas o en sus camionetas para observar las ceremonias. Compran las tortillas empaquetadas, las verduras y la carne enlatadas. Un kikapú de El Nacimiento afirma que ya no preparan la comida como antes; hoy día compran todo en paquete y, según él, a la larga se va a perder la costumbre. Algunos kikapú todavía elaboran las tortillas de trigo con la masa cuando tienen tiempo.

En general, la comida se ha vuelto una práctica más al estilo estadounidense, con muchas calorías y alto contenido de grasa; por lo tanto, los kikapú de hoy sufren de diferentes afecciones propias de la civilización occidental: obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares.

LA DESAPARICIÓN DE LA INDUMENTARIA KIKAPÚ EN LA VIDA COTIDIANA

Cuando se pregunta en Múzquiz por los kikapú, los habitantes saben que se está hablando de la gente de ojos rasgados, altos, morenos y con grandes y modernas camionetas muy bien acondicionadas. Pero ya no se les puede distinguir por su vestimenta, porque sus ropas son como las de los rancheros mexicanos. Los kikapú jóvenes se visten como los jóvenes estadounidenses, a saber, con calzado deportivo, o “tenis”, pantalones de mezclilla, playeras y chamarras. Algunas de las mujeres mayores todavía se ponen faldas y blusas anchas y floreadas, pero, a veces, las combinan con pantalones que usan debajo de la falda, y suéteres sobre la blusa, principalmente en tiempo de heladas.

Además, el traje tradicional se ha modificado; por ejemplo, la tela floreada de algodón de la vestimenta femenina fue sustituida por tela sintética de un solo color. El corte también sufrió cambios: la falda muy amplia con pliegues en dos partes se cambió a un estilo menos plisado y de una sola pieza. La blusa también ancha, plisada, muchas veces decorada con listones y con mangas tres cuartos, adoptó un modelo más sencillo, con menos pliegues y con mangas largas. Ahora bien, la vestimenta tradicional modernizada no es adecuada para los quehaceres cotidianos, sino sólo para las fiestas. Estas ropas se venden a todo el que las quiera comprar en dólares en Eagle Pass y por el casino Lucky Eagle.

Los trajes tradicionales que usan los hombres en las ceremonias consisten en el pantalón o mitaza de gamuza que “carece de las partes superiores delantera y posterior; según dicen, para poder hacer sus necesidades corporales” (Fabila; 2002, p. 72). Estas partes del cuerpo se cubren con un fleco o taparrabo adelante y atrás, a veces bordado, incluso con chaquira. La camisa es de algodón, de seda o de una tela sintética de diferentes colores, y tiene un corte ancho, suelto y con puños largos, también con pliegues y listones o encajes. Muchas veces se acompaña con un chaleco.

Durante las ceremonias, tanto los varones como las mujeres se ponen teguas, es decir, zapatos de piel de venado con un bordado de chaquira. En la actualidad, usan cualquier tipo de calzado, como botas vaqueras o zapatos deportivos.

Los hombres se peinan de diferentes formas: con coleta o trenza,10 pelo largo y suelto, o corto. En las ceremonias llevan un penacho, aunque lo original sería una sola pluma de águila fijada en la frente mediante una vincha o cinta de tela o de chaquira: su posición vertical, horizontal o inclinada tiene que ver con el estatus sociopolítico de la persona.

Las mujeres mayores todavía se peinan con dos trenzas, pero las jóvenes llevan el pelo recogido en forma de cola de caballo, aunque también pueden usarlo largo y suelto o corto. Muchas veces usan broches de chaquira para sujetar el cabello. Fabila todavía observaba en las niñas doncellas un curioso tupé que llevaban hasta el inicio de su menstruación, como un símbolo de inocencia (Fabila; 2002, p. 73).

Los kikapú se pintan la cara con diferentes símbolos de la caza y de la guerra, y en los juegos colorean sus caras en blanco o negro para indicar sus “mitades” del clan. Sólo usan el traje tradicional y el penacho en las ceremonias de El Nacimiento y en Jones, Oklahoma. Durante los Pow Wows (danzas comercializadas), que en distintas fechas se celebran en Illinois, Kansas, Oklahoma y Texas, también visten trajes de estilo tradicional, pero sólo con la finalidad de ganar premios por el tipo de vestimenta, la danza y el canto más bonitos.

EL DESPLAZAMIENTO DEL IDIOMA KIKAPÚ POR EL INGLÉS

La generación de los adultos mayores era monolingüe, la de edad mediana es bilingüe (kikapú y español) o trilingüe (kikapú, español e inglés), mientras que la nueva generación prefiere comunicarse en inglés. Cuando un grupo de jóvenes se reúne, éstos charlan en inglés, incluso en las ceremonias. Sólo con sus padres y abuelos hablan kikapú. La pérdida del kikapú como lengua materna se nota en la disminución del vocabulario.

Lo mismo se observa en relación con el castellano. Los jóvenes kikapú casi no saben el español y muestran cierto rechazo a hablar en este idioma.

En el casino necesitan hablar en español con la clientela que proviene de México; sin embargo, lo que suelen hacer es llamar a un empleado mexicano para que atienda a los clientes.

LA RELIGIÓN KIKAPÚ COMO FUNDAMENTO DE LA VIDA

Las ceremonias religiosas kikapú se apegan a la tradición. Sus creencias se conocen poco, ya que esta tribu es muy celosa de su religión; los kikapú temen que les pase lo mismo que a los indígenas de México, de quienes “se sabe todo”, como lo expresó una anciana de El Nacimiento. En realidad, es lo único que les quedó después de que fueron expulsados de su tierra natal en la Región de los Grandes Lagos.

Lo cierto es que los kikapú creen en un solo dios, el Gran Espíritu Kitzigiata,11 quien creó el mundo a través de su hijo Wisaka y protege a la tribu. “Los kikapú creen en un ser supremo que se llama Kicihia’ta, el cual mora en el cielo y ha creado la Tierra y todas las cosas en la Tierra, según la creencia. Los kikapú creen que su Dios tiene un interés especial en ellos, y se preocupa por todas las actitudes de cada persona” (Ritzenthaler y Peterson; 1956, p. 46). Así, una señora kikapú dijo que el Gran Espíritu aleja las tempestades de la tribu, se detiene frente a sus casas para que no sufran daños, porque Dios quiere a los kikapú de una forma muy especial y los protege de todos los males de este mundo; esto pasa porque los kikapú oran siempre y cumplen con la voluntad de Dios. Por lo tanto, aceptan todo lo que Dios les manda. No se deben oponer a su voluntad.

Según la creencia kikapú, este espí- ritu penetra en todo el ser y en toda la vida humana. Fabila lo identifica como la divinidad máxima monoteísta; aunque reconoce en esta creencia también elementos politeístas (Fabila; 2002, pp. 140-141); Latorre y Latorre (1991, p. 261) mencionan a varios hijos, abuelos y abuelas de este ser divino, pero no existe consenso sobre los hijos de Kitzigiata. Unos dicen que son trece, otros que son cuatro: Wisaka, Pepazcé, Mesicatuinata y Machemanetuha. Wisaka hizo el mundo y dio los conocimientos “[…] los enseñó a construir sus casas, a elaborar sus arcos y flechas y a bailar”. Pepazcé fue el primer indígena asesinado; Mesicatuinata es el jefe de la guerra y Machemanetuha representa el mal en este mundo, por lo cual algunos lo consignan como el “diablo” (Rodríguez; 1995, p. 134).12 Pero todos los hijos de Kitzigiata nacieron de vírgenes kikapú. El fuego que arde para el Gran Espíritu sería un abuelo; la Tierra, la abuela; el Sol, otro abuelo, y la Luna, otra abuela (Latorre; 1991, pp. 260-268). Según la explicación del jefe de la guerra, la Luna es la abuela y el Sol, el abuelo, la Tierra es la madre y Dios es el padre, el creador o Gran Espíritu. Además, el Gran Espíritu tiene mensajeros espirituales, como el fuego, el tabaco, el cielo y el agua, entre otros, que se invocan a través de prácticas ceremoniales (Ovalle y Pérez; 1999, pp. 50-51). Esta tierra, para los kikapú, era sólo el continente americano o el “mundo de los indígenas” que flotaba como isla en el agua (ibid., p. 260).

A este mundo, señalan Ovalle y Pé- rez (ibid., pp. 260-261),

… lo antecedieron otros tres mundos; todos fueron destruidos: el primero por el aire, el segundo por la putrefacción y el tercero por el agua. Cuando el tercer mundo fue destruido después de una lluvia de ochenta días, todos se ahogaron, excepto los kikapú. Ellos están ahora en el cuarto y último mundo, que será destruido por el fuego. Cuatro mundos se encuentran sobre él y cuatro debajo de él; cuatro mundos están a la derecha y cuatro a la izquierda. El cielo es cubierto en forma de una cúpula que está compuesta de una gran roca azul que parece transparente de abajo, pero no de arriba. La Luna y el Sol están adentro de esta cú- pula, pero las estrellas afuera, las cuales son personas y, aunque no pueden ver a los indígenas en este mundo, los indígenas sí pueden verlas a ellas. En la parte de arriba de la cúpula se encuentra una chimenea, por la cual Wisaka salió después de haber hecho el mundo y haber llevado el conocimiento a su pueblo.

“Cuando Wisaka creó el mundo, una araña tejió una gran telaraña para anclar el mundo al norte y así evitar que cayera” (Ovalle y Pérez; 1999, p. 50). Esto explica también por qué los kikapú tienen tanto respeto por las arañas y por qué se niegan a matarlas (ibid., p. 61).

Según el jefe de la guerra, los kikapú no oran para que Dios les dé algo; rezan para ofrecerle a Dios los frutos de la tierra. Para eso no necesitan ningún libro, como los católicos. Tampoco pagan dinero a los sacerdotes; ellos dan este servicio a Dios. Esta espiritualidad de los kikapú se manifiesta en sus oraciones, con las que entregan su corazón al espíritu. Por lo tanto, la relación religiosa que tienen los kikapú con el Gran Espíritu se basa en una comunicación espiritual y mística. La unión con Dios a través del cumplimiento de su voluntad es la más importante de sus metas y los une con los demás kikapú, cuyos objetivos son los mismos. Esta unión se logra en las misas celebradas por los sacerdotes, sobre todo al repartir la carne de venado y al orar. Fabila menciona también la oración junto a un pilar dinástico que cubren con mucho cuidado cuando salen (Fabila; 2002, p. 144). Según Ovalle y Pérez, se trata de un pilar totémico adornado con figuras zoomorfas (1999, p. 51). Por esta razón, no pueden celebrar misas en Eagle Pass, ya que hay dificultad para transportar el objeto sagrado. Según Latorre y Latorre (1991) y Guzmán Tapia (2004), existen también bultos sagrados, en los cuales cada clan guarda, envueltos en gamuza de venado que colocan en la parte oeste de sus casas tradicionales, objetos importantes reunidos a lo largo de su historia: calaveras humanas, cabelleras y partes de animales disecadas que mezclan con ciertas plantas y raíces secas. Estos bultos son un tabú para los no kikapú y poseen fuerzas mágicas, al igual que el humo del tabaco, que lanzado al fuego revela ciertos conocimientos.

La felicidad mayor de la vida eterna para los kikapú consiste en la perpetua cacería de venados. “[Los kikapú] afirman que el mundo pronto será destruido totalmente por el fuego. Que los seres buenos irán a los terrenos de Kitzigiata a cazar venados, como recompensa de su conducta, y los malos también irán a ese paraíso, pero serán amarrados, mirando eternamente la cacería, como castigo a sus faltas” (Fabila; 2002, p. 142).

La fuerza espiritual de Kitzigiata penetra también en toda la naturaleza y la anima en forma individual. Relacionado con esto, Felipe A. Latorre habla de varios manitus, espíritus que reviven el mundo, como el agua, la montaña y los animales (Latorre y Latorre; 1991, pp. 260-268). Entonces, toda la naturaleza tiene vida, como los árboles; según una señora kikapú: “En la primavera, los árboles están enamorados; por eso se mueven mucho y se inclinan y se acercan para acariciarse y besarse.” Aunque los kikapú veneran varios manitus, todo tiene su origen en el Gran Espíritu, el cual puede tener diferentes nombres en los distintos pueblos.

Pero “los kikapú no están seguros de dónde vive Kitzigiata. Algunos dicen que en el cielo; otros dicen que no lo saben, y otros afirman que está en cualquier parte” (ibid., p. 261) Lo único seguro es la presencia del Gran Espíritu en todas las partes del mundo y del universo.

LAS CEREMONIAS KIKAPÚ COMO EXPRESIÓN RELIGIOSA

La cosmovisión tiene su expresión en las ceremonias religiosas de los kikapú, en sus formas individuales y comunales. Las ceremonias comunales reúnen tres elementos: la caza, la misa y la danza. La caza antecede cada misa y tiene una duración aproximada de tres días. En ella participan sólo los hombres, y el jefe de la tribu preside la ceremonia. Aunque cazan con carabinas, efectúan todavía una ceremonia con arcos y flechas, donde imitan la cacería de antes. La misa es la segunda parte de la fiesta y es el elemento de cohesión; en ella todos los participantes comparten la carne del venado (de preferencia la lengua y el costillar); la consumen en forma comunitaria y acompañan el rito con oraciones.

Según Fabila, existen misas de menor y mayor jerarquía, o “chicas” y “grandes”: las grandes se realizan al inicio del año y las chicas en las ceremonias fúnebres (Fabila; 2002, p. 143). Antes de las misas, los sacerdotes se purifican ayunando. La tercera parte de las ceremonias es la danza con raíces históricas y elementos religiosos. Todo el rito sigue cierto orden, que en su fase de éxtasis, al ritmo del tambor, une emocionalmente a los integrantes de la tribu y genera una verdadera cohesión del grupo, con la cual se superan los conflictos interiores.

La ceremonia del Año Nuevo es la más grande de los kikapú; es decir, en esta temporada acuden los kikapú de Oklahoma y de Texas, así como algunos de Kansas, para celebrar todos unidos esta gran ceremonia. La fecha no es fija; la establece el jefe de la tribu según ciertas señales naturales: cuando brotan las primeras hojas de los árboles, florecen los árboles de las cerezas negras de tipo silvestre, se acerca el cenit a la puesta del sol, los relámpagos cruzan el cielo combinados con truenos y comienza la lluvia, entonces empieza el Año Nuevo. Así, los líderes religiosos llegan del monte y ofrecen tabaco a los truenos para agradecer el aviso del nuevo año. Las mujeres apagan los fogones, quitan la ceniza y limpian las casas para que entre el fuego nuevo que hace el jefe de la tribu. Después, los sacerdotes se ponen a fumar con las pipas en las cuatro direcciones de los puntos cardinales, mientras oran y cantan al Gran Espíritu Kitzigiata para recibir la bendición del año: salud, vida larga, sabiduría para el jefe y protección del pueblo.

A dicha ceremonia la antecede el cambio de la casa de verano a la de invierno, ceremonias de la cacería y misas. En la fiesta se presentan también juegos, como el lacrosse, que es muy parecido al juego de “palillo” de los tarahumaras; y los siguientes días se llevan a cabo las ceremonias del Little Rabbit y el Naming. La primera tiene que ver con curaciones y la segunda con bautizos. Después siguen las ceremonias de la adopción, la autoridad del jefe, la siembra, las primeras frutas y la salida (Latorre y Latorre; 1991, pp. 272, 275-280). Estas tres últimas ceremonias se refieren a fiestas de la primavera combinadas con danzas para los hombres y las mujeres; la primera se celebra para el “abuelo Sol” y la de las mujeres para la “abuela Luna”, según el jefe de la guerra. Las ceremonias de verano sólo se realizan esporádicamente, por la migración temporal y el trabajo jornalero en Estados Unidos.

Las ceremonias fuera del calendario son las de la cacería, la curación, las lluvias, el búfalo y el oso; las celebraciones de la cacería muchas veces se llevan a cabo junto con las fiestas del Año Nuevo, la del búfalo en la primavera y la de las lluvias en verano (Latorre y Latorre; 1991, pp. 272-273). Además, las ceremonias del búfalo y del oso no son muy frecuentes, ya que estos animales están extintos en la región; por eso nadie los menciona en este poblado.

Las ceremonias individuales se llevan a cabo con motivo de las diferentes etapas de la vida: a la etapa del nacimiento le corresponde la ceremonia del bautizo, y a la de la muerte, la ceremonia del difunto.

La celebración del bautizo se realiza dentro de la ceremonia comunal y tribal del Año Nuevo y representa un factor de cohesión de la mayor importancia, debido a que los niños se integran a la tribu mediante su nombre kikapú. Normalmente reciben nombres relacionados con la cacería, que era la principal actividad de la vida kikapú. El nombre que los sacerdotes dan a los niños representa una identificación con el espíritu. Primero el líder del clan pregunta por el nombre y después dice: “‘Yo quiero dar un nombre al niño’. El líder abre su saco, ofrece tabaco a él y al fuego, y pregunta esto para poner en alerta a los otros ‘manitu’” (Latorre y Latorre; 1991, pp. 280). Posteriormente, el sacerdote ora y le desea al niño que sea un buen cazador o, cuando se trata de una niña, que sea capaz de construir su casa. La ceremonia termina con el deseo de que Kitzigiata lo bendiga y le brinde salud y una larga vida. Todos le desean lo mejor teniéndolo en brazos, y el jefe ora.

Después sigue la comida con la familia ampliada o el clan, en la cual se sirve primero a los sacerdotes, después a los padres y, por último, a los demás parientes. Esta comida, si lo permite el tiempo, se suele realizar al aire libre. Al finalizar la celebración, los parientes se llevan a sus casas los alimentos que sobran o éstos se tiran al río (ibid., pp. 280-281). En la ceremonia del difunto, los kikapú no aceptan de buen grado la presencia de gente externa a la tribu, porque es un acto religioso y familiar muy íntimo. La misma tarde de la muerte de un kikapú se acerca la comunidad para velarlo. Fabila (2002, pp. 100-101) nos describe esta ceremonia de la siguiente manera:

… Cuando un kikapú muere, clausuran la única puerta de acceso de la casa [que] queda siempre al oriente, y dejan solo al cadáver. Inmediatamente ponen un círculo de ceniza en torno de la habitación, en señal del duelo y para que no se acerque el demonio. Hacia las 24 horas abren un boquete al oeste de la choza para sacar los restos; porque dicen que la vida entra por el oriente y la muerte sale por el oeste, símbolo objetivo de la marcha del sol, e inmediatamente le ponen una hoja o puño de tabaco en la mano izquierda. […] En la inhumación, la comunidad acompaña los restos hasta el inmediato bosque. Allí, en cualquier punto, cavan una fosa, a la que le forman un estacado interno para descansar los brazos de las parihuelas, para que el cadáver no toque tierra; luego, inmediatamente hacen una bóveda rústica de ramas, terraplenan la fosa y se alejan del lugar. […] Según las creencias de los kikapoos, muerta una persona, su alma vaga en el espacio entre tanto los familiares no le manden decir la misa. Dicha ésta, el alma va al infierno. El infierno, según ellos, no saben cómo es, pero se halla al poniente, y al decir la misa, el Gran Espíritu o Kitzigiata toma de la trenza al espíritu y se lo lleva a su gloria o paraíso, pero si en vida su dueño fue malo, en el cielo lo amarran para que no cace venados. Las almas de los niños van derechas al seno de Kitzigiata.

Fabila describe también el luto de la viuda o del viudo, quien no debe cambiarse, bañarse, ni tener alegría alguna hasta que se celebre la misa, aproximadamente en un año. Según algunos kikapú, en esta misa se reza y se consume carne de venado en comunión con los participantes, y otros platos de comida, como caldos de res con verdura y maíz desgranado, y la tortilla kikapú frita en aceite. Tampoco debe faltar la danza de hombres y mujeres kikapú con sus trajes. En una ceremonia de difuntos se observó lo siguiente (Mager; 2004, p. 263):

… Cuando los sacerdotes con el jefe y los músicos se sentaron frente a la casa de invierno en un semicírculo, se dio inicio a la ceremonia, en la que se empezó a tocar un tambor con un ritmo monótono; fue entonces cuando los hombres formaron dos filas paralelas y se colocaron frente al semicírculo de los sacerdotes y los músicos para dar inicio a la danza. Entre las dos filas de danzantes había una fogata que ardía, y a un costado de una de las dos filas de los danzantes se ubicaban otras dos filas de mujeres danzantes. […] Cuando los danzantes hombres, como parte de los movimientos de la danza, ejecutaban vueltas, empezaron a lanzar gritos como de guerra e,inmediatamente después, los hombres, guiados por el sacerdote, formaron un círculo alrededor del fuego; el sacerdote supremo, como parte de la danza, se volteaba para mandar señales y para bendecir en dirección de los cuatro puntos cardinales. Estas bendiciones enviadas por el sumo sacerdote hacia el norte, el sur, el este y el oeste, eran acompañadas por el ritmo monótono del tambor y de los cantos entonados por todos los sacerdotes.

En esta ceremonia llegaron también kikapú de Oklahoma y de Texas, aproximadamente 300 personas. Era una gran fiesta que transcurrió con gran entusiasmo de los danzantes y, a medida que avanzaba la celebración, se podían advertir expresiones y gritos más fuertes. Todos los kikapú estrenaron sus mejores trajes, bordados de chaquira, y lucían penachos en diferentes versiones para mostrar su identidad en el grupo. Además, el grupo se unía en la comida y por las oraciones en conjunto. La religión, a través de sus ceremonias, permite que se superen los conflictos interiores y cohesiona al grupo de una forma singular.

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