¿Qué es el Populismo…?
El populismo, a decir de la teoría y experiencia política en el mundo, no es una ideología, es una posición y a un estilo político. Una forma de ser, para parecer…
El populismo se caracteriza por la unión irreflexiva de las multitudes en torno a un líder astuto siempre a ofrecer el paraíso terrenal a unos cuantos pasos
Un poco de historia: El término populismo se originó en los Estados Unidos en la última década del siglo XIX con referencia a los planteamientos del People’s Party, que se había formado para canalizar las demandas y las protestas poco elaboradas pero justas de los pequeños granjeros del oeste, expoliados por los centros industrializados del este que controlaban los mercados de materias primas y de productos agrícolas, fijaban los precios de ellos, manejaban los créditos del sector bancario, monopolizaban las redes de almacenamiento de granos y dominaban las líneas de ferrocarril. El People’s Party era en esa época el más poderoso de los movimientos alternativos que se atrevían a desafiar a los dos grandes partidos tradicionales: el republicano y el demócrata. Tuvo un millón de votos en las elecciones presidenciales de 1892 y cuatro años más tarde su candidato William Jennings Bryand se ubicó a menos de 500 mil votos de la victoria.
En el presente siglo ha surgido con fuerza arrolladora un nuevo elemento suplantador de las ideologías: Nos referimos las encuestas de opinión pública. Los líderes populistas hacen de la encuesta su Oráculo
Ya no requieren acudir al Monte Parnaso. Hoy les basta tener una encuesta –casi siempre pagada- que les favorezca
Al ser dependiente de los sondeos de opinión, el Populista se convierte un conductor conducido
Es importante decir que el populismo al no ser una ideología, no se puede hablar entonces de “populista de izquierda” o “populista de derecha”, como a veces se hace, ya que izquierda y derecha son categorías ideológicas que no tienen cabida en el populismo.
Así que; El populismo es, simplemente, populismo. Una conjunción de agentes políticos en torno a la “magia” del caudillo populista, que avasalla trágicamente la conciencia y la espalda de sus seguidores… de su grey
La tecnología para la fabricación de un caudillo populista es muy pobre…. Muy escasa de talento: solo se requiere exaltación hiperbólica de su personalidad, fabricación de la aureola carismática, providencialismo, y demagogia. Propaganda pues.
Ejemplos, los hay varios. Joseph Goebbels fue el productor del más grande populista
Para rematar la confección del populista, los portavoces, con una bien dirigida y articulada consigna elevan loas en torno a su Mesías, y repiten y repiten las mismas alabanzas prefabricadas hasta incrustarlas en el cerebro de la gente.
Simultáneamente el líder populista se fabrica el “enemigo” o los “enemigos” —a quienes dirige todos los reproches, señalamientos y acusaciones y contra quienes se fomenta, enardece y canaliza el odio de la colectividad ansiosa de culpar a alguien de sus derrotas, reales o imaginarias
Surge así el Maniqueísmo, “los buenos y los malos”. El líder prestidigitador utiliza sobradamente la adulación a la masa (los buenos) y ésta, agradecida lo eleva y le hace “entrega” del monopolio de la verdad.
¿Cómo se conduce el conductor de almas?
Aunque la plaza pública –el ágora- es su escenario natural, el populista incursiona también en la radio y la televisión para difundir programas –como pócimas milagrosas- y mentiras hábilmente manipuladas.
En ésta ruta, sabemos en el populismo no caben las instituciones ni las leyes… El populista sabe que las masas irreflexivas detestan el orden establecido. Y el líder-profeta se aprovecha de ello
A lo largo de la historia hemos visto estos retos; La voluntad popular, encarnada en el caudillo, no puede someterse a limitaciones jurídicas. Normalmente el caudillo amparado en la palabra “el pueblo está conmigo” proclama la “insuficiencia” de las leyes. Y a veces hasta manda al diablo a las instituciones…
El populismo entonces se coloca por encima de las ideologías.
No se somete a programas. Hace de la política un espectáculo. Da al pueblo pan y circo. Va hacia un paternalismo providencial. Y en ocasiones se enferma, o realiza autoatentados para incendiar a sus creyentes y luego “calmarlos”
La política populista, en el ámbito económico, es terriblemente irresponsable. El patrimonio público es el patrimonio del caudillo y su uso es discrecional.
Puesto que es un efecto político de causas económicas, sus raíces profundas están en la pobreza, la marginación, la falta de educación, la explosión demográfica, el éxodo de los campesinos hacia las ciudades y el urbanismo cargado de problemas sociales.
Así se desarrolló el populismo muy claramente en la Alemania de la primera postguerra con Hitler. Antes lo había sido en la angustiada Italia de Mussolini. A mediados de los años 40 en Argentina
Los populismos son muchas veces una respuesta a sociedades excluyentes y racistas, en las que la “chusma heroica” de Jorge Eliécer Gaitán o los “descamisados” de Juan Domingo Perón o los “marginados” de cualquier otro caudillo adquieren una identidad y se lanzan a las calles para afirmar su poder.
Las características comunes a todos los populismos.
Ellos presentan, en primer lugar, un fuerte liderazgo personalista y sustentado en caudillos cuya veleidosa voluntad se impone por encima de cualquier consideración doctrinal.
Los caudillos populistas buscan siempre el contacto directo con el pueblo y tienden permanentemente hacia una línea autoritaria de poder.
Reivindican para sí un real o supuesto origen popular —se presentan como hombres comunes del pueblo, conocedores de sus problemas, que por sus extraordinarios méritos han asumido el liderazgo— y reclaman constantemente que el pueblo confíe en ellos.
Con frecuencia exhiben una historia de vida acrisolada por la persecución y el sacrificio. En efecto; Se presentan como “víctimas”, o como “mártires”, de los grupos de poder. Y rematan el cuadro cultivando una imagen de hombres valientes y desinteresados.
Sus personeros elaboran la leyenda sobre las reales o supuestas persecuciones que “el hombre” ha sufrido por la defensa de sus ideales y le fabrican el carisma.
Los mitos no tardan en aparecer y se convierten en elementos esenciales de su propaganda.
Hábiles manipuladores de la psicología de masas, los caudillos populistas buscan siempre identificar un “enemigo del pueblo” contra quien descargan toda la furia contenida de la masa por siglos de frustración.
Para Hitler esos enemigos fueron los judíos, que “apuñalaron” por la espalda a Alemania durante la guerra, y la conjuración internacional que después la llevó a firmar el Tratado de Versalles.
Para Perón la “enemiga del pueblo” fue la “oligarquía” cuyo lugar de reunión —el exclusivo Jockey Club de Buenos Aires— fue incendiado por los descamisados.
Fidel Castro, hizo del “imperialismo yanqui” el gran enemigo de Cuba.
Los caudillos populistas no poseen ideología, por lo tanto no les importan las contradicciones y los virajes en que incurren. Lo que dicen hoy lo desdicen mañana, sin aflicción alguna ni reproches de conciencia. Les da lo mismo colocar la carreta delante o detrás del caballo
Los caudillos populistas, desatan hostilidades contra el parlamento, al que desacreditan. Su relación con la función judicial suele ser también conflictiva.
El populismo, cuando llega al poder, suele operar al margen de un plan de gobierno. Carece de sistematización y de orden. No tiene metas macroeconómicas ni sociales de largo plazo.
Con acciones demagógicas y espectaculares –como curandero- busca la satisfacción de las demandas populares inmediatas. Lo cual le lleva a la improvisación. Todo esto, con frecuencia, produce a la postre un fenómeno característico del populismo: la frustración colectiva.
Con el nombre de “populismo económico” se designan políticas irresponsables de clientelismo, derroche de fondos públicos, obras faraónicas, indisciplina fiscal y endeudamiento desproporcionado que generalmente conducen hacia la inflación, el déficit fiscal y la desestabilización económica. Los “populistas económicos” son personas de plazos cortos. Estos son algunos rasgos del populismo a decir de Rodrigo Borja en su Enciclopedia de la Política.